Escritura
Por lo cual, animaos unos a otros, y edificaos unos a otros, así como lo hacéis.
Hay momentos en la vida en el que el fuego de nuestro corazón comienza a menguar, momentos en que el cielo azul se vuelve gris, y pareciera que la única luz que vemos en el horizonte es la de un tren que viene a nosotros. Es en esos momentos que un abrazo fuerte, una oración, unas palabras de aliento o simplemente un oído atento puede marcar la diferencia. Los tesalonicenses estaban experimentando persecución por causa de su fe. Ante esta situación difícil ¿a quién podían acudir? En primer lugar, a Dios, quien tenía control de todo. en segundo lugar, a sus hermanos en la fe quienes se encontraban luchando a su lado. Esta es la razón por el cual el Apóstol Pablo exhorta a los Tesalonicenses a hacer dos cosas. En primer lugar, a animarse mutuamente. ¿Qué es el ánimo? es el acto de inspirar a otros valor, aliento o esperanza. En cierta caricatura un pequeño niño recibe una llamada de atención de su hermana y de sus amigos por la nueva tarea a la cual se estaba dedicando. ¿Cuál era esa tarea? dar palmaditas en las cabezas de los pajaritos. Los pajaritos afligidos se acercaban, bajaban sus cabecitas emplumadas para que él se las acariciara, lanzaban un profundo suspiro, y se alejaban contentos. Nada causaba más satisfacción en la vida del pequeño y lo seguía haciendo a pesar de las bromas de los demás. ante las burlas de su hermana y de sus amigos, el con valentía les pregunto ¿Qué tiene de malo dar palmaditas a los pájaros en la cabeza? ¿Qué hay de malo en eso? A lo que ellos avergonzados respondieron “¡es que nadie más lo hace!” Cuan fácil es reírse de los demás, cuan fácil es verter agua fría sobre el entusiasmo, cuan fácil es desalentar a otros. El mundo es un mar de desalentadores. Si su tarea es dar ánimo, por favor le ruego que no se detenga, si dedica tiempo en abrazar, acompañar a alguien que está llorando, dar palabras de aliento, compasión y misericordia a plumas que han sido estropeadas por la ofensa o lastimadas por la adversidad, por amor a Dios siga dando palmaditas. El mundo necesita más niños como este, que dediquen tiempo cada día en dar felicidad a las almas afligidas. En segundo lugar, El Apóstol Pablo los anima a edificarse los unos a los otros. Cada vida es como una casa y todos estamos en proceso de construcción, cada ladrillo que se coloca una sobre otra representa una lección aprendida, una adversidad enfrentada, un hábito saludable, un paso más en la vida cristiana, etc. Como creyentes podemos edificar la vida de nuestros hermanos o también podemos destruirla. Una oración, una palabra de aliento, un gesto amable, un acto de compasión, un buen testimonio puede animar a mi hermano y alentarlo a seguir a delante, sin embargo, una burla, un chisme, una murmuración, un desprecio, una desatención o un mal testimonio puede destruirlo. ¿Qué de ti querido amigo? ¿Estás edificando o estas destruyendo? Una buena pregunta para meditar el día de hoy. Dios los bendiga. Corpus Unum.
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