Escritura
Por tanto, es necesario que con más diligencia atendamos a las cosas que hemos oído, no sea que nos deslicemos.2 Porque si la palabra dicha por medio de los ángeles fue firme, y toda transgresión y desobediencia recibió justa retribución, 3 ¿cómo escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan grande? La cual, habiendo sido anunciada primeramente por el Señor, nos fue confirmada por los que oyeron,4 testificando Dios juntamente con ellos, con señales y prodigios y diversos milagros y repartimientos del Espíritu Santo según su voluntad. Hebreos 2:1-4 Los cielos cuentan la gloria de Dios, Y el firmamento anuncia la obra de sus manos. 2 Un día emite palabra a otro día, Y una noche a otra noche declara sabiduría. 3 No hay lenguaje, ni palabras, Ni es oída su voz. 4 Por toda la tierra salió su voz, Y hasta el extremo del mundo sus palabras. En ellos puso tabernáculo para el sol; Salmos 19:1-4 porque lo que de Dios se conoce les es manifiesto, pues Dios se lo manifestó. 20 Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa. Romanos 1:19 y 20
Existen muchos peligros en el mundo hoy día; pero hay un peligro que es mucho más serio que cualquier otro: es el peligro de negligencia hacia los privilegios espirituales. Nosotros vivimos en una generación de grandes privilegios; métodos de comunicación nos hacen posible la propagación del evangelio a todo el mundo. El uso de tales métodos que el Señor ha provisto a nuestra generación te permite a ti escuchar este mensaje de hoy. Qué privilegios los que tenemos en transportes veloces, imprentas de alta tecnología, la radio, televisión y grabaciones. Tenemos mucha oportunidad de compartir el evangelio con cualquier persona en cualquier lugar. Este privilegio es acompañado de un peligro, un peligro expresado en Hebreos 2:1-4: “Por tanto, es necesario que con más diligencia atendamos a las cosas que hemos oído, no sea que nos deslicemos. Porque si la palabra dicha por medio de los ángeles fue firme, y toda transgresión y desobediencia recibió justa retribución, ¿cómo escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan grande? La cual, habiendo sido anunciada primeramente por el Señor, nos fue confirmada por los que oyeron, testificando Dios juntamente con ellos, con señales y prodigios y diversos milagros y repartimientos del Espíritu Santo según su voluntad”. ¿Entendiste el privilegio? Hemos oído la salvación. ¿Entendiste el peligro? Que nos deslicemos, si no le tomamos importancia. Son tan grandes las consecuencias involucradas aquí que he tomado la decisión de hacer una serie de estudios con ustedes sobre este asunto. En este estudio, interpretaremos las palabras de Hebreos 2:1-4. Vamos a considerar nuestro privilegio: el haber escuchado el mensaje de Dios; consideraremos nuestro mensaje: la salvación que Dios ha provisto en Cristo Jesús; estudiaremos nuestro deber: ponerle más atención a nuestro mensaje; veremos el peligro: el dejar que se nos escapen las oportunidades; y veremos nuestra amonestación: el cierto juicio que le vendrá a todos los que no se amarran al mensaje de Cristo Jesús. Habiendo visto esto, entremos en nuestro primer estudio por medio de dirigir nuestros pensamientos al gran privilegio espiritual que Dios nos ha extendido. ¿Cuál es nuestro privilegio? pues, hemos oído. Piensa en eso: de todas las personas del mundo, tú y yo hemos tenido el privilegio de escuchar el mensaje de la salvación. No todos han oído este mensaje. Por eso es que nos es dada la comisión a los que ya hemos oído, de testificarle a esas personas que no han podido oír el mensaje. Ése es el corazón del evangelismo; es el imperativo de misiones mundiales. Nuestro privilegio es que hemos recibido el mensaje, la revelación de Dios en su unigénito hijo para la salvación de los pecadores. Ése es nuestro privilegio. Nosotros hemos oído un mensaje que puede predicarse o hablarse sin el uso de palabras. Salmos 19:1-4 dice lo siguiente: “Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos. Un día emite palabra a otro día, y una noche a otra noche declara sabiduría. No hay lenguaje, ni palabras, ni es oída su voz. Por toda la tierra salió su voz, y hasta el extremo del mundo sus palabras”. Ése es el mensaje sin palabras dado al hombre para que vea y comprenda. El cielo y su expansión testifican de la persona y obra de Dios. La revelación es continua, día a día, noche a noche. La revelación es silenciosa, no hay lenguaje ni palabras ni es oída su voz. La revelación es mundial, por toda la tierra y hasta el extremo del mundo. Aún sin palabras, la naturaleza nos proclama el mensaje de Dios. ¿Qué tan efectivo es ese mensaje sin palabras? Romanos 1:19 y 20 nos explica lo que continua: “Porque lo que de Dios se conoce les es manifiesto, pues Dios se lo manifestó. Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa”. El mensaje de Dios, por medio de la naturaleza, es tan completo que el hombre que rechaza a Dios y se vuelve a la idolatría o la adoración de cualquier otra cosa queda sin excusa. Cualquier persona que tiene los ojos abiertos puede ver a Dios en la naturaleza si lo busca. Pero Dios no se quedó con sólo un testigo silencioso. El mensaje de Dios no es únicamente demostrado ante los ojos de los hombres; es hablado a los oídos del hombre. La Biblia nos relata muchas situaciones en que Dios habló a los oídos del hombre. La Biblia nos relata a veces cuando Dios habló en voz audible para ser conocido o darse a conocer. Él le habló a Adán, a Noé, a Abraham, a Moisés y a muchos otros. En más de una ocasión, Dios habló desde los cielos para que los hombres le oyeran; pero Dios ha hablado a través de hombres escogidos también. Los profetas eran representantes de la palabra de Dios. 2 Pedro 1:21 nos explica: “Porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo”. Encontramos una y otra vez las palabras ‘así ha dicho Jehová’, y una y otra vez leemos que la Biblia nos dice que la palabra de Jehová vino a tal y tal profeta. Las palabras que hablaron esos hombres eran igual como que si Dios mismo hubiera hablado. Nosotros hemos escuchado el mensaje de Dios a través de hombres de Dios. Dios no sólo ha hablado su mensaje, sino que también ha causado que su palabra sea imprimida o escrita para que los hombres pudieran tener una forma permanente en la cual guardar las verdades de Él. Así podemos repetir esas verdades una y otra vez en nuestras mentes. Por el medio de inspiración divina, Dios causó que su mensaje fuera inscrito en el idioma humano sin error alguno. La Biblia que nosotros tenemos hoy día es la palabra escrita de Dios. Dios mismo escribió su mensaje en las tablas de piedra en el monte Sinaí. Moisés bajó con dos tablas de la montaña; había escritura en ambos lados de las tablas. Éxodo 32:16 nos dice: “Y las tablas eran obra de Dios, y la escritura era escritura de Dios grabada sobre las tablas”. El resto de la Biblia es la palabra escrita de Dios, aunque fue escrita por mano de hombres mortales. 2 Timoteo 2:16 nos dice: “Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia”. Dios dirigió tan perfectamente la mente de los hombres que cada palabra que escribieron en las sagradas escrituras son las mismas palabras del eterno Dios. La revelación más grande de Dios no nos ha venido por un mensaje sin palabras, ni por mensaje hablado ni por la palabra escrita. La revelación más grande nos ha venido por la palabra viva y la palabra viva es Jesucristo. “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como la del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad”. Eso se encuentra en Juan 1:1 y 14. Jesucristo es la palabra viva de Dios, porque en Él podemos ver perfectamente a Dios; en Jesús podemos ver al Dios que habló por medio de la naturaleza, por voz audible y por medio de los profetas. Tan perfecta es la revelación de Dios en Jesús que Cristo pudo decir, ‘yo y el Padre uno somos, el que me ha visto a mi ha visto al Padre’. La explicación de esas declaraciones es: Dios estaba en Cristo. Eso es respaldado por lo que nos dice 2 Corintios 5:19: Dios puede ser conocido personalmente hoy, Él puede ser visto a través de la naturaleza, Él puede ser conocido a través de sus mensajeros y testigos, Él puede ser conocido por la enseñanza de la Biblia, Él puede ser conocido personalmente a través de la fe en la persona de Jesucristo. Ahora tú has oído el mensaje del evangelio; responda con fe. Pídele a Dios que sea tu señor y salvador. Él te salvará y tú llegarás a ser parte de la familia de Dios. Vamos a orar. Padre, te alabamos por el precioso mensaje que nos has dado. Te adoramos por la salvación y las provisiones que tú nos has dado a través de tu hijo Jesucristo. Ayúdanos a compartir esta verdad que conocemos con otros para que ellos también puedan conocer la verdad y creer. Por los méritos de Cristo te lo pedimos. Amén.
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