Escritura
Al salir él para seguir su camino, vino uno corriendo, e hincando la rodilla delante de él, le preguntó: Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna? 18 Jesús le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno, sino sólo uno, Dios. 19 Los mandamientos sabes: No adulteres. No mates. No hurtes. No digas falso testimonio. No defraudes. Honra a tu padre y a tu madre. 20 El entonces, respondiendo, le dijo: Maestro, todo esto lo he guardado desde mi juventud. 21 Entonces Jesús, mirándole, le amó, y le dijo: Una cosa te falta: anda, vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme, tomando tu cruz. 22 Pero él, afligido por esta palabra, se fue triste, porque tenía muchas posesiones. 23 Entonces Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos: ¡Cuán difícilmente entrarán en el reino de Dios los que tienen riquezas! 24 Los discípulos se asombraron de sus palabras; pero Jesús, respondiendo, volvió a decirles: Hijos, ¡cuán difícil les es entrar en el reino de Dios, a los que confían en las riquezas! 25 Más fácil es pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios. 26 Ellos se asombraban aún más, diciendo entre sí: ¿Quién, pues, podrá ser salvo? 27 Entonces Jesús, mirándolos, dijo: Para los hombres es imposible, más para Dios, no; porque todas las cosas son posibles para Dios.
Existe en el mundo personas tan pobres que lo único que tienen es dinero. Hoy continuaremos con la serie “Vida Nueva” y el mensaje de este estudio se titula “Joven, rico y famoso” con ustedes su amigo y pastor Paúl Tinoco. Muchos dedican horas y horas en acumular riquezas, pensando que con ello encontrarán la felicidad que su alma necesita, sin embargo, no importa cuántos lujos tengamos ni cuantas posesiones lleguemos a acumular ninguno de esos juguetes nos darán la paz y la felicidad que nuestra alma necesita. Esto lo prueban los dichos de los siguientes hombres, todos ellos multimillonarios bien conocidos y famosos: Juan B. Rockefeller dijo: «He hecho muchos millones, pero no me han traído ninguna felicidad. Los cambiaría de buena gana por aquellos días en los que me sentaba ante mi mesa de trabajo en Cleveland y me consideraba rico con un sueldo de tres dólares semanales». Podemos añadir que este famoso millonario, además de tener la salud quebrantada, necesitaba una guardia permanente para preservar su vida de enemigos codiciosos de su fortuna. W. Vanderbilt dijo: «La administración de 200 millones de dólares es un peso bastante grande para anonadar cualquier cerebro; es un peso aplastante capaz de matarle a uno. No hay en ello ningún placer». Juan Jacobo Astor dejó cinco millones de dólares, una gran fortuna en su tiempo; pero había sido un mártir de la dispepsia y la melancolía. Su confesión fue: «Soy el hombre más miserable de la tierra». Henry Ford, el rey de los automóviles, dijo: «El trabajo es el único placer; es tan solo el trabajo lo que me conserva vivo y hace la vida digna de ser vivida. Yo era más feliz cuando hacía el trabajo de mecánico». Andrés Carnegie dijo: «Los multimillonarios raramente sonríen». Todas estas frases simplemente confirman que el dinero es inútil para saciar un alma que carece de paz, gozo y esperanza. El dinero en sí mismo no es malo, es como un medicamento, si la administramos en la dosis correcta y la sabemos utilizar será muy provechoso para nosotros, pero si la consumimos todos los días y no podemos desprendernos de ella, pronto nos llevará camino a la tumba y no solo eso, también camino al infierno. Les invito a abrir la Palabra de Dios en el libro de Marcos capítulo 10:17-27, hoy estudiaremos el encuentro que tuvo Jesús con un hombre joven, rico y famoso. La palabra de Dios dice “Al salir él para seguir su camino, vino uno corriendo, e hincando la rodilla delante de él, le preguntó: Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna? Jesús le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno, sino sólo uno, Dios. Los mandamientos sabes: No adulteres. No mates. No hurtes. No digas falso testimonio. No defraudes. Honra a tu padre y a tu madre. El entonces, respondiendo, le dijo: Maestro, todo esto lo he guardado desde mi juventud. Entonces Jesús, mirándole, le amó, y le dijo: Una cosa te falta: anda, vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme, tomando tu cruz. Pero él, afligido por esta palabra, se fue triste, porque tenía muchas posesiones. Entonces Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos: !Cuán difícilmente entrarán en el reino de Dios los que tienen riquezas! … Ellos se asombraban aún más, diciendo entre sí: ¿Quién, pues, podrá ser salvo? Entonces Jesús, mirándolos, dijo: Para los hombres es imposible, más para Dios, no; porque todas las cosas son posibles para Dios.” Cierto día mientras Jesús se encontraba en Perea, una ciudad localizada al oriente del río Jordán, se presentó a su encuentro un hombre, este hombre tenía ciertas características, en primer lugar, era un hombre joven, probablemente tenia entre veinte y treinta años, en segundo lugar, era un hombre muy rico y acaudalado, un joven con la billetera bien cargada, es poco probable que un hombre se vuelva rico a tan corta edad, así que probablemente recibió una gran herencia de su familia. En tercer lugar, este hombre era un principal entre los judíos, algunos teólogos creen que era el líder de una sinagoga o lugar donde se reunía el pueblo para estudiar las escrituras, y por último era un hombre con un carácter moral y religioso admirable. Waoo que curriculum vitae tenía este hombre. Estoy seguro de que muchas chicas estaban tras de él y muchos padres lo aceptarían felices como parte de su familia. Marcos cuenta que este joven vino a Jesús corriendo, a pesar de que en los tiempos de Jesús la gente de prestigio no corría, ya que al correr se les levantaba su túnica y se exponían a que la gente les viera sus piernas, esto era considerado poco digno y hasta vergonzoso, por tal motivo nadie que era respetable en el pueblo lo hacía, sin embargo, él lo hizo y con esta actitud vemos el entusiasmo y el interés que tenía por conocer a Jesús. A pesar de todos sus logros religiosos, este hombre en lo más profundo de su ser sabía que algo le faltaba, sabía que había una duda dolorosa respecto a su relación con Dios, sabía que no tenía vida eterna, así que fue donde la persona indicada para responder todas sus preguntas. Se acercó a Jesús, se arrodillo delante de él y le hizo la pregunta del millón, era la pregunta que casi todos algún día nos lo hemos hecho. Le dijo “maestro bueno ¿Qué debo hacer para heredar la vida eterna?” Ante esta pregunta, Jesús le responde “¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno sino solo uno, Dios” antes de responder su pregunta Jesús quería que este joven entendiera bien el concepto de ser una persona buena, muchos tenemos un concepto equivocado en este tema. La palabra bueno es algo absoluto y no relativo, las personas pueden mostrar ciertos actos de bondad, pero solo Dios es absoluta, perfecta y eternamente bueno. Jesús conocía que este hombre tenía un concepto equivocado de sí mismo, él se creía justo, él se creía bueno, y esto no era cierto. Así como este joven muchos en el mundo tienen el concepto de que son personas buenas que a veces hacen cosas malas, sin embargo, el concepto que la Biblia enseña es todo lo contrario, somos personas malas que por la gracia y misericordia de Dios a veces hacemos cosas buenas. Nacemos con una naturaleza inclinada al pecado, el Apóstol Pablo describe bien nuestra condición en la carta a los Romanos 3:10 donde dice “no hay justo, ni aun uno; no hay quien entienda, no hay quien busque Dios, todos se desviaron, a una se hicieron inútiles, no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno”. Cuando nos comparamos con personas como Hitler, Stalin, Sadam Husein, Bin Laden u otro, al lado de ellas parecemos personas buenas, justas, respetables y dignas de admiración, sin embargo, cuando nuestro estándar no es el Hombre sino Dios, solo nos queda reconocer nuestra maldad e inmundicia delante de él. Seguido a esto Jesús le dice “los mandamientos sabes: no adulteres, no mates, no hurtes, no digas falso testimonio, no defraudes, honra a tu padre y a tu madre” a lo que el joven rico contesta inmediatamente “maestro todo esto lo he guardado desde mi juventud”. Jesús no tenía en mente enseñar a este joven que para que pueda ser salvo él tenía que guardar cada uno de los mandamientos, sino todo lo contrario, Jesús quería mostrarle cuán lejos estamos de cumplir la ley de Dios. El Apóstol Pablo cita en Romanos 3:20 “ya que por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de él, porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado” La ley de Dios es como un bisturí que nos deja al descubierto ante el padre y si somos sinceros cada uno de nosotros ha quebrantado la ley no solo una, sino miles de veces. Este joven vivía tan cegado por su religión que no entendía realmente el estado pecaminoso de su alma, él creía que guardar la ley tenía que ver simplemente con cumplirla externamente, sin embargo, la ley de Dios evalúa aún las intenciones del corazón. En lugar de guardar la ley como creía que lo estaba haciendo, la violaba a diario en su mente y en su corazón. Ante la respuesta del joven Jesús pudo haberle dicho “oye tu eres un hombre mentiroso y arrogante, yo te conozco y sé que miles de veces en tu vida has quebrantado la ley de Dios” sin embargo no lo hizo, las escrituras dicen “Jesús mirándole, le amo” que gracia más maravillosa, Jesús era un hombre compasivo y lleno de misericordia y esto se reflejaba en sus palabras y en su actitud. “Una cosa te falta” fueron las palabras de Jesús a este joven “anda y vende todo lo que tienes y dalo a los pobres y tendrás tesoro en el cielo; y ven sígueme, tomando tu cruz” ¿Qué cosa le faltaba a este joven? ¿acaso si este joven vendía todas sus posesiones y se las daba a los pobres tenia entrada en el reino de los cielos? Creo que no, el punto era que el primero tenía que quitar o remover el ídolo que había en su corazón, para hacer de Jesús el único objeto de adoración, deleite y satisfacción, y la evidencia de que su amor por el dinero quedaba en segundo plano era el venderlo todo y entregarlo a los pobres. Un teólogo dijo lo siguiente: “Lo que Jesús realmente le estaba diciendo era esto: Joven imagínate una vida sin dinero, imagínate una vida sin bienes materiales, sin casa, sin carro, sin ropa lujosa, sin cuenta bancaria, imagínate una vida en la que únicamente me tuvieras a mí, ¿estarías satisfecho?” Y la respuesta del joven fue no. Él no estaba dispuesto a dejarlo todo y seguir al maestro, su amor hacia el dinero superaba en creces al amor que decía tener a Dios y a su prójimo. Dice el texto “entonces afligido por esta palabra se fue triste, porque tenía muchas posesiones” ¿saben porque se fue triste? Porque prefirió sus riquezas que a Jesús. La Biblia dice “Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas” la riqueza terrenal y la satisfacción temporal era el dios de este hombre y cuando había que tomar una decisión él eligió a quien verdaderamente amaba. ¿Significa esto que todos los cristianos o seguidores de Cristo tienen que ser pobres? Claro que no, el problema de este muchacho no era que tenía muchos bienes, el problema radicaba en que los bienes lo tenían a él, él era un esclavo de sus riquezas. Seguido a esto Jesús mirando alrededor dijo ¡cuán difícilmente entrarán en el reino de Dios los que tienen riquezas ¡Ante esto los discípulos se asombraron y dijeron ¿Quién pues podrá ser salvo? A lo que Jesús respondió “Para los hombres es imposible” esta es una de las verdades más grandes en toda la Biblia. La salvación es imposible de alcanzar por medio de méritos o esfuerzos humanos. “más para Dios no hay nada imposible” la salvación únicamente depende de la obra de Dios. El diseño un plan maravilloso de salvación, un plan lleno de gracia y misericordia, él se hizo hombre así como nosotros, vivió una vida perfecta, y como cordero sin mancha y sin pecado fue llevado al matadero, y en esa cruz cargó con el pecado del hombre y en ese madero llevó toda nuestra maldad e inmundicia, sin embargo ahí no quedo todo, la muerte no tuvo poder sobre él y al tercer día resucitó de entre los muertos y ahora ofrece vida eterna y salvación a todo aquel que humildemente reconoce su bancarrota espiritual, se acerca a él con un corazón arrepentido y deposita su fe y su confianza únicamente en él. Se cuenta del multimillonario Vanderbilt que cuando se acercó el final de su vida pidió a un fiel criado suyo negro que se acercara a su cama y le cantara el antiguo himno evangélico «Acercaos, pecadores, pobres y necesitados». El negro cantó el himno con toda la emoción de su alma, cuya traducción al español es: Venid, oh pecadores; Jesús, refugio vuestro, os llama, y en su seno, amparo os brinda ya. En este día grato del Evangelio santo, vuestra maldad llorando la salvación buscad. De tal manera al mundo amó Dios, que a su Hijo ha dado en sacrificio por nuestra iniquidad. Y Cristo, compasivo, a todos hoy recibe; «Al que a mí viene, dice, no le echaré jamás». Al concluir el himno, Vanderbilt confesó: ¡Soy un pobre y necesitado pecador! Todos somos así delante de los ojos de Dios, tanto si vivimos en la penuria económica o si somos multimillonarios. Todos necesitamos ir delante de su presencia y decir «¡Dios, ten misericordia de mí, que soy nada más que un pobre pecador!». Amado amigo tienes que tomar una decisión, te puedes ir hoy a casa triste, así como este joven rico y disfrutar por un tiempo de los placeres y juguetes terrenales que este mundo puede ofrecer o puedes dejarlo todo y seguirle únicamente él. ¿Qué camino eliges? Si decides seguir el camino del joven rico, déjame decirte que tu fin no será nada agradable, sin embargo, si decides seguir a Jesús gozaras de paz, esperanza y felicidad el resto de tu vida. Dios te bendiga.
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