Escritura
En gran manera me gozaré en Jehová, mi alma se alegrará en mi Dios; porque me vistió con vestiduras de salvación, me rodeó de manto de justicia, como a novio me atavió, y como a novia adornada con sus joyas.
A pesar de los momentos difíciles que enfrentamos todos los creyentes, en general la vida del creyente se caracteriza por la alegría y el gozo. ¿y cuál es la fuente de ese gozo? Es Dios mismo, lo que hizo por nosotros y lo que hará en el futuro. Dice nuestro texto “En gran manera me gozaré en Jehová”, nada se compara al gozo del creyente, podrán venir días grises, podrán venir pruebas, podrán acusarnos falsamente, podrán incluso castigarnos por algo que no cometimos, sin embargo, la llama de Dios rebosa nuestro corazón, ya que confiamos en él y sabemos que él tiene el control de todo lo que pasa en el mundo. “mi alma se alegrará en Dios” hay cosas que dan alegría a nuestro corazón, cosas como el ingresar a la universidad, el conseguir un nuevo trabajo, el recibir un reconocimiento por algo que hicimos, el ver a nuestro equipo favorito o el adquirir una casa nueva. Todas estas cosas, aunque dan un sentido de felicidad, son solo temporales y pasajeras, tan pronto sale algo nuevo pierden la chispa de la emoción y ya deseamos otra cosa. Sin embargo, hay algo que es precioso y eterno, algo que no importa las circunstancias ni el tiempo se mantiene firme e inconmovible, ese es Dios. Si tienes a Dios tienes todo lo que es necesario tener, podrás carecer de todo lo que este mundo puede ofrecer, pero teniéndolo a él lo tienes todo, y por el contrario podrás esforzarte y conseguir el juguete del momento, pero sin Dios, tu vida se resume en una simple miseria, fracaso, pobreza, hambre y desnudez. Mi alma se alegra en Dios porque él es la fuente de todo gozo, mi alma se alegra en Dios porque su amor y misericordia no tiene comparación, mi alma se alegra en Dios porque me ha dado esperanza, libertad y amor eterno. Y no solo eso, sino que me vistió con vestiduras de salvación, los harapos de mi justicia propia fueron tirados al tacho y el me vistió con su manto de justicia. Así como un novio reserva su mejor traje para su matrimonio y la novia adquiere las mejores joyas para ese día especial, de la misma forma ha hecho Dios con nosotros. Si pudiéramos ilustrar esto creo que sería de la siguiente forma: imagínense a un esclavo en medio de una celda fría y lúgubre, cuyas vestimentas son solo harapos de suciedad e inmundicia, imagínense que está luchando por salir de esa situación con sus propias fuerzas, sin embargo, sus cadenas son tan fuertes que todo intento resulta vano. y para colmo el látigo y la crueldad de su amo solo empeora la situación. Tal vez estés pensando que hombre más miserable, sin embargo, ese hombre eres tú, ese hombre soy yo, ese hombre representa a toda la raza humana. El pecado nos mantiene esclavizados, y esos harapos de suciedad son solo el reflejo de nuestra condición sin Dios, intentamos maquillar nuestra condición con algunas buenas obras, pero no podemos engañar a nadie ¿acaso por más que pongas un traje nuevo y le enseñes buenos modales a un cerdo, podrás cambiar su naturaleza? Claro que no, en el mínimo descuido estará nuevamente revolcándose en el lodo cenagoso. De pronto aparece en escena un hombre con vestiduras blancas, se acerca a la prisión y con una llave manchada de sangre abre los candados y los cerrojos de las puertas, toma al hombre entre sus hombros, lava sus heridas, le coloca un anillo en su dedo y calzados en sus pies y le viste con vestiduras blancas. Ese hombre representa a Jesucristo y eso es lo que hizo por amor a nosotros, con su sangre preciosa lavó nuestros pecados, con su muerte nos dio libertad y quito los harapos de justicia personal otorgándonos una nueva vestimenta. la justicia divina por medio del cual podemos ser declarados justos delante de nuestro creador, no en base a nuestras buenas obras, sino a la obra de Cristo manifestada en la cruz y no solo eso, sino que nos dio una nueva naturaleza, una naturaleza espiritual que busca honrar y hacer la voluntad de Dios cada día. Que maravilloso Que más necesitamos para brincar de felicidad todos los días, levantar nuestras manos y voz al cielo y decir “gracias Dios” “gracias Dios” a ti y solo a ti sea la gloria y la honra por siempre.
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