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Lo Que Me Trae Gran Gozo
Es El Mostrar Mi Gratitud
Pastor - Ricardo Robinson
(Centro De Vida)
Aired on Sep 30, 2022
Sep 26, 2022
Duración:
00:14:31 Minutes
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10

Escritura

Apocalipsis 4:10 y 11; 1 Juan 2:28.

Los veinticuatro ancianos se postran delante del que está sentado en el trono, y adoran al que vive por los siglos de los siglos, y echan sus coronas delante del trono, diciendo: 11 Señor, digno eres de recibir la gloria y la honra y el poder; porque tú creaste todas las cosas, y por tu voluntad existen y fueron creadas. Apocalipsis 4:10 y 11 Y ahora, hijitos, permaneced en él, para que cuando se manifieste, tengamos confianza, para que en su venida no nos alejemos de él avergonzados. 1 Juan 2:28

Todos sabemos lo que siente uno cuando es invitado a un cumpleaños, pero no tiene regalo que llevar. Yo he estado en esa situación varias veces, y no es nada agradable, al mirar a las demás presentar sus regalos al cumpleañero uno busca como disimular por medio de esquivar la mirada del cumpleañero y entrar en conversación con otro, y todo parece estar bien hasta el momento en que el cumpleañero llama a tu nombre. Él llama tu nombre para ver si quieres otro pedazo de pastel, o para invitarte a participar en alguna actividad de diversión, pero tú piensas que es para pedirte su regalo. De repente sientes que todos los ojos de las demás personas están sobre ti, todo entra en cámara lenta y tú comienzas a buscar una excusa, si es que no has inventado una ya. Ese segundo se extiende a un siglo, y ya estás listo para contestar cuando el cumpleañero te agarra de los hombros y te dice: “¿Quieres otro pedacito de pastel?”. Y entonces viene el alivio, ya la presión de no tener un regalo pasa, pero prometes nunca volver a encontrarte en esa situación otra vez. Ese sentir de no tener un regalo que dar es bastante doloroso, aun cuando el cumpleañero no es buen amigo nuestro. Pero ¿Cómo se magnificaría ese dolor, pena y vergüenza, si el cumpleañero fuera nuestro mejor amigo? ¡Imagínate! ¿Sabías tú que algún día nuestro Señor va a tener una fiesta en la cual todos los que han sido salvos por su sangre preciosa, van a estar presentes? Apocalipsis 4 nos habla del evento, en el versículo 10 encontramos mención de veinticuatro ancianos, que son simbólicos de todos los creyentes, tanto del Antiguo Testamento como también del Nuevo Testamento. Estos veinticuatro ancianos son simbólicos de las doce Tribus de Israel y los doce apóstoles, quienes representan las dos eras, pero quiero que escuches atentamente a lo que dice el versículo 10 y 11, escucha: “Los veinticuatro ancianos se postran delante del que está sentado en el trono, y adoran al que vive por los siglos de los siglos, y echan sus coronas delante del trono, diciendo: Señor, digno eres de recibir la gloria y la honra y el poder”. Mi amigo si tú has aceptado a Jesús como tu Salvador, vas a estar conmigo en ese evento. De repente Jesús entrará al escenario, y tú y yo nos inclinaremos y lanzaremos nuestras coronas o regalos a sus pies, si es que tenemos algo que regalarle. Ahora, imagínate la vergüenza que vamos a sentir si no tenemos nada para lanzar a los pies de nuestro Salvador, en muestra de nuestro aprecio y en muestra de nuestro agradecimiento por todo lo que Él ha hecho por nosotros. ¡Qué pena! Pero no podremos excusarnos para no ir; vamos a estar ahí, no podremos mentirle ydecirle que nos agarró la tarde y las tiendas estaban todas cerradas. ¿Qué vamos a hacer? No podemos escondernos de su rostro, nos vamos a sentir mal, muy mal. Juan, el amado, nos da buen consejo en 1 Juan 2:28, él dice por inspiración del Espíritu Santo: “Y ahora, hijitos, permaneced en Él, para que cuando se manifieste, tengamos confianza, para que en su venida no nos alejemos de Él avergonzados”. Aquí en la tierra es el único lugar donde vamos a poder probar nuestro amor a Dios, cuando lleguemos al cielo vamos a alabarle y a adorarle por toda la eternidad, pero será diferente, pues, tendremos cuerpos glorificados, ya no tendremos deseos de cometer pecado o ir en contra de nuestra naturaleza divina. Pero mientras que estamos en el mundo tenemos la oportunidad de probar nuestro amor a Dios, podemos escoger servirle sobre los placeres que el mundo ofrece, podemos escoger servirle aun cuando no realizamos ninguna satisfacción por el momento, podemos probarle en nuestro amor. Cada vez que el creyente en Cristo va en contra de su naturaleza carnal para obedecer a Dios es prueba de su fidelidad y amor para con Él. Cada vez que hace el bien habiendo tenido la oportunidad de hacer mal, es prueba para con Dios. Y es aquí en la tierra el lugar donde nosotros tendremos esa oportunidad. 1 Juan 2:15 nos dice: “No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo el amor del Padre no está en él”. Santiago 4:4 dice: “¡Oh almas adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios”. Otra vez te digo que, como hijos de Dios, cuando nosotros rechazamos el llamado del mundo para obedecer a nuestro Padre, le mostramos nuestro amor, y esto hace que Él se sienta feliz, y trae gran gozo y satisfacción a nuestras vidas también. Lo bueno de obedecer a Dios aquí en la tierra es que estoy acumulando riquezas en el cielo donde está mi verdadero hogar. Jesús dice en Mateo 6:19 y 20 que nosotros debemos de poner nuestros tesoros en el cielo y no aquí en la tierra, sus palabras exactas son estas: “No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan y hurtan”. Pero ¿Cómo es que uno se hace tesoros en el cielo? Por medio de cumplir la voluntad de Dios aquí en la tierra, 1 Corintios 3:9-15, nos habla del cómo nosotros somos colaboradores de Dios. Según esta cita Dios ha puesto un fundamento en nosotros sus hijos, edificamos sobre este fundamento. Sin embargo, tenemos que tener cuidado de cómo sobre edificamos, si somos obedientes a Dios siguiendo la dirección del Espíritu Santo en nuestras vidas haremos buenas obras las cuales se convierten en oro, plata y piedras preciosas, con las cuales edificamos sobre el fundamento establecido por Dios aquí en la tierra. Pero si seguimos la naturaleza de nuestra carne, haciendo lo que nosotros queremos, pues nuestras obras se convierten en madera, heno y hojarasca. El asunto es que, al final, el edificio será puesto a prueba por medio de fuego, claro está que el que edificó con madera, heno y hojarasca verá destruido la parte que edificó él; sin embargo, el que construyó con oro, plata y piedras preciosas, verá que su parte de la construcción no fue destruido, pues aguantó el calor del fuego, y el buen obrero recibirá recompensa por su labor. Tú me dices: “Pero hermano Ricardo, yo pensé que te oí decir en otros estudios que al llegar al cielo todo sería nuestro por ser coherederos con Cristo. Y si es así, ¿Para qué quiero tesoros extras?”. Es muy buena la pregunta, y tienes toda la razón, si somos coherederos con Cristo todo nos pertenecerá, pero lo que no te he explicado es esto el acumular estos tesoros en el cielo no es para nosotros. ¿Te acuerdas del momento cuando Jesús entrará al cuarto, en medio de todos los santos, de toda la vida? Es para ese momento, las recompensas que recibimos por fiel servicio al Señor en este mundo serán coronas; tú y yo estaremos en ese salón enorme, y nuestro Señor y Salvador entrará, al verle todos vamos a desear honrarle de alguna manera u otra; de repente un hermano mira sus coronas y se da cuenta que él no las merece, que es Jesús quien es digno de toda honra y gloria; y toma una corona y la lanza en alabanza a los pies de nuestro salvador, y otro hermano, y aún otro hace lo mismo, y tú me ves a mí con gozo estoy lanzando mis coronas a los pies de Jesús, y tú comienzas a hacer lo mismo con alegría en tu corazón. Pero ¿Qué de aquellos que nunca hicieron nada para el Señor aquí en la tierra? ¿Cómo se sentirán? Se sentirán como el niño que va al cumpleaños y no lleva regalos. Si me ves sirviendo al Señor con alegría, en este mundo, quiero que sepas algo, no lo hago por ganancia propia, ya tengo todo lo que necesito en esta vida y diez mil veces más en el cielo; mi Padre celestial se ha encargado de eso, si lo hago, lo hago con alegría, porque sé que tendrá algo con qué apremiar a mi Salvador. Él merece mucho más, pero siquiera un cariñito para mostrarle lo mucho que agradezco lo que hizo por mí, por eso es que le sirvo, y saber que tengo algo para lanzar a sus pies, me trae gran gozo. Vamos a orar. Padre gracias te doy por la oportunidad que nos das de mostrar nuestra gratitud por todo lo que nos has dado. Te pido Señor que nos des las fuerzas que necesitamos para vencer sobre nuestra naturaleza carnal y nuestro enemigo espiritual. Ayúdanos a edificar bien mientras que estamos aquí en la tierra. Te lo pedimos en el nombre de Jesús. Amén.

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