Escritura
20 Aconteció que al cumplirse el tiempo, después de haber concebido Ana, dio a luz un hijo, y le puso por nombre Samuel, diciendo: Por cuanto lo pedí a Jehová. 25 Y matando el becerro, trajeron el niño a Elí. 10 Y vino Jehová y se paró, y llamó como las otras veces: ¡Samuel, Samuel! Entonces Samuel dijo: Habla, porque tu siervo oye. 6 Pero no agradó a Samuel esta palabra que dijeron: Danos un rey que nos juzgue. Y Samuel oró a Jehová. 7 Y dijo Jehová a Samuel: Oye la voz del pueblo en todo lo que te digan; porque no te han desechado a ti, sino a mí me han desechado, para que no reine sobre ellos. 1 Había un varón de Benjamín, hombre valeroso, el cual se llamaba Cis, hijo de Abiel, hijo de Zeror, hijo de Becorat, hijo de Afía, hijo de un benjamita. 2 Y tenía él un hijo que se llamaba Saúl, joven y hermoso. Entre los hijos de Israel no había otro más hermoso que él; de hombros arriba sobrepasaba a cualquiera del pueblo. 13 Entonces Samuel dijo a Saúl: Locamente has hecho; no guardaste el mandamiento de Jehová tu Dios que él te había ordenado; pues ahora Jehová hubiera confirmado tu reino sobre Israel para siempre. 14 Mas ahora tu reino no será duradero. Jehová se ha buscado un varón conforme a su corazón al cual Jehová ha designado para que sea príncipe sobre su pueblo, por cuanto tú no has guardado lo que Jehová te mandó.
El primer libro de Samuel es el primero de tres libros «dobles» del Antiguo Testamento. Estamos hablando de: 1 y 2 Samuel, 1 y 2 Reyes y 1 y 2 Crónicas. Originalmente los dos libros eran uno solo, es decir, tres libros en lugar de los seis que conocemos hoy en día. Fueron separados por los traductores de la Septuaginta, es decir la versión griega de la Biblia hebrea. Juntos, esos libros reportan el ascenso y descenso de la monarquía hebrea. El autor de 1 Samuel es desconocido. Era un recopilador que recibía información de cuatro fuentes (note 1 Crónicas 27:24; 29:29). Él rápidamente narra la historia del establecimiento de la monarquía del pueblo de Israel. Esta narración comienza donde termina Jueces 16:31. El título del libro, «Samuel», viene del hombre principal en la historia. Samuel era el último juez y el primer profeta en una lista larga de profetas hebreos. Él ungió a dos reyes de Israel: Saúl y David. La importancia de Samuel durante su vida era similar a la importancia de Moisés en su época (Salmo 99:6; Jeremías 15:1). No se puede determinar con exactitud la época en que fue escrito este libro, quizás fue después de la muerte de Salomón (alrededor del año 931 antes de Cristo) y antes de la cautividad por Asiria (alrededor del año 721 o 722 antes de Cristo). Probablemente fue más o menos 930 años antes de Cristo. Se trata del tiempo desde el nacimiento de Samuel hasta la muerte de Saúl lo que comprende fue en el año 1010 antes de Cristo, o aproximadamente un período de más o menos noventa y cuatro años. Los personajes más importantes de 1 Samuel son el profeta Samuel, el rey Saúl y David, el pastor. El capítulo clave es el capítulo quince y los versículos claves son 1 Samuel 15:22–23. El libro nos muestra la verdad de ese principio. Históricamente, el libro de 1 Samuel muestra el origen divino de la dinastía de David y el papel de los profetas en su establecimiento. Doctrinalmente, es un tratado sobre la importancia de la obediencia y la soberanía de Dios en establecer y quitar los reyes. Cristológicamente, el libro nos cuenta del reino de David sobre el cual reinará el Mesías, Cristo Jesús, en el futuro. Mientras estudiamos este el libro debemos buscar ver la mano de Dios en los asuntos de la humanidad. Aquí está la prueba de que la historia es la historia de Dios y el registro de Sus hechos en la historia de la humanidad. En primer lugar, veamos el preludio al reino (1 Samuel 1:1-7:17) 1 Samuel comienza con lágrimas; una mujer llora porque no tiene hijos (Capítulo 1). Dios miró sus lágrimas y respondió a sus oraciones por un hijo. Ella estaba tan segura de que el niño era la respuesta a sus oraciones a Dios que le puso el nombre «Samuel», que significa «pedido de Dios». Cuando el niño cumplió 3 años lo llevó al tabernáculo del Señor en Silo y lo dedicó al servicio de Dios. Samuel fue educado por Elí, el sacerdote del pueblo de Israel, que vivía en el tabernáculo de Dios. Mientras tanto, Elí y sus hijos fallaron horriblemente como sacerdotes (1 Samuel 2:12-28). Los hijos de Elí eran irreverentes, inmorales y grandes pecadores ante Dios. Un profeta vino y los regañó, avisando a Elí del juicio de Dios si no cambiaban. Elí era demasiado débil para controlar a sus hijos, y ellos no pusieron atención al leve castigo. Alguien tenía que hacer algo. ¡Y Dios lo hizo! Dios habló al joven Samuel por la noche (Capítulo 3). Era la primera de muchas ocasiones cuando Dios se comunicó con Samuel de esta manera, porque Dios había escogido a Samuel como Su profeta. La superstición llenó la tierra (Capítulo 4-6). Cuando los israelitas salieron a pelear contra los filisteos, llevaron el arca del pacto con ellos, pensando que eso les ayudaría en la batalla. Los dos hijos de Elí murieron en batalla y los paganos tomaron el arca del pacto. Al oír estas noticias, Elí murió. El pueblo perdió la esperanza, pero Dios no había terminado. Él afligió a los filisteos hasta que devolvieron el arca a los hebreos. Entonces, Dios habló al pueblo de Israel por medio de Samuel (Capítulo 7). Toda la nación desde Dan hasta Beerseba lo reconoció como profeta de Dios. Así que, el pueblo respondió cuando Samuel inició una reunión solemne en Mizpa. Les mandó a quitar sus dioses paganos y a servir solamente a Jehová. Rogó que regresaran a Dios con todo su corazón, y obedecieran a Él. Los filisteos los atacaron mientras los israelitas se reunían, y Dios les dio a los israelitas una gran victoria sobre los invasores. Samuel ganó el respeto del pueblo como juez y profeta. Viajaba por toda la tierra y juzgaba al pueblo de Israel hasta que murió. En segundo lugar, veamos el establecimiento del reino (1 Samuel 8:1-12:25) Pero no todo iba bien aún. Samuel cometió errores al educar a sus hijos, quienes sirvieron como jueces en Israel cuando él llegó a ser viejo. Fueron mercenarios, recibieron sobornos e hicieron juicios perversos. Por eso, vinieron los ancianos del pueblo de Israel a Samuel y pidieron que él nombrara a alguien como rey sobre ellos (8:1-5). Aunque la razón por esta petición era la maldad de los hijos de Samuel, la popularidad de la petición indica que la súplica por un rey vino de todos los ancianos de la nación. Sin embargo, Samuel no quiso aceptarla, al pensar en los posibles peligros de ese plan de acción. Él oró a Dios y recibió una respuesta sorprendente. Aparentemente defendía su propio ministerio al resistir la idea de un rey. Dios le recordó a Samuel que la gente estaba rechazando a Dios y no a Samuel, con la petición de pedir un rey. Vivían bajo una teocracia (el mando de Dios) pero su corazón malo y perverso pedía una monarquía (donde el poder y el mando estuvieran en un rey). Dios animó a Samuel a protestar contra este plan de acción, pero al final, que cediera y diera un rey al pueblo. Samuel avisó a la gente que un rey reclutaría a sus hijos para el servicio civil y militar, les impondría impuestos pesados y les pondrían cargas tan pesadas que clamarían a Dios pidiendo alivio (8:10-18). Pero aún con eso, estaban decididos a tener un rey. Dios dijo a Samuel que enviaría a un joven que sería el primer rey del pueblo de Israel. Entonces Samuel se encontró con el joven llamado Saúl, de la tribu de Benjamín, y lo ungió como rey en una ceremonia privada. El espíritu del Señor cayó sobre Saúl, y Dios cambió su corazón. El nuevo rey fue reconocido en una convocatoria pública. Echaron suertes entre las tribus y la suerte cayó sobre la tribu de Benjamín. Echaron suertes entre las familias de esa tribu, y la suerte cayó en la familia de Matri. Echaron suertes entre los hombres de esa familia, y la suerte cayó en Saúl, el hijo de Cis. De esta manera, Dios identificó públicamente a quien Samuel había ungido en privado. Todos gritaron «¡Viva el rey!» y volvieron a sus casas. Saúl también regresó a su casa y siguió trabajando en su granja. En una segunda reunión en Gilgal, Saúl fue revalidado como rey cuando guió al ejército de Israel contra los amonitas y ganó una victoria gloriosa (Capítulo 11). Por fin, un gobierno fue establecido que unía las doce tribus en un reino fuerte en lugar de una confederación débil. El reino duró 120 años, durante los reinados de Saúl, David y Salomón. Cada uno reinó por cuarenta años. Con la muerte de Salomón, el reino se dividió en dos partes (Israel y Judá) y nunca se unió de nuevo. El período del reino unido duró más o menos desde el año 1050 hasta el año 930 antes de Cristo. En tercer lugar, veamos el futuro del reino (1 Samuel 13:1-15—15:35) El reino de Saúl comenzó con grandes esperanzas. Por un tiempo él servía al Señor con todo su corazón y el Señor lo prosperaba. Pero comenzó a dar la espalda a Dios y el juicio divino cayó sobre él, exactamente como Samuel profetizó. Saúl fracasó a causa de su espíritu irreverente. Mientras él esperaba que viniera Samuel para ofrecer un sacrificio antes de entrar a la batalla, unos soldados comenzaron a desertarse de su ejército. Él mismo se metió al oficio de sacerdote y ofreció el sacrificio. Samuel le avisó que aquel acto de irreverencia le iba a costar el reino. Saúl fracasó a causa de su espíritu de imprudencia. Hizo un voto de que cualquiera persona que comiera durante la batalla con los filisteos sería ejecutada. Jonatán no sabía de lo que su padre había jurado. Él metió la punta de su lanza en un panal de abejas y comió la miel mientras perseguía al enemigo. Y su padre Saúl le hubiera matado si la gente no le hubiese detenido. Saúl fracasó por su desobediencia (Capítulo 15). Dios mandó que Saúl exterminara a los amalecitas y le dio una victoria grande sobre ellos. Pero Saúl dejó vivo al rey y lo mejor de su ganado en desobediencia a Dios. Samuel le reprendió y le abandonó. Y jamás le volvió a ver. Saúl también fracasó a causa de la brujería (Capítulo 28). Por un tiempo, él trataba de eliminar tal error del pueblo de Israel, pero no pudo. Luego consultó con una adivina de Endor en un intento de comunicarse con el espíritu de Samuel, que ya se había muerto. Recibió el mensaje de que Israel sería derrotado por los filisteos y que él mismo moriría en la batalla. El rey Saúl, que comenzó su reino con gran esperanza, lo terminó con un fracaso vergonzoso porque se suicidó (Capítulo 31). Cuando Saúl dio la espalda al Señor, Dios buscó a un hombre conforme a Su corazón para ser el próximo rey del pueblo de Israel (Capítulo 16). Mandó al profeta Samuel fuera de Belén a la casa de Isaí para ungir a uno de sus hijos como el próximo rey. El menor de los hijos, un joven llamado David, fue ungido por el profeta de Dios. El joven no sabía cómo ser un rey, así que Dios le puso en un entrena- miento especial. Primero, se entrenó en el palacio. El rey Saúl trajo a David al palacio para tocar el arpa cuando sufría períodos de depresión (16:14-28). David observó las actividades en el palacio día tras día. Segundo, fue entrenado en el campo de guerra (Capítulos 18-19). Saúl les envió a unas acciones militares contra los filisteos. David tuvo tanto éxito que las canciones populares le atribuyeron diez veces las victorias que a Saúl. Y eso llegó a ser un problema. En tercer lugar, David fue entrenado a través de la amistad (Capítulo 20). Jonatán era el príncipe, el heredero al trono, pero él hizo tanta amistad con David que, al ver cómo Dios ordenaba los asuntos nacionales, él renunció su derecho de reinar para que David tuviera el trono. Tal acción afirmó en la mente de David que su ungimiento por Samuel de verdad fue de Dios. En cuarto lugar, David fue entrenado por la adversidad. Saúl llegó a estar celoso de David. Los celos se convirtieron en un odio insensato. David tuvo que huir del palacio y de la presencia de Saúl para salvarse la vida. Saúl había tratado de matar a David con su propia mano (18:7-11; 19:9-10). Además, mandó que cualquier persona que encontrara a David lo matara. Por mucho tiempo, David vivía en el desierto, escondido del rey Saúl. Dos veces tuvo la oportunidad de matar a Saúl, pero no lo hizo, porque Saúl era el ungido de Dios (24:1-7; 26:7-11). Por fin, Dios quitó el reino a Saul. Al sufrir una derrota en una batalla con los filisteos, él se inclinó sobre su propia espada y se mató (31:3-4). Saúl tuvo otros hijos que pudieran haber refutado el derecho de David a reinar, pero esta no era la intención de Dios. El hombre conforme al corazón de Dios gobernaría a la nación escogida por Dios. Este fue el panorama Bíblico de hoy en el primer libro de Samuel donde hemos hablado acerca del liderazgo. Que Dios los bendiga al estar estudiando su palabra Si él nos lo permite nos vamos a escuchar en la próxima lección.
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