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El Precio de la Salvación
Una Vida Perfecta
Pastor - Ricardo Robinson
(Centro De Vida)
Aired on Feb 15, 2023
Feb 15, 2023
Duración:
00:14:30 Minutes
Vistas:
22

Escritura

Romanos 3:23; Romanos 3:10

por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios. Romanos 3:23 Como está escrito: No hay justo, ni aun uno

No sé si eres perfeccionista o no, yo sí. Cuando hago alguna cosa, lo haré cuantas veces necesite hacerlo, con tal de que me salga bien, si tiene defectos, tengo que comenzar de nuevo. Al avanzar en la vida me estoy poniendo un poco menos exigente, antes era duro con mi esposa y mis hijos y también con mis hermanos en la fe, porque siempre he esperado de ellos lo que esperaba de mí, pero ahora me doy cuenta de que no puedo esperar lo mismo de todas las personas. Algunos tienen la capacidad de hacer lo que hago yo. Otros lo hacen mejor que yo, pero otros no pueden hacer lo que hago yo; y de igual manera, hay cosas que ellos pueden hacer que yo ni siquiera intentaría; pero cuando hablamos del asunto de la salvación, sí estamos hablando de perfección. Si una persona quiere entrar al cielo por sí mismo, va a tener que vivir una vida perfecta. Ni un solo pecado le es permitido, y sabemos que, para el hombre, esto es imposible pues Romanos 3:23, nos dice: “Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios”. Romanos 3:10, nos dice: “Como está escrito: No hay justo, ni aún uno”. El asunto es que, viendo la cosa desde este punto de vista, el hombre se encuentra en muy mal estado, pues, no es perfecto en cuanto a justicia y por lo consiguiente no tiene esperanza de entrar al cielo, lo malo es que no solo no puede entrar al cielo, sino que tiene que pagar la consecuencia de sus pecados, y ¿Cuál es la consecuencia? Bueno, Romanos 6:23, dice que es la muerte, es la separación de Dios. Sin embargo, el versículo 23, termina dando esperanza al hombre pues dice: “Mas la dádiva”, o sea, el regalo de Dios es vida eterna en Cristo Jesús, Señor nuestro. Así que sí hay esperanza para el hombre., lo único que tiene que hacer es admitir que es pecador y que por sí mismo no puede entrar al cielo y aceptar el sacrificio que Jesús hizo en la cruz del calvario, por Él, recibiéndole en su corazón como su único y suficiente Salvador. Ya sé lo que me vas a decir; tú me vas a decir que hacer esto es demasiado fácil, que debe haber más. Pero déjame decirte, que, aunque te suene demasiado fácil, no fue fácil, lograr este medio escapatoria que Jesús ofrece a todos los que creen en Él.   Para entrar al cielo, hay que cruzar un río, es el río de la vida, los únicos que pueden llegar al otro lado, donde está el cielo, son aquellos que no se hunden. ¿Cómo es que uno se hunde? Uno se hunde cuando comete pecado, el momento en que uno peca, está perdido y no tiene ninguna esperanza de llegar al otro lado, por sí mismo; por muy bueno que uno sea, el momento en el que tiene una pequeña falla y comete un pecado queda excluido de la carrera.   Vamos a suponer que tres nadadores se lanzan al río de la vida con la intención de cruzarlo y llegar al otro lado; supongamos que el río mide 10 kilómetros en anchura, los tres nadadores salen juntos. Al principio van bien, pero a los 5 kilómetros, uno de ellos ya no aguanta y se ahoga, los otros dos siguen adelante, después de haber nadado 9 kilómetros, el segundo se rinde y se ahoga, el mejor de los tres, sigue nadando con todas sus fuerzas, pero faltando 100 metros para llegar al otro lado, le dan calambres, se rinde y se ahoga. La pregunta que yo quiero hacerte es esta, ¿Cuál de los tres está más muerto? ¿El que nadó 5 kilómetros?, ¿El que nadó 9 kilómetros? o ¿A el que le faltaban solo 100 metros? Tú me dices: ¿Qué importa? Los tres están muertos, y yo te contesto, precisamente. El asunto es que no importa quién fue el mejor nadador, los tres fallaron porque no llegaron a la meta y así es con todo ser humano, no podemos llegar al cielo por muy bueno que seamos porque siempre caemos cortos de la meta, y la meta es la perfección. Solo ha habido una persona quien ha logrado la perfección esa persona es Cristo Jesús. Él es el único quien ha podido nadar los 10 kilómetros, sin hundirse, piensa en ello. Por treinta y tres años, Jesús estuvo aquí en la tierra, sin pecar ni una sola vez; ninguna otra persona lo ha podido lograr. Alguno podría argumentar el hecho de que Jesús no fue tentado como nosotros somos tentados, pero tal pensamiento es erróneo. Hebreos 4:15, nos dice: “Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado”. No como cualquiera de nosotros Jesús fue puesto a la prueba máxima. Cualquier tentación que el diablo pudiera lanzar sobre el hombre, Jesús tuvo que enfrentarlo, fue tentado en todo, pero cada vez que le vino la tentación, fue Jesús y no el diablo quien salió victorioso.   Nosotros somos tentados en solo algunas áreas de nuestra vida, pero en todo lo que el hombre pudiera ser tentado, Jesús fue tentado. La diferencia entre Él y nosotros es que Él nunca cedió a la tentación, nunca pecó. Jesús fue tentado en maneras en que tú y yo nunca seremos tentados. Esto lo digo debido a la habilidad de hacer exactamente lo que Él quería hacer. Tú y yo no tenemos esa habilidad, pero Jesús sí. Jesús no tuvo que someterse a ser tentado. Bien pudo haberse quedado en el cielo y permitido que cada ser humano pagara las consecuencias de su propia incapacidad de vivir en justicia. Él no tuvo que venir a la tierra y tomar forma de un ser inferior, pero lo hizo. Al venir Jesús a la tierra para iniciar su ministerio personal, bien pudo haber cedido a la tentación de adquirir fama, ¡Imagínate! Después de haber multiplicado unos cuantos bocados de comida, para alimentar a cientos de personas, quién no le iba a querer seguir, le seguirían solo para que no les faltara comida. Le iban a seguir solo para estar saludables. ¿A cuántas personas no vieron recibir sanidad al tocarles Jesús con las manos? Estando junto a Él, nunca tendrían dolor, ¿quién no le iba a querer seguir?, hasta le vieron resucitar a los muertos, ya no morirían si estaban a su lado.   Cuando Jesús entró a Jerusalén montado sobre el pollino, la gente tendía sus ropas en el camino y estaban listos para coronarle rey en ese preciso momento, le hubieran seguido hasta la muerte. Gritaban: ¡hosanna!, ¡hosanna! En ese momento hubiera sido tan fácil para Jesús ceder a la tentación de la fama, ¿por qué ir a la cruz? ¿Por qué no establecer en ese momento un reino terrenal?, pero Jesús no vino para obtener fama. Vino a llevar a término la voluntad del Padre, vino a vivir una vida perfecta para redimir a los pecadores. Todo lo pudo haber tenido. Riquezas, fama y la alabanza de los hombres, pero esto sería un acto de egoísmo que terminaría en la condenación eterna de toda la humanidad. En los momentos de su juicio injusto al oír a la gente gritar: ¡Crucifícale, crucifícale!, Jesús pudo haber llamado a miles de ángeles para destruir a la humanidad, que, por más cierto, merecía la muerte, pero no cedió a la tentación de ser egoísta, salvando su propia vida a costa de miles sobre millares de almas que irían al infierno si fracasaba en su misión. No, Jesús hizo aun lo que ninguno de nosotros pudiéramos hacer, se entregó a la muerte en cruz.   1 Pedro 3:18, dice: “Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios”. La salvación es sencilla, pero no es fácil, ni barata. Jesús tuvo que humillarse, y en cuerpo humano enfrentarse a todas las tentaciones que existen, la diferencia es que Él nunca pecó, nunca cedió al llamado de la tentación.   Si quieres cruzar el río de la vida y llegar al otro lado para poner pie en las playas del cielo, solo hay una manera, súbete a los hombros de Jesús, ¿por qué? Porque Él es el único quien te puede ayudar a cruzar y en ningún otro hay salvación, porque no hay otro nombre bajo el cielo dado a los hombres en que podamos ser salvos.   Vamos a orar. Padre, gracias te damos por la salvación que Tú nos das gratuitamente en Cristo Jesús, si solo estamos dispuestos a aceptarlo. Señor, me duele pensar en que hay tantas personas que están buscando cruzar el río de la vida por medio de buenas obras religiones o personas quienes son pecadores al igual que ellos. Lo triste es que se van a ahogar, te pido que les abras los ojos, y que puedan entender el mensaje, es sencillo, pero no es barato, pues Jesús tuvo que enfrentarse a lo imposible para lograr nuestra redención. Ayúdales a comprender esta verdad. Porque te lo suplico en el nombre de Jesús. Amén. No sé si eres perfeccionista o no, yo sí. Cuando hago alguna cosa, lo haré cuantas veces necesite hacerlo, con tal de que me salga bien, si tiene defectos, tengo que comenzar de nuevo. Al avanzar en la vida me estoy poniendo un poco menos exigente, antes era duro con mi esposa y mis hijos y también con mis hermanos en la fe, porque siempre he esperado de ellos lo que esperaba de mí, pero ahora me doy cuenta de que no puedo esperar lo mismo de todas las personas. Algunos tienen la capacidad de hacer lo que hago yo. Otros lo hacen mejor que yo, pero otros no pueden hacer lo que hago yo; y de igual manera, hay cosas que ellos pueden hacer que yo ni siquiera intentaría; pero cuando hablamos del asunto de la salvación, sí estamos hablando de perfección. Si una persona quiere entrar al cielo por sí mismo, va a tener que vivir una vida perfecta. Ni un solo pecado le es permitido, y sabemos que, para el hombre, esto es imposible pues Romanos 3:23, nos dice: “Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios”. Romanos 3:10, nos dice: “Como está escrito: No hay justo, ni aún uno”. El asunto es que, viendo la cosa desde este punto de vista, el hombre se encuentra en muy mal estado, pues, no es perfecto en cuanto a justicia y por lo consiguiente no tiene esperanza de entrar al cielo, lo malo es que no solo no puede entrar al cielo, sino que tiene que pagar la consecuencia de sus pecados, y ¿Cuál es la consecuencia? Bueno, Romanos 6:23, dice que es la muerte, es la separación de Dios. Sin embargo, el versículo 23, termina dando esperanza al hombre pues dice: “Mas la dádiva”, o sea, el regalo de Dios es vida eterna en Cristo Jesús, Señor nuestro. Así que sí hay esperanza para el hombre., lo único que tiene que hacer es admitir que es pecador y que por sí mismo no puede entrar al cielo y aceptar el sacrificio que Jesús hizo en la cruz del calvario, por Él, recibiéndole en su corazón como su único y suficiente Salvador. Ya sé lo que me vas a decir; tú me vas a decir que hacer esto es demasiado fácil, que debe haber más. Pero déjame decirte, que, aunque te suene demasiado fácil, no fue fácil, lograr este medio escapatoria que Jesús ofrece a todos los que creen en Él.   Para entrar al cielo, hay que cruzar un río, es el río de la vida, los únicos que pueden llegar al otro lado, donde está el cielo, son aquellos que no se hunden. ¿Cómo es que uno se hunde? Uno se hunde cuando comete pecado, el momento en que uno peca, está perdido y no tiene ninguna esperanza de llegar al otro lado, por sí mismo; por muy bueno que uno sea, el momento en el que tiene una pequeña falla y comete un pecado queda excluido de la carrera.   Vamos a suponer que tres nadadores se lanzan al río de la vida con la intención de cruzarlo y llegar al otro lado; supongamos que el río mide 10 kilómetros en anchura, los tres nadadores salen juntos. Al principio van bien, pero a los 5 kilómetros, uno de ellos ya no aguanta y se ahoga, los otros dos siguen adelante, después de haber nadado 9 kilómetros, el segundo se rinde y se ahoga, el mejor de los tres, sigue nadando con todas sus fuerzas, pero faltando 100 metros para llegar al otro lado, le dan calambres, se rinde y se ahoga. La pregunta que yo quiero hacerte es esta, ¿Cuál de los tres está más muerto? ¿El que nadó 5 kilómetros?, ¿El que nadó 9 kilómetros? o ¿A el que le faltaban solo 100 metros? Tú me dices: ¿Qué importa? Los tres están muertos, y yo te contesto, precisamente. El asunto es que no importa quién fue el mejor nadador, los tres fallaron porque no llegaron a la meta y así es con todo ser humano, no podemos llegar al cielo por muy bueno que seamos porque siempre caemos cortos de la meta, y la meta es la perfección. Solo ha habido una persona quien ha logrado la perfección esa persona es Cristo Jesús. Él es el único quien ha podido nadar los 10 kilómetros, sin hundirse, piensa en ello. Por treinta y tres años, Jesús estuvo aquí en la tierra, sin pecar ni una sola vez; ninguna otra persona lo ha podido lograr. Alguno podría argumentar el hecho de que Jesús no fue tentado como nosotros somos tentados, pero tal pensamiento es erróneo. Hebreos 4:15, nos dice: “Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado”. No como cualquiera de nosotros Jesús fue puesto a la prueba máxima. Cualquier tentación que el diablo pudiera lanzar sobre el hombre, Jesús tuvo que enfrentarlo, fue tentado en todo, pero cada vez que le vino la tentación, fue Jesús y no el diablo quien salió victorioso.   Nosotros somos tentados en solo algunas áreas de nuestra vida, pero en todo lo que el hombre pudiera ser tentado, Jesús fue tentado. La diferencia entre Él y nosotros es que Él nunca cedió a la tentación, nunca pecó. Jesús fue tentado en maneras en que tú y yo nunca seremos tentados. Esto lo digo debido a la habilidad de hacer exactamente lo que Él quería hacer. Tú y yo no tenemos esa habilidad, pero Jesús sí. Jesús no tuvo que someterse a ser tentado. Bien pudo haberse quedado en el cielo y permitido que cada ser humano pagara las consecuencias de su propia incapacidad de vivir en justicia. Él no tuvo que venir a la tierra y tomar forma de un ser inferior, pero lo hizo. Al venir Jesús a la tierra para iniciar su ministerio personal, bien pudo haber cedido a la tentación de adquirir fama, ¡Imagínate! Después de haber multiplicado unos cuantos bocados de comida, para alimentar a cientos de personas, quién no le iba a querer seguir, le seguirían solo para que no les faltara comida. Le iban a seguir solo para estar saludables. ¿A cuántas personas no vieron recibir sanidad al tocarles Jesús con las manos? Estando junto a Él, nunca tendrían dolor, ¿quién no le iba a querer seguir?, hasta le vieron resucitar a los muertos, ya no morirían si estaban a su lado.   Cuando Jesús entró a Jerusalén montado sobre el pollino, la gente tendía sus ropas en el camino y estaban listos para coronarle rey en ese preciso momento, le hubieran seguido hasta la muerte. Gritaban: ¡hosanna!, ¡hosanna! En ese momento hubiera sido tan fácil para Jesús ceder a la tentación de la fama, ¿por qué ir a la cruz? ¿Por qué no establecer en ese momento un reino terrenal?, pero Jesús no vino para obtener fama. Vino a llevar a término la voluntad del Padre, vino a vivir una vida perfecta para redimir a los pecadores. Todo lo pudo haber tenido. Riquezas, fama y la alabanza de los hombres, pero esto sería un acto de egoísmo que terminaría en la condenación eterna de toda la humanidad. En los momentos de su juicio injusto al oír a la gente gritar: ¡Crucifícale, crucifícale!, Jesús pudo haber llamado a miles de ángeles para destruir a la humanidad, que, por más cierto, merecía la muerte, pero no cedió a la tentación de ser egoísta, salvando su propia vida a costa de miles sobre millares de almas que irían al infierno si fracasaba en su misión. No, Jesús hizo aun lo que ninguno de nosotros pudiéramos hacer, se entregó a la muerte en cruz.   1 Pedro 3:18, dice: “Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios”. La salvación es sencilla, pero no es fácil, ni barata. Jesús tuvo que humillarse, y en cuerpo humano enfrentarse a todas las tentaciones que existen, la diferencia es que Él nunca pecó, nunca cedió al llamado de la tentación.   Si quieres cruzar el río de la vida y llegar al otro lado para poner pie en las playas del cielo, solo hay una manera, súbete a los hombros de Jesús, ¿por qué? Porque Él es el único quien te puede ayudar a cruzar y en ningún otro hay salvación, porque no hay otro nombre bajo el cielo dado a los hombres en que podamos ser salvos.   Vamos a orar. Padre, gracias te damos por la salvación que Tú nos das gratuitamente en Cristo Jesús, si solo estamos dispuestos a aceptarlo. Señor, me duele pensar en que hay tantas personas que están buscando cruzar el río de la vida por medio de buenas obras religiones o personas quienes son pecadores al igual que ellos. Lo triste es que se van a ahogar, te pido que les abras los ojos, y que puedan entender el mensaje, es sencillo, pero no es barato, pues Jesús tuvo que enfrentarse a lo imposible para lograr nuestra redención. Ayúdales a comprender esta verdad. Porque te lo suplico en el nombre de Jesús. Amén.

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