Escritura
Por tanto, guárdate, y guarda tu alma con diligencia, para que no te olvides de las cosas que tus ojos han visto, ni se aparten de tu corazón todos los días de tu vida; antes bien, las enseñarás a tus hijos, y a los hijos de tus hijos.
La nación de Israel estaba a puertas de entrar a la tierra prometida y antes de hacerlo Moisés reúne al pueblo y les recuerda dos cosas, en primer lugar, les recuerda el amor y el cuidado que tiene Dios con su pueblo y en segundo lugar les muestra el privilegio que tienen como nación de contar con los estatutos y juicios justos dados por Dios. ¿Qué otra nación gozaba de estos privilegios? Ninguna. Israel se encontraba en el corazón de Dios. esta es la razón por la cual Moisés comienza diciendo: “por tanto” en vista a todo el amor y cuidado que Dios derramo sobre su pueblo ¿Qué tenían que hacer? Dice el texto “guárdate y guarda tu alma con diligencia” La palabra guardar significa cuidar, proteger o custodiar. ¿Qué tenemos que guardar? Nuestra alma o corazón. Tenemos que protegerla del enemigo quien intenta cada día arrebatar todo lo que Dios sembró en nuestras vidas ¿Cómo lo vamos a lograr? Así como alguien cuida una planta regándola cada día para que esta crezca sana y saludable, de la misma forma el creyente debe cuidar su corazón regándola con el agua de vida que es la palabra de Dios. Si hacemos esto no olvidaremos todo lo que Dios ha hecho por nosotros, sino por el contrario las llevaremos en nuestro corazón y las enseñaremos a nuestros hijos. Alguien dijo lo siguiente “guardar la palabra en el corazón es meter una cosa buena en un buen lugar para un buen fin.” Muchos tienen la Biblia en la cabeza, o en el bolsillo. Sin embargo, lo que necesitan es tenerla en el corazón. Se cuenta que recorriendo los caminos del país de Gales iba un ateo, el señor Hone; iba a pie y al caer la tarde sintiéndose cansado y sediento, se detuvo a la puerta de una choza donde una niña estaba sentada leyendo un libro. Le pidió el viajero agua; la niña le contestó que, si gustaba pasar, su madre le daría también un vaso de leche. Entró el señor Hone en aquel humilde hogar donde descansó un rato y satisfizo su sed. Al salir vio que la niña había reanudado la lectura, y le preguntó: --¿Estas preparando tu tarea, pequeña? --No señor –contestó la niña--, estoy leyendo la Biblia. --Bueno, ¿te impusieron de tarea que leyeras unos capítulos? --Señor, para mí no es tarea leer la Biblia, es un placer. Esta breve plática tuvo tal efecto en el ánimo del Señor Hone, que se propuso leer él también la Biblia, convirtiéndose en uno de los más ardientes defensores de las sublimes verdades que ella enseña. ¿Qué de nosotros querido amigo? ¿Es un placer leer la palabra de Dios? ¿la leemos y la meditamos cada día? ¿la estamos memorizando y poniendo en práctica? Si queremos estar firmes en la batalla, tenemos que comenzar por guardar la bendita palabra de Dios en nuestra mente y en nuestro corazón. Dios los bendiga. Corpus Unum
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