Luego levantará mi cabeza sobre mis enemigos que me rodean, Y yo sacrificaré en su tabernáculo sacrificios de júbilo; Cantaré y entonaré alabanzas a Jehová.

Este es parte de un salmo escrito por el rey David, el texto comienza diciendo “El levantara mi cabeza sobre mis enemigos” que es una forma de decir que con Dios él tenía la victoria. Siempre que Israel caminaba con Dios, vivía en obediencia a su palabra y seguía todas sus instrucciones, la nación salía victoriosa en todas sus batallas. Dios mismo fue quien lo prometió. Cuando el pueblo de Dios iba a entrar a la tierra prometida él les dijo “oye, Israel: tú que vas hoy a pasar el Jordán, para entrar a desposeer a naciones más numerosas y más poderosas que tú, ciudades grandes y amuralladas hasta el cielo; un pueblo grande y alto, hijos de los anaceos, de los cuales tienes tu conocimiento, y has oído decir: ¿Quién se sostendrá delante de los hijos de Anac? Entiende, pues, hoy, que es Jehová tu Dios el que pasa delante de ti como fuego consumidor, que los destruirá y los humillará delante de ti; y tú los echarás y los destruirás enseguida, como Jehová te ha dicho” Que interesante es esta palabra “entiende” ¿Cuántas veces creemos que es en nuestra propia fuerza que podemos ganar la batalla? ¿Cuántas veces nos vemos al espejo y pensamos “que fuerte soy, que reparado estoy y que bien me veo”, que venga el enemigo que aquí lo he de estar esperando? A lo que Dios nos dice “entiende, no es por ti ni es con tu fuerza, es únicamente por medio de mí que obtendrás la victoria. Yo soy el que pasa delante de ti como fuego consumidor y arrasa con todo lo que se presente en el camino” Entendiendo esta gran verdad David dice lo siguiente “Tú me darás la victoria sobre mis enemigos; yo, por mi parte, sacrificaré en tu tabernáculo sacrificios de júbilo; Cantaré y entonaré alabanzas a Jehová.” En el antiguo testamento existían 4 tipos de sacrificios, dos eran para reconciliar al pueblo con Dios a causa de su pecado y dos eran sacrificios de acción de gracias. Dios había sido tan bueno con David a lo largo de los años, ni una vez había sido derrotado en el campo de batalla, bajo su mandato la nación de Israel se extendió diez veces más de su tamaño original, los ejércitos rivales templaban de tan solo pensar en invadir a Israel. Ante tantas bendiciones solo había gratitud y alabanza en el corazón de David. ¿Qué de nosotros? ¿Sabían que en la cruz del calvario Jesús venció sobre sus enemigos? ¿Sabían que por medio de la fe en el podemos obtener victoria sobre el pecado? antes vivíamos como esclavos, cargando el peso de años y años de maldad, sin embargo, por la fe en él, su muerte se hizo nuestra muerte al pecado y su resurrección poderosa se hizo nuestra resurrección victoriosa a una nueva vida. ¡ahora somos libres¡ y en él y solo en él podemos tener victoria sobre el mundo, la carne y el diablo. ¡No les parece eso maravilloso¡, ¿Cómo no alabarle? ¿Cómo no gritar de alegría y cantar himnos a mi Dios? él es bueno, el hizo tanto por nosotros. Cierto día se le pidió a un campesino contar lo que Cristo había hecho por él, entonces él se fue al bosque, escarbo un poco la tierra y saco un gusano. Puso al gusano al medio de un montón de hojas secas, y con un fósforo comenzó a quemar las hojas, cuando ya el fuego estaba a punto de quemar al gusano, él tomó al gusano en sus manos y dijo “este es mi gusano” y lo salvo y al acabar la demostración dijo “eso mismo hijo Jesús por mí”. Eso es lo que el Señor hizo por cada uno de nosotros, cuando ya estábamos a punto de quemarnos en el fuego del infierno, el por amor entrego su vida para salvarnos, nos libró del fuego, nos tomó entre sus manos y dijo “este es mi gusano”. Ante semejante amor lo único que debe salir de nuestra vida y de nuestros labios son alabanzas a nuestro amado Rey. ¡él| es digno de ello¡ Corpus Unum!