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El Precio de la Salvación
Torturado Injustamente
Pastor - Ricardo Robinson
(Centro De Vida)
Aired on Feb 16, 2023
Feb 15, 2023
Duración:
00:14:30 Minutes
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4

Escritura

Hechos 4:12; 1 Timoteo 2:5-6.

Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos. Hechos 4:12 Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre, 6 el cual se dio a sí mismo en rescate por todos, de lo cual se dio testimonio a su debido

Me molesta mucho cuando las personas critican el mensaje de salvación que predico, diciendo que es demasiado fácil, lo que sucede es que desconocen el precio de la salvación; es cierto que la manera en que uno llega a salvarse del infierno es algo sencillo, no es complicado ni confuso, pero no por eso es fácil o barato. Jesús tuvo que pagar un gran precio para poder lograr nuestra salvación. Tuvo que dejar su trono en gloria, tomar forma humana y pasar por la vida como cualquiera de nosotros siendo tentado directamente por el diablo, pero sin someterse o ceder a la tentación. El requisito para poder ser nuestro Salvador es que tendría que vivir sin pecado y derramar su sangre sobre la cruz del calvario, ser sepultado y resucitar de la muerte. Todo esto tendría que acontecer para que nosotros pudiéramos tener una escapatoria de la condenación de nuestros pecados, es cierto que lo único que uno tiene que hacer es aceptar la verdad de que es pecador, arrepentirse de su maldad y recibir a Cristo en su corazón como único y suficiente Salvador. Es cierto que la fórmula es sencilla, pero no fue fácil para Jesús obtenerla, tuvo que luchar contra grandes obstáculos para ser nuestro Salvador campeón. Todo lo que le sucedió a Jesús en las últimas horas sobre la tierra, fueron injusticias enormes, en los momentos finales de su vida, ninguno estuvo a su lado si no Dios el Padre; y aún el Padre celestial le abandonó en los momentos de su crucifixión, pues no aguantó ver la carga del pecado de toda la humanidad sobre los hombros de su Hijo amado, en agonía, Jesús clamó: ¡Dios mío, Dios mío, ¡por qué me has desamparado! La noche antes de su muerte, Jesús pidió a sus discípulos que oraran con Él. El maestro divino ya sabía que la hora había llegado. ¿Crees tú que pudieron acompañarle en esos momentos de gran angustia? ¡No!, se dormían, no pudieron orar con Él ni siquiera una hora, por fin Jesús les dejó dormir, no los despertó hasta que habían venido por Él las autoridades, para llevarle a juicio; ¿y sabes quién le entregó en manos de las autoridades? Uno de sus propios discípulos.  Uno de los que habían andado por Él, por tres años, y no le entregó de manera limpia, sino traicionándole por medio de besarle la mejilla, pero en realidad, no le importó que le llevaran preso, pues todos sus discípulos iban con Él para acompañarle, ¿verdad? No. Huyeron, se corrieron. Le habían visto hacer milagros, le habían visto dar vista a los ciegos, le habían visto hasta resucitar a los muertos, pero en el momento cuando Él más necesitaba del compañerismo de ellos, corrieron atemorizados por sus vidas. Y las autoridades que habían llegado para arrestarle, ¿de qué le culpaban?, ¿cuál era su delito? Ninguno, pero eso no les detuvo de llegar en horas oscuras de la noche para atarle las manos y llevarle como un criminal para ser enjuiciado sin haber cometido ningún crimen. ¡Qué injusticia!, ¿cuáles eran los cargos? Para ganar tiempo, los soldados del templo, algunos miembros del Sanedrín, una compañía de soldados romanos y unos cuantos curiosos, le llevaron a casa de Anás, quien era un ex sumo sacerdote y actual suegro de Caifás, quien era el sumo sacerdote en ese tiempo. Le llevaron ahí porque necesitarían algo de tiempo para reunir a los setenta miembros del Sanedrín; Anás le hizo preguntas vagas, y cuando Jesús le contestó un alguacil, quien no tenía derecho de hacerlo, le golpeó. Lo que no quiero que te olvides mientras hablamos de todo esto es del hecho de que era el Hijo de Dios a quien le estaban haciendo estas cosas. En cualquier momento, Jesús, solo tenía que dar la orden, y centenares de ángeles bajarían del cielo para acabar con la humanidad.   Toda la noche Jesús sufrió una injusticia tras otra. Al ser llevado a casa de Caifás, en el patio del sumo sacerdote, uno de sus discípulos más cercanos, Pedro, le negó tres veces con blasfemias. El juicio era ilegal, pues el Sanedrín no tenía derecho de reunirse de noche, sin embargo, con un criminal tan peligroso como lo era Jesús, tuvieron que hacer una excepción. Imagínate, el hombre nunca había dañado a nadie en toda su vida, había ayudado a miles de personas, pero está siendo tratado como el enemigo número uno de toda la humanidad, fue arrestado sin ninguna orden de acusación formal. Fue llevado a la corte del Sanedrín sin ser permitido buscar a alguien quien llevara su caso, presentaron un sin número de testigos, todos falsos, que depusieron contra Él toda clase de mentiras, ninguno sirvió porque, como eran mentirosos, sus historias no concordaban. ¿Y dónde estaban los testigos quienes hablarían a favor de Jesús?, ¿dónde estaban sus discípulos? ¿Dónde estaba el ciego Bartimeo, dónde estaba Lázaro, Nicodemo o cualquiera de los que conocían a Jesús? ¿Dónde estaban?   Sin poder encontrar ninguna cosa de qué acusarle, por fin le juramentaron para que se condenara a sí mismo. Rasgando sus vestidos, Caifás el sumo Sacerdote, gritó desenfrenadamente que Jesús había blasfemado, ¿pero consintieron discutir la acusación de blasfemia? ¡Claro que no! Lo único que ellos querían era dar muerte a Jesús por causa de un celo que había crecido en sus corazones. El Sanedrín no tenía ningún derecho, ni la autoridad para condenar a nadie a muerte. Sin embargo, esa injusticia también fue realizada.   Durante todo el proceso del enjuiciamiento, los que estaban presentes no tuvieron ninguna misericordia de Jesús. Al ver los rostros de sus acusadores, Jesús no encontró ninguna sonrisa, ninguna palabra de aliento, parado frente al sumo sacerdote le escupían su rostro, le abofeteaban y le pegaban con el puño cerrado. Sin haber dormido, habiendo orado intensamente, de tal manera que sudara gotas de sangre, Jesús estaba totalmente exhausto, ya sabía lo que le esperaba. Quizás la angustia mental era aún más fuerte de los insultos y los golpes que recibía sobre su cuerpo cansado, ¿y quién levantó la mano para defenderle? Nadie.   A la mañana siguiente le llevarían donde Pilatos el procurador romano que estaba situado en Jerusalén, frente a Pilatos tendría que pasar por otro desfile de injusticias. Hablaremos de ello en nuestro próximo estudio, pero ahora quiero hacerte la siguiente pregunta. ¿Todavía piensas que la salvación es fácil?, ¿Crees que fue fácil para Jesús pasar por todo esto cuando con una sola palabra pudo haber escapado de todo? El asunto es que tenía que padecer estas injusticias, porque era la única manera en que tú pudieras llegar al cielo. La religión no puede llevarte al cielo, las buenas obras no pueden llevarte al cielo. Los santos ni ninguna otra persona, por muy divina que tú pienses que sea, puede llevarte al cielo. Hechos 4:12, dice claramente: “Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo dado a los hombres, en que podamos ser salvos”. 1 Timoteo 2:5-6, dice: “Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre, el cual se dio a sí mismo en rescate por todos, de lo cual se dio testimonio a su debido tiempo”. Mi amigo, todas estas injusticias las sufrió Jesús, porque era tu única salvación. Quizás sea fácil para ti, pero no lo fue para Jesús, si has comprendido lo que te estoy diciendo, ¿por qué no inclinas tu cabeza ahora conmigo y le pides perdón a Dios por tus pecados? Dile que sabes que eres pecador, pero que sabes que Jesús murió por todos tus pecados, pasados presentes y futuros y que tú aceptas el sacrificio que Él hizo por ti, Pídele a Jesús entrar en tu corazón, entrégale tu vida, y ¿sabes qué? Yo te prometo, por la autoridad que me da la Santa Palabra de Dios que Él entrará y que tú serás salvo en el preciso momento en que lo haces, creyendo de todo corazón. ¿Cómo puedo estar tan seguro? Porque Dios lo dice y Él no miente.   Vamos a orar. Padre, te pido que toques el corazón de mi amigo en este momento y que le ayudes a ver lo que hemos hablado hoy. El señor Jesús pasó por tantas injusticias solo para que nosotros pudiéramos ser salvos del infierno. Ayúdale a mi amigo a comprender que, aunque el plan de salvación es sencillo, en términos de comprensión, no es fácil ni es barato; Jesús tuvo que dar su vida para adquirirla para nosotros. Gracias, padre por contestar mi oración. En el nombre de Jesús. Amén.

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