Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe.

Antes de conocer a Jesús, por la naturaleza pecaminosa que controlaba nuestro ser no teníamos la capacidad de hacer lo bueno o por lo menos en los parámetros que Dios estipulaba. Esta es la razón por la cual el apóstol Pablo en la carta a los Romanos dijo lo siguiente “no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno” Sin embargo por la obra de Cristo y poder el Espíritu Santo en nuestras vidas llegamos a ser nuevas criaturas, criaturas con la capacidad de hacer el bien a las demás personas. Dice el texto “así que según tengamos oportunidad hagamos bien a todos” las oportunidades para hacer el bien no la encontraremos todo el tiempo, muchos pasamos la mayor parte del tiempo en el trabajo, en los estudios o en el hogar y son pocas las ocasiones que se presentan en el día para hacer algún bien a alguien, por esta razón deberíamos de aprovechar cada oportunidad que tengamos ya que de lo contrario estas oportunidades nunca más se volverán a presentar de la misma forma. Y cuando se trata de hacer bien a alguien no debemos de hacer distinciones, Dios nos manda a hacer el bien a todos, a personas de cualquier edad, sexo, color de piel, religión, condición social o nacionalidad. “mayormente a los de la familia de la fe” toda persona que humildemente haya reconocido su bancarrota espiritual se haya arrepentido de sus pecados y colocado su fe en el salvador llega a ser parte de la familia de Dios y como tal tiene un deber especial con sus hermanos en la fe. Así como un padre tiene el deber para con sus vecinos sin embargo su responsabilidad primaria recae en su hogar, de la misma forma es el creyente, debemos ser buenos y bondadosos con las demás personas, pero nuestros hermanos en la fe deben tener un lugar especial en nuestro corazón. Alguien conto la siguiente historia. Un golfista argentino que había ganado algunos trofeos, al finalizar uno de esos torneos en el cual fue el triunfador, recibió un cheque por una considerable suma de dinero, el por supuesto estuvo muy feliz de recibir ese premio económico, fue hasta el estacionamiento y puso sus palos de golf hasta el baúl del automóvil, de pronto se le acerco una mujer de semblante triste y demacrado y le dijo “señor hoy fue un gran y feliz día para usted, pero es un día muy triste para mi” y el más por curiosidad que por otra cosa le pregunto, ¿Señora que es lo que le sucede? Y ella le respondió “Señor tengo un hijito que se está muriendo, tiene una enfermedad incurable en su sangre, no hay ninguna esperanza para él, mi bebe se está muriendo lentamente.” El corazón de ese golfista profesional fue tocado y le dijo a la mujer: señora me permite hacer algo por usted y por su hijito. Saco el cheque de su cartera, lo doblo y se lo entregó a la mujer, diciendo: acepte esto, y trate de comprar alguna felicidad para usted y su bebe. Los amigos que estaban con él lo miraron asombrado y la mujer tenía en su rostro una expresión de grata incredulidad, una semana más tarde él estaba en el club de golf almorzando con algunos ejecutivos de golf y uno de ellos le dijo “sabes que la mujer a quien entregaste tu cheque la semana pasada no tiene ningún hijito enfermo, no hay ningún bebecito que se esté muriendo, ella no es más que una mujer que ha convertido en arte el engañar a los demás, así que tú fuiste una más de sus víctimas. Y el golfista respondió “esto es maravilloso, es la mejor noticia que he recibido, imagínate no hay ningún bebe que se esté muriendo por una incurable enfermedad de la sangre” que hermosa historia. Sabes, muchos nos podemos volver cínicos si es que tenemos temor de hacer el bien porque alguien se puede aprovechar de nosotros ¿cuán bueno es saber que es Dios quien lleva las cuentas y no ningún ser humano? Y que importa si los demás se aprovechan de nosotros si actuamos como el Señor Jesús. Dios nos guíe a hacer el bien el día de hoy ya sea en nuestro hogar, en nuestros trabajos o en el lugar donde nos encontremos. Dios los bendiga. Corpus Unum.