Copyright 2016-2019 Lifeword
Derrotando Gigantes
Derrotando Al Gigante Del Temor
Pastor - Ricardo Robinson
(Centro De Vida)
Aired on Feb 01, 2023
Ene 29, 2023
Duración:
00:14:32 Minutes
Vistas:
10

Escritura

2 Timoteo 1:7

Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio.

Hoy vamos a enfrentarnos con el tercer gigante de nuestra serie, Venciendo Gigantes, ya nos hemos enfrentado a los gigantes pereza y adversidad, y hemos aprendido que la única manera de vencerlos incluyendo a nuestro gigante de hoy, es por medio de tener fe en la Palabra de Dios y ser obediente a ella, actuando con confianza. También aprendimos que Dios no ha prometido mantener alejados a estos gigantes de nuestras vidas, pero que sí ha prometido mantenerse con nosotros para librarnos del daño que nos pueden causar, permitiéndonos vencerlos siempre y cuando estemos dispuestos a obedecerle. Nuestro tercer gigante se llama: Temor. Temor, al igual que adversidad, es grande, feo y feroz, es un gigante ladrón con una astucia increíble para robar nuestra paz, felicidad, tiempo y oportunidades. Al igual que los otros gigantes, caminará frente a nosotros de un lado para otro exhibiendo sus músculos con el intento de atemorizarnos. Temor se aprovecha de nuestras inseguridades y dudas, nos confunde de tal manera que no podemos pensar con inteligencia, haciéndonos dar pasos inseguros y apresurados, sino hace esto, nos asusta de tal manera que salimos corriendo sin pensar en que estamos dejando a otros a la deriva, indefensos y sin apoyo. El gigante temor ha detenido a misioneros de llevar el evangelio al mundo, haciéndoles sentir que no van a poder tener éxito en el lugar que Dios ha designado para ellos, ha detenido a los hijos de Dios de dar testimonios de la persona más maravillosa que pudiera existir, la persona de Cristo Jesús, diciéndoles que van a ser rechazados y criticados, ha hecho que jovencitas cometan asesinatos, abortando a niños inocentes, diciéndoles que sus padres se van a dar cuenta del mal que han cometido, ha hecho que hombres huyan de las responsabilidades del hogar, haciéndoles sentir que no van a poder proveer lo necesario para la familia, ha hecho que jóvenes forniquen y cometan adulterio, diciéndoles que si no se entregan van a perder a la persona de quienes piensan que estar enamorados, en cada uno de estos casos, el gigante temor ha robado a cada uno de estos individuos su felicidad. En varias ocasiones yo me he tenido que enfrentar al gigante temor, por más de diez años me paralizó haciéndome vivir bajo una depresión increíble, deteniéndome de hacer cosas que Dios había puesto bajo mi responsabilidad, me robó años de felicidad con mi familia, amistades y hermanos en la fe, me robó la dignidad que Dios me había dado, siendo hijo de Dios sin necesidad de fingir y esconder, debiendo caminar con la frente erguida me humilló haciéndome caminar con la cabeza agachada, viviendo una mentira con el fin de tapar mi cobardía, al ver a otros servir a Dios, me imagino que me comporté como los hermanos del rey David, cuando este se acercó al campamento diciendo que él sí iba a pelear con Goliat, aunque no se los dijera, mi sentir era: Ustedes no saben, creen que esto es juego, esto es guerra y  ese gigante no está ahí de adorno, es adiestrado en batalla y puede acabar con sus vidas en un abrir y cerrar de ojos. Háganse los valientes si quieren, pero yo aprecio demasiado mi vida como para jugar con ella, me voy a quedar aquí, y a la primera oportunidad que tenga, en la cual no me mire yo como un cobarde, me alejo de aquí lo más pronto posible. Sí, lamentablemente estuve estancado, sin poder avanzar por diez años, la única razón por la cual no me quité la vida era porque yo sabía que no me pertenecía, pues ya mi vida se la había entregado a Dios. Eso me deprimió aún más porque yo decía: Si Dios me ama, entonces por qué no aleja a este gigante llamado temor de mí, por qué permite que me atormente. En ese tiempo yo no sabía lo que nosotros ya hemos estudiado, y si lo sabía, no había puesto en acción. Pudiendo ser un héroe como David, viví bajo la humillación que deben haber sentido todos los israelitas cuando vieron a Goliat caer de la mano de un jovencito, quien había depositado toda su confianza en su Dios, qué vergüenza deben haber sentido los capitanes del rey Saúl.   Si tienen sus Biblias, vamos a ir al segundo libro de Timoteo, capítulo 1, versículo 7; 2 Timoteo 1:7, nuestro texto para hoy dice: “Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio”. Quiero hacerte una pregunta, ¿Crees tú que el rey Saúl habría vencido a Goliat si hubiera confiado en Dios, y se hubiera levantado para ir a pelear con él? ¡Yo sí creo! Al igual que David, él era del pueblo escogido de Dios, él era rey, él hubiera dado el ejemplo, sino hubiera ningún otro que se animara a ir pelear con los enemigos de Israel, Saúl lo hubiera hecho, era el más alto, tanto en rango como en altura física, ¿por qué es que él no salió a pelear contra el gigante? Te lo diré, a Saúl no le importaba que el gigante blasfemara a su Dios, su pecho no ardía al oír al gigante insultar al Dios de Israel, Saúl solo pensaba en sí mismo y en su reino, poco le importaba la causa de Dios, él estaba preocupado por su propio bienestar, sus propias cosas, su propio reino, su vida no  llevaba el propósito de honrar y glorificar a Dios, su vida se trataba de ver hasta dónde él mismo podía llegar en este mundo, él estaba dispuesto a luchar por la causa de Dios, siempre y cuando él fuera el beneficiado, pero una vez que su vida se viera perjudicada, hasta ahí llegaba su fidelidad y amor a la causa, y eso fue lo que le detuvo de ponerse su armadura, y salir él mismo a pelear con Goliat ese día. Él hubiera podido ser el héroe, al igual que David, sin embargo, el caso de David fue muy diferente, en cuanto oyó las blasfemias del gigante Goliat, dentro de él surgió un coraje inmenso, no pudo creer que ya otros no habían ido a cerrarle la boca a ese fanfarrón. Al ver que ningún otro se animaba, David, no aguantando los insultos que se hacían en contra de su Dios, se levantó para enfrentarse al gigante. David no estaba pensando en sí mismo, no pensaba en el pueblo de Israel, no pensaba en lo que iba a pasar si moría en batalla, lo único que pensaba David era esto: No voy a permitir que este tipo siga insultando de esa manera a mi Dios. David sabía que Dios estaba con él, David sabía que Dios le podía librar, pues ya le había librado antes de las garras de un oso y de un león, ¿quién era este gigante filisteo?, o sea, que el corazón de David, estaba en el lugar correcto, nuestro texto, no está limitado a unos cuantos cristianos, es para todo hijo de Dios, cuando Dios envió a su Espíritu a morar en nuestro espíritu, nos dio las cualidades de valor, poder, amor y dominio propio, dentro de cada uno de nosotros están estas cualidades, hay suficiente valor, poder, amor y dominio propio en nosotros para vencer cualquier gigante que pudiera salirnos, ¿por qué es que seguimos siendo vencidos entonces por el gigante del temor?, ¿por qué es que nos tiene estancados sin poder avanzar en el reino de nuestro Dios? La respuesta es sencilla, a nosotros nos pasa lo mismo que al pueblo de Israel. Temor, viene insultando a Dios, hablando basura y exhibiendo sus músculos, haciéndonos creer que él es más poderoso que cualquiera de nosotros, y si se nos olvida quienes somos y de qué se trata nuestra vida, nos ponemos a pensar en nuestro propio bienestar, nuestras cosas, nuestras familias y amistades, nos olvidamos que somos hijos de Dios y que temor está blasfemando el nombre de nuestro Dios, estamos tan metidos en nuestras propias cosas que ni siquiera nos ofende que el mundo insulte a nuestro Dios, y a veces hasta nos unimos a él en sus insultos, por eso es que perdemos la batalla, por eso es que no vencemos a los gigantes que vienen en contra de nosotros, es por eso que tú y yo tenemos que hacer lo que hizo David una y otra vez al oír los insultos en contra de la persona más importante de nuestras vidas, debemos sentir coraje, ¿cómo es posible que temor o cualquier otro gigante se levante en contra del pueblo de Dios todopoderoso?, ¿cómo es posible que se atreva a insultar su nombre? Tenemos que levantarnos, dejar de ser espectadores, esperando que otros hagan lo que nos toca a nosotros hacer y salir a enfrentarnos a estos gigantes, y cuando temor se ríe porque nos ve pequeños, tenemos que acordarle que nuestro Dios ya nos ha dado la victoria sobre obstáculos mucho más grandes que ellos. Tenemos que hablarle del gigante, muerte eterna y de su hermano infierno y sobre cómo Jesús venció sobre ellos cuando le confesamos como nuestro único y suficiente Salvador, en el nombre de Jesús tenemos que marchar hacia el gigante temor, confiando en que ni él, ni las puertas del infierno, pueden prevalecer contra la iglesia del Señor Jesús, y esto lo tenemos que hacer cada vez que un gigante viene a retar a nuestro Dios y a su pueblo. Cada batalla espiritual que peleamos será peleada primero en el alma, donde radican nuestra mente voluntad y emociones. Debemos consultar la Palabra de Dios para ver lo que Él ha declarado y luego actuar en obediencia a su Palabra con todas nuestras fuerzas, confiando en Él de ser fiel a lo que ha dicho, acordémonos de que Dios no nos ha dado espíritu de cobardía, dentro de nosotros hay un espíritu de valor de poder, de amor y de dominio propio, todo lo necesario para derrotar a cuantos gigantes nos salgan en la vida. Vamos a orar. Padre, acércanos en este momento a ti. Haznos entender que estamos aquí en este mundo para llevar a cabo tus planes y no los nuestros, Padre, ayúdanos a dejar de preocuparnos por nuestro reino insignificante que no tiene valor alguno para dedicarnos al engrandecimiento del reino tuyo, ayúdanos a entender que buscamos primeramente tu reino y tu justicia, y que si hacemos eso, las demás cosas vendrán por añadidura, hemos visto como este gigante llamado temor ha atrasado a tu pueblo e iglesia por mucho tiempo, Padre, haz surgir en nosotros a muchos Davides, cuyos corazones están dedicados a traerte honra y gloria, te lo pido en el nombre de Jesús, Amén.

Otros archivos en esta serie