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Derrotando Gigantes
Derrotando Al Gigante Adversidad
Pastor - Ricardo Robinson
(Centro De Vida)
Aired on Ene 31, 2023
Ene 29, 2023
Duración:
00:14:32 Minutes
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2

Escritura

Isaías 43:1-3.

Ahora, así dice Jehová, Creador tuyo, oh Jacob, y Formador tuyo, oh Israel: No temas, porque yo te redimí; te puse nombre, mío eres tú. 2 Cuando pases por las aguas, yo estaré contigo; y si por los ríos, no te anegarán. Cuando pases por el fuego, no te quemarás, ni la llama arderá en ti. 3 Porque yo Jehová, Dios tuyo, el Santo de Israel, soy tu Salvador; a Egipto he dado por tu rescate, a Etiopía y a Seba por ti.

Así como en los días del rey David, hay muchos gigantes que se levantan con el fin de obstaculizar el pueblo de Dios, gigantes que caminan de un lado a otro, exhibiendo sus músculos y retando a los hijos de Dios a salir a pelear contra ellos, son los paladines del diablo que se levantan como individuos a retar a miembros individuales del ejército del Señor, pues el ejército de ellos ya fue vencido hace dos mil años atrás en la cruz de del calvario, como no pueden vencer a nivel de ejército, buscan luchar individualmente esperando acabar uno por uno los seguidores de Jesús, es triste, pero así también, como en los días de David, muchos cristianos se quedan sentados atemorizados por esos gigantes debido a que nunca han crecido en lo espiritual, y lo que Dios está deseando es un David que se levante en contra de ellos para vencerlos en el nombre de Jesús, esos gigantes son muchos y tienen nombre. En nuestro primer estudio conocimos al gigante pereza, y aprendimos que la manera de vencer a todos los gigantes es por medio de ejercer fe con acción. Fe, por medio de confiar en la Palabra de Dios, y acción por medio de ser obedientes a las instrucciones de Dios, poniendo en práctica lo que Él nos dice. En nuestro estudio hoy, queremos conocer a otro gigante, su nombre es adversidad. Todos sabemos que es bueno estudiar a nuestros adversarios para así poderlos vencer. Todo boxeador mira horas y horas de videos de sus contrincantes, para así saber sus costumbres y puntos débiles, lo mismo hace Satanás con nosotros, nos tiende trampas, estudia nuestros puntos débiles y luego nos ataca, tú y yo haríamos bien en estudiar a nuestros adversarios a la luz de las Escrituras para tener mejor idea de cómo vencerlos con más facilidad, y conste, no existe el gigante que no puede ser vencido, ¿por qué? Porque mayor es el que está en nosotros que el que está en el mundo, y porque somos más que vencedores, por medio de aquel quien nos amó y entregó su vida por nosotros, el gigante adversidad es un enemigo digno de nuestro respeto, no he dicho que debemos hacerle fiesta, pero sí tenemos que tener cuidado cuando salimos a pelear con él, no ha llegado a ocupar la posición que tiene sencillamente por ser buen amigo de alguien; adversidad es como el famoso mil máscaras de la lucha libre, puede traer máscara física, máscara política, máscara financiera, máscara religiosa, máscara emocional, máscara familiar, en fin, miles de máscaras, pero siempre es el mismo luchador el que las lleva puestas, el gigante, adversidad, y esto es importante saberlo, pues si le hemos vencido con una máscara, no importa la que se vuelva a poner, siempre podremos volverle a vencer.   Vamos en nuestras Biblias al libro de Isaías, capítulo 43, para leer los versículos 1 al 3, la Palabra de Dios nos dice lo siguiente: “Ahora, así dice Jehová, Creador tuyo, oh Israel: No temas, porque yo te redimí; y te puse nombre, mío eres tú. Cuando pases por las aguas, yo estaré contigo; y si por los ríos, no te anegarán. Cuando pases por el fuego, no te quemarás, ni la llama arderá en ti, Porque yo Jehová, Dios tuyo, el Santo de Israel, soy tu Salvador”. Ya se sabe que estas palabras fueron escritas directamente al pueblo de Israel, no podemos aplicarlas directamente a nuestras vidas, sin embargo, el gesto de estas palabras no pierde su valor cuando se trata de nosotros. Los que hemos recibido a Jesucristo como nuestro Salvador somos hijos de Dios porque Dios así lo ha declarado, y como nuestro Padre, su cuidado y protección de nosotros no es inferior a la que tenía sobre su pueblo Israel, así que de manera indirecta la enseñanza sí se aplica sobre nuestras vidas. El gigante adversidad, vendrá demostrando sus músculos y refutando la Palabra de Dios de la misma manera que lo hizo el gigante Goliat con el pueblo de Israel, no retará a Dios, sino a nosotros poniendo a prueba nuestra fe y fidelidad, es en ese momento cuando Satanás se acercará a nosotros para decirnos: Yo pensé que cuando uno era hijo de Dios, las cosas tenían que mejorar, yo pensé que Dios con su gran poder tendría que alejar de ti a todos los gigantes de la vida, y es en ese momento cuando nosotros comenzamos a flaquear, porque a nuestra forma de pensar, lo que el diablo nos está diciendo tiene sentido, nuestra fe y confianza en Dios es retada, y comenzamos a dudar y a cuestionar la estabilidad de nuestra relación con Dios. Pero Dios nunca ha prometido alejar de nosotros las adversidades, es todo lo contrario, Él nos ha asegurado que las adversidades van a venir y que servirán para que tengamos más confianza en nuestra relación con Él. Es muy popular hoy día predicar de salud, prosperidad y cosas así, pero tales enseñanzas, no dejan con unas tremendas preguntas cuando nos enfrentamos al gigante adversidad. Acordémonos de los tres amigos de Job, asegurándole de que tenía que haber un pecado enorme en su vida, para que Dios permitiera que el gigante adversidad le quitara a su familia, su salud y todos sus bienes materiales. La misma mujer de Job le dijo: Maldice a Dios y muérete de una vez, tan fuerte fue el razonar de ellos que hasta el Job mismo comenzó a flaquear, discutiendo con Dios por lo que le había pasado. Fue entonces que Dios le dio a entender que todo había sido para probarles a Satanás que Él todavía tenía personas justas y fieles que le amaban sobre todas las cosas, fue entonces que Job pidió perdón por haber discutido con Él. Aunque Dios no ha prometido alejar al gigante adversidad de nosotros, sí ha prometido estar a nuestro lado para librarnos de cualquier cosa que nos quisiera hacer. Leamos nuevamente estas palabras de nuestro texto: “Cuando pases por las aguas, yo estaré contigo; y si por los ríos, no te anegarán. Cuando pases por el fuego, no te quemarás, ni la llama arderá en ti”. ¿Te fijas? Cuando el gigante, adversidad viene a nuestras vidas, Dios estará con nosotros, no permitirá que seamos vencidos y nos protegerá de cualquier daño que adversidad quisiera causarnos, pero como dijimos en nuestra última lección, tú y yo tenemos que creer y actuar. No puedo leer nuestros textos sin estar pensando en esos tres jóvenes hebreos con los nombres raros: Sadrac, Mesac y Abed-nego. El rey había declarado que todo súbdito debía arrodillarse ante una imagen de él, al oír el son de los músicos de su reino, la sentencia por no obedecer dicho mandato sería ser lanzado a un horno de fuego, fue entonces que el gigante adversidad se le apareció a estos jóvenes héroes de la fe; comenzó a exhibir sus músculos ante ellos, retándoles a no obedecer el mandato del rey, a gritos les dijo que les pasaría si ellos no doblaban rodillas ante la imagen, se burló de ellos diciéndoles que su Dios no los podría salvar, y entonces los músicos comenzaron a tocar, la multitud de inmediato dobló rodillas ante la imagen del rey, pero al pasar la vista sobre el mar de gente arrodillada, claramente se veían las siluetas de tres jóvenes firmemente parados con sus frentes en alto, ¿Quiénes eran? Sadrac, Mesac y Abed-nego. La adversidad se puso furiosa, los tomó de cuello y los trajo frente al rey, y les dijo que, si no se inclinaban ante la imagen, los lanzaría al horno. Ellos le respondieron con fe: Nuestro Dios nos puede librar de  tu mano, y aunque no lo haga queremos que sepas que no nos vamos a inclinar ante tu imagen, esto enfureció a adversidad, quien mandó a calentar el horno siete veces más de lo que estaba y echó a los tres jóvenes, pero ellos no estaban solos, ¿te acuerdas de la promesa de Dios? Él estaba con ellos, estuvieron en el horno y no se quemaron, las llamas no ardían en ellos y cuando el rey les dijo que salieran ni siquiera su ropa traía olor de humo, Dios no los había dejado pagar la consecuencia por haber peleado con adversidad. No les había prometido alejar a adversidad de ellos, pero sí les había prometido ayudarles a vencerle, solo tenían que confiar en su Palabra y actuar de acuerdo a sus instrucciones, el gigante adversidad vendrá a nosotros una y otra vez, mientras vivamos aquí en la tierra, se verá enorme y feroz, quizás nos tome por sorpresa y nos haga temblar, pero de algo podemos estar seguros, no importa la máscara que traiga puesta, es el mismo gigante a quien todo hijo de Dios puede vencer, solo hay que creer en la Palabra de Dios y ser obediente a ella, actuando con fe. Aunque trajera puesta máscara de muerte, no tenemos por qué doblar rodilla, pues la victoria es nuestra. Si tú has permitido que el gigante, adversidad te humille y te haga temblar, así como Goliat al pueblo de Israel, te animo a que te levantes en el nombre de Jesucristo, toma tu honda y lánzale una piedra de fe. Dios está con nosotros, y aunque no ha prometido mantener a adversidad alejado de nuestras vidas, sí ha prometido estar con nosotros para ayudarnos a vencerle, ánimo, levántate y pelea. Vamos a orar. Padre, te damos gracias porque siempre estás a nuestro lado, tú conoces los gigantes que el diablo envía a nuestros campamentos para retarnos, tú sabes que sin ti no tenemos la capacidad ni siquiera de defendernos, mucho menos vencerlos y es por eso que nunca nos desamparas, Padre, queremos que estés orgulloso de nosotros, queremos probarle a diablo que te amamos y te pertenecemos, humillándole en tu presencia, mientras levantamos en alto tu nombre, y es por eso Padre que te pedimos que nos ayudes a confiar siempre en ti, que tengamos la fe necesaria para pararnos firmes en frente del gigante adversidad y cualquier otro gigante que pudiera salir a retarnos, tú eres nuestro Dios y queremos agradarte de todo corazón, así que ayúdanos, te lo pedimos en el nombre de Jesús. Amén.

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