Escritura
No te vengarás, ni guardarás rencor a los hijos de tu pueblo, sino amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo Jehová."
Siempre que alguien nos ofende o causa daño lo natural es guardar rencor en nuestro corazón hacia esa persona y de alguna u otra forma buscar que pague por lo que ha hecho. Un judío pensaba de la misma forma. Ellos decían “amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo” para un judío su prójimo no era cualquier persona sino aquellos que eran sus amigos más íntimos, cualquiera que no pensaba como ellos o que a su parecer no les caía bien, solo eran digno de desprecio, esta es la razón por la cual tenían un odio profundo hacia los publicanos, samaritanos, prostitutas y pecadores. Cuando hablamos de amor, amar a nuestros hermanos de la iglesia resulta realmente una tarea sencilla, ya que tenemos el mismo corazón, la misma visión y forma de hacer las cosas, pero ¿qué de aquellos que menosprecian lo que hacemos? ¿qué de aquellos que nos critican falsamente? ¿qué de aquellos que solo siembran odio y rencor a nuestras espaldas? ¿qué de aquellos que planean minuciosamente como desprestigiarnos? ¿qué de aquellos que un día se sientan a nuestra mesa y comen de nuestro plato y al día siguiente solo planean cómo hacernos daño? Saben, ante esto lo más sencillo que podríamos hacer sería simplemente ignorarlos, dejar que sigan haciendo su trabajo y encomendar nuestra causa en las manos del Señor. Sin embargo Jesús no espera eso de nosotros, él nos pide ir allá de lo requerido, en otras palabras a responder bien por mal, amor por odio, bendición por maldición y oración por persecución, saben esto en teoría es sencillo, pero en la práctica es difícil e imposible para nuestra naturaleza pecaminosa, creo que solo hay una forma de hacerlo y esa es morir, morir a nuestra carne, morir a nuestro yo y dejar que sea Cristo quien tome control de nuestra vida cada día, solo así el amor de Dios, su misericordia y su preciosa gracia será la fuente que inunda nuestra vida y el canal para expresarlo a otros. Se cuenta que una pobre mujer cristiana era muy a menudo insultada por una vecina muchas veces medio embriagada. Otras vecinas la instaban a denunciarla, pero ella contestaba «que prefería orar a Dios por ella». Una tarde de domingo, encontró que su vecina estaba borracha en la calle y vio que un guardia le impuso una multa de unos cuantos dólares, que no poseía, y si no los pagaba iría siete días a la cárcel. En el preciso instante en que el guardia la iba a encerrar en la celda de castigo, una voz gritó a sus espaldas: ¡Yo pago por ella! Y la buena vecina puso el dinero en las manos del guardia. Hoy, estas dos vecinas van al culto de la misma iglesia juntas, y una no se cansa de repetir: María me salvó de la cárcel, y por ella Dios y el Señor me han salvado de la eterna condenación. Debemos de mostrar amor a las personas que no conocen a Dios y cuanto más a nuestros amados hermanos. Creo que el mundo ya está cansado de nuestras palabras, lo que desean es ver cristianos genuinos que viven aquello que tanto predican. Dios los bendiga. Corpus Unum.
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