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Derrotando Gigantes
Derrotando Al Gigante De La Tristeza
Pastor - Ricardo Robinson
(Centro De Vida)
Aired on Feb 03, 2023
Ene 30, 2023
Duración:
00:14:32 Minutes
Vistas:
3

Escritura

Juan 11:33-36.

Jesús entonces, al verla llorando, y a los judíos que la acompañaban, también llorando, se estremeció en espíritu y se conmovió, 34 y dijo: ¿Dónde le pusisteis? Le dijeron: Señor, ven y ve. 35 Jesús lloró. 36 Dijeron entonces los judíos: Mirad cómo le amaba.

El joven David estaba confundido. ¿Por qué es que ninguno de los guerreros de Israel se había levantado para ir a pelear en contra de ese gigante que blasfemaba al Dios de Israel? ¿Qué les pasaba? Él había oído de las hazañas de los soldados israelitas en batalla. Se decía que un soldado Israel valía cien soldados de cualquier otro ejército. Pero aquí no había cien soldados enemigos, sólo era uno. Y ni siquiera el rey Saúl se atrevía a salir en su contra.   Tú y yo sabemos el resto de la historia. El joven David se presenta y vence al gigante Goliat, en el nombre del Señor, con tan sólo su onda y una piedrita. Algunos hemos oído la historia miles de veces, pero quiero asegurarles que Dios no nos relata este incidente en su Palabra, por pura coincidencia. Lo relata con un propósito. Y el propósito es para darnos a entender que no existe obstáculo que tú y yo no podamos enfrentar y vencer, cuando lo hacemos en el nombre del Señor Jesús. Diariamente, gigantes vienen en nuestra contra para detener el avance del reino de Dios. La gran mayoría de cristianos se atemorizan y se quedan paralizados, mientras que estos gigantes se pasean frente a nosotros. Caminan de un lado a otro, gritando en alta voz, retando a cualquiera del pueblo de Dios que salga a pelear contra ellos. Y ¿qué hacemos nosotros los hijos de Dios? Repetimos la historia de los israelitas, David y Goliat. Damos vueltas, hablando entre nosotros del poder del gigante, brindamos una excusa tras otra para la cual no poder ir en contra de los gigantes de la vida. “Yo soy el rey. ¿Qué va a hacer Israel si me mata a mí? Yo me acabo de casar, todavía no tengo hijos que lleven mi apellido. Yo estoy muy joven. Hay otros que tienen más experiencia que yo, que vayan ellos”. Y la lista de excusas, nunca termina. No sé, pero siempre ha habido algo de esta historia que me ha confundido. Yo sé que tenía que pasar así para que Dios tuviera un ejemplo para aquellos quienes confían en Él, y para demostrar su poder y autoridad sobre cualquier situación que se nos pudiera presentar en la vida. Sin embargo, ¿quién dice que sólo uno de los israelitas tenía que ir a pelear en contra de Goliat? Yo sé que ese era el reto del gigante, pero, estaban en guerra. Pienso que, si hubiera estado yo en ese momento y hubiera tenido el rango de capitán sobre alguna tropa del ejército, el primer día que Goliat bajara al valle para retar al pueblo de Dios, hubiera dado órdenes a toda mi tropa de atacarlo a una sola vez, para ver qué hacía. Hubiera querido ver a Goliat con veinticinco hombres armados hasta los dientes, corriendo hacia él para quitarle la vida. Lo que estoy tratando de decir es que, el día de hoy tú y yo, no debemos tener que ir a pelear con ningún problema a solas. Por eso es que el Señor Jesucristo estableció su iglesia. Y cuando vienen los gigantes en nuestra contra, podemos ir donde un hermano o hermana, atacar ese asunto en oración y tomar pasos apropiados para tumbar a los gigantes en el nombre poderoso de Jesús. Claro está, que van a haber momentos cuando estamos a solas y cuándo tendremos que pararnos firmes, teniendo únicamente al Señor a nuestro lado. Pero ¿qué más queremos? Si Dios con nosotros, ¿quién contra nosotros? Hoy llegamos a nuestro último gigante de esta serie. Es el gigante, tristeza. Y es un gigante que tiene inmenso poder. Es un gigante que puede quitar la vida. Yo personalmente he conocido matrimonios en los cuales uno de la pareja se muere, y a los pocos días se muere el otro. Cuando joven me preguntaba: “Y ¿de qué se murió si no estaba enfermo?” Pero hoy me doy cuenta que, el gigante tristeza, acabó con la vida de ellos. He sabido de jóvenes que se han quitado la vida, sencillamente porque sus padres le han dicho que no sirven para nada. Y tristeza ha llegado donde ellos, retándoles a salir a luchar. Tratando de escapar de su presencia, han usado drogas, licor, placeres carnales, cualquier cosa con el fin de intentar hacer desaparecer al gigante tristeza, pero sin éxito. Finalmente, el diablo siembra en sus mentes la única manera en que van a poder escaparse de la presencia de este gigante formidable: el suicidio. Y como el terror que le tienen a tristeza es más grande que el amor que le tienen a la vida prestan atención a sus mentiras, y se privan de la vida y de la voluntad de Dios para ellos. Claro está, que el mundo tiene sus grandes ideas de cómo vencer al gigante tristeza, pero lo que la mayoría no entiende, es que el mundo sigue la agenda de Satanás, cuya meta, es la destrucción de todo ser humano. Hoy quiero que analicemos algunos consejos del mundo, a la luz de lo que dice la Palabra de Dios, para que tomemos nuestra propia decisión, de cómo debemos luchar en contra de este gigante que ha venido a atormentarnos. El mundo nos dice que escondamos nuestras emociones cuando tristeza viene a retarnos. Según el mundo, no hay que complicar la situación con lágrimas y emociones. Nadie tiene que saber que estamos tristes, porque esa no es señal de éxito. Aunque uno se está muriendo por dentro, no hay que darle el gusto a los demás de saber lo que uno está sintiendo. Pero ese no es el ejemplo y consejo de Dios. Jesús tenía un amigo que se llamaba Lázaro, y cuando Lázaro murió, Jesús fue donde sus hermanas, Marta y María. Y quiero que escuches estas palabras que encontramos en Juan 11:33-36, “Jesús entonces, al verla llorando (a María, la hermana de Lázaro) y a los judíos que la acompañaban, también llorando, se estremeció en espíritu y se conmovió, y dijo: ¿Dónde le pusisteis? Le dijeron: Señor, ven y ve. Jesús lloró”. Lo que quiero que entiendas es que Jesús no escondió sus emociones. Él lloró. Él sabía que iba a resucitar a Lázaro de entre los muertos. Él había llegado para ese momento. No llegó gritando y diciéndoles: “Dejen de llorar. ¿Qué les pasa?”. Él sabía que ellos sentían la ausencia de su hermano, y Jesús los acompañó en su momento de dolor. Dentro de su espíritu se estremeció y se conmovió, y en vez de esconderlo, lo demostró a todos. Cuando el gigante, tristeza viene a nuestras vidas, no hay nada malo en llorar y demostrar nuestras emociones. Dios nos dio esas emociones para sacar las cosas de nuestro sistema. Claro está, que no debemos llorar como los que no tiene esperanza, porque sí la tenemos. Claro está que no debemos tampoco perder el control, porque Dios no nos ha dado espíritu de descontrol, sino que uno de autodominio. Pero, Dios nos dio emociones para poder sentir y compartir los unos con los otros. El mundo nos dice que si sentimos tristeza por la pérdida de algo, que lo reemplacemos rápidamente con otra cosa, lo más pronto posible. Según el mundo, si una pareja de novios rompe la relación de noviazgo por equis motivo, rápidamente deben reemplazar a su pareja con otro u otra. Si uno pierde algo material, la manera más rápida de eliminar la tristeza es por medio de reemplazarlo con otra cosa. Si al niño se le muere su perrito, pues, cómprale otro lo más pronto posible. Lo malo de este método, es que todo pierde su valor, pues puede ser rápidamente reemplazado. Con este método, el valor del individuo o de lo amado, queda sin importancia. Un reemplazo no puede satisfacernos, sino hasta nuestra pérdida haya sido entendida y aceptada ¿Por qué? Porque uno siempre va a comparar lo nuevo con lo que ha perdido. Por ejemplo: Si al niño se le muere su perrito, y de inmediato lo reemplazamos con otro, sólo para que no sienta tristeza, ¿qué sucede cuando el perrito nuevo no hace todo lo que el otro perrito hacía? Tal vez el otro perro se dejaba acariciar, y este, porque no ha llegado a conocer bien al niño, no se deja. Lo mejor es hablar del asunto y tomar el tiempo para entender que todo se acaba, aún nuestro tiempo aquí en la tierra. Y habiendo entendido y aceptado la situación, entonces podemos comprar otro perrito, pero nunca con la intención de reemplazar, sino porque cada cosa tiene sus propios valores. El mundo nos enseña que el tiempo sana las tristezas. Según el mundo, el tiempo es como un ungüento místico y milagroso que cura cualquier cosa. “Sólo espera, y ya verás que todo se arregla”. Lo siento mucho, pero el mundo se equivoca. Hay heridas profundas, tristezas que se agarran al tuétano de nuestros huesos, y que pueden ser pasadas de una generación a otra. Hasta la fecha los judíos no se pueden olvidar de lo que los alemanes les hicieron a sus antepasados en tiempos de Hitler. La tristeza del evento ha pasado de generación a generación. Los años no han sanado esas heridas. La tristeza de racismo en el mundo no ha sanado con el tiempo, de hecho, yo diría que es peor. No, lo siento mucho, pero por mucho que el mundo quiera decirlo, el tiempo no tiene el poder para sanar nada. Pero el Espíritu Santo, sí. El Espíritu Santo, puede sanar las heridas profundas que la gigante tristeza ha traído a nuestras vidas. Es por eso que la Biblia lo llama: Consolador. Cuando nos viene el gigante, tristeza, a nuestra vida, no nos olvidemos de estos consejos bíblicos. El mundo no sabe lo que dice, Dios sí. Vamos a orar. Padre, nuevamente te damos gracias por tu Palabra y por el hecho de que no nos dejas a la deriva. Tú nos amas y te interesas de que estemos bien. Y eso, Padre, nos hace amarte más y más. Gracias por el Espíritu Santo quien nos consuela y nos ayuda a tener la victoria sobre tristeza. Padre, en este momento quiero pedirte, que consueles a toda persona que me está escuchando en este momento, y que está siendo atacado por este enorme gigante llamado tristeza. Ayúdales a ver que pueden tener victoria y que tu gozo es nuestra fortaleza. Te lo pido en el nombre de Jesús. Amén.

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