Escritura
No digas a tu prójimo: Anda, y vuelve, Y mañana te daré, Cuando tienes contigo qué darle.
Este texto pudiera resumirse bien en la frase: “No dejes para mañana, el bien que puedes hacer hoy.” Saben, la vida del creyente no es nada sencilla, va a ver momentos en los cuales gozaremos de abundancia, sin embargo, también habrá momentos que tendremos escasez, momentos en que nos echaran del trabajo, momentos en los cuales nos encontraremos en serios problemas económicos. ¿Qué hacer al respecto? En primer lugar, buscar la ayuda de Dios y en segundo lugar buscar la ayuda de nuestros hermanos. Como creyentes tenemos el deber de velar por nuestros hermanos en la fe, tenemos el deber de brindar todo nuestro apoyo y de proveer de forma generosa y sacrificada para las necesidades de los demás. Cuan fácil es amar de palabras, pero el amor verdadero es más que un sentimiento es un accionar. uno de nuestros presidentes de antaño decía lo siguiente “hechos y no palabras” y es así como debemos de mostrar nuestro amor al prójimo. Si alguien viene hacia nosotros buscando nuestra ayuda ¿Cómo podemos decirle: ¿ven mañana, cuando tenemos hoy todos los medios para brindarle nuestra ayuda? Alguien escribió el siguiente poema “tuve hambre y nombraste un comité, estuve preso y solitario y solamente oraste por mi liberación y mi soledad. Tuve frío y me encontraba sin ropas, y hablaste de modas y de los mendigos profesionales. Dormí a la intemperie, y solamente me dijiste que Dios es nuestro amparo y fortaleza. Estuve enfermo y sin atención médica, y no te acercaste por miedo al contagio. Estuve sin patria, sin trabajo y sin amigos y hablaste de política internacional y de inflación.” Lamentablemente este es el único amor que muchas veces sale de nuestros labios, un amor superficial, un amor lleno de frases bonitas, un amor egoísta que cierra sus puños ante la crisis que enfrentan otros. Sin embargo, ahí no acaba el poema, esta continúa diciendo “pero un día te arrepentiste, cuando escuchaste las palabras del maestro: en verdad os digo que todo lo que hiciste por uno de estos mis hermanos, por humildes que sean, por mi lo hiciste. Solo el maestro puede cambiar nuestro corazón y colocar un amor profundo por las demás personas. Cuando uno entrega su vida a Cristo, una de las cosas maravillosas que ocurre es que el amor de Dios es derramado en nuestros corazones y ese mismo amor es el que ahora como un canal fluye a la vida de las demás personas. Piensa por un momento ¿Qué necesidad tiene mi hermano en la fe que yo puedo suplir? Si es nuevo en la fe necesita que alguien invierta su vida en él o ella ¿estás dispuesto a dedicar horas cada semana en enseñar con tus palabras y con tu ejemplo lo que es vivir la vida cristiana?, si alguien en la congregación está enfermo ¿estarías dispuesto a orar por tu hermano y visitarle en sus momentos de dolor?, si algún hermano ha caído en pecado ¿estarías dispuesto en ayudarlo, restaurarlo y enseñarle a cómo dejar ese pecado? si alguien perdió el trabajo y está pasando por alguna necesidad material ¿podrías tú darle una ofrenda que le ayude a salir de esa situación por la que está enfrentando? Dios nos guíe en este día a mostrar nuestro amor por medio de nuestras buenas obras. Bien decía Martín Lutero, “Dios no necesita tus buenas obras, pero tu vecino si” tengamos un corazón abierto a las necesidades de los demás, no tomemos las cosas materiales fuertemente, sino suavemente ya que, si Dios en cualquier momento decide llevárselas o nos inste a compartirlas con el necesitado, podamos desprendernos de ellas fácilmente. Dios los bendiga Corpus Unum.
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