Escritura
Por tanto, es necesario que con más diligencia atendamos a las cosas que hemos oído, no sea que nos deslicemos. 2 Porque si la palabra dicha por medio de los ángeles fue firme, y toda transgresión y desobediencia recibió justa retribución, 3 ¿cómo escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan grande? La cual, habiendo sido anunciada primeramente por el Señor, nos fue confirmada por los que oyeron, 4 testificando Dios juntamente con ellos, con señales y prodigios y diversos milagros y repartimientos del Espíritu Santo según su voluntad. Hebreos 2:1-4 Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado, 15 para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. De tal manera amó Dios al mundo 16 Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. 17 Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él. 18 El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios. Juan 3:14-18 Mas os hago saber, hermanos, que el evangelio anunciado por mí, no es según hombre; Gálatas 1:11
Este es el quinto estudio que hemos tenido en cuanto a la investigación de lo que nos enseña Hebreos 2:1-4. Leamos el pasaje una vez más: “Por tanto, es necesario que con más diligencia atendamos a las cosas que hemos oído, no sea que nos deslicemos. Porque si la palabra dicha por medio de los ángeles fue firme, y toda transgresión y desobediencia recibió justa retribución, ¿cómo escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan grande? La cual, habiendo sido anunciada primeramente por el Señor, nos fue confirmada por los que oyeron, testificando Dios juntamente con ellos, con señales y prodigios y diversos milagros y repartimientos del Espíritu Santo según su voluntad”. Comenzamos este estudio con el privilegio que teníamos de oír el mensaje de Dios. El segundo estudio nos habló de la grandeza del mensaje que hemos oído; ese mensaje de la salvación es Cristo Jesús. El tercer estudio consideró nuestra responsabilidad de atender con más cuidado al mensaje que hemos oído. El cuarto estudio nos habló del peligro de ser negligentes, de dejar escapar la oportunidad de acudir a tal mensaje de suma importancia. Ahora, en este quinto estudio, deseo que regresemos al privilegio que tenemos de escuchar a este mensaje que anuncia al evangelio de Cristo Jesús. Es un evangelio, es una buena nueva, alguien dijo que es una noticia que te hace saltar de alegría. Deseamos concluir con estos estudios haciendo énfasis sobre este privilegio sin igual de escuchar y compartir el evangelio de nuestro señor Jesucristo. El mensaje de la salvación fue escuchado en toda su llenura por primera vez mientras que salía de la boca de Jesús de Nazaret. Jesús dijo lo siguiente en Juan 3:14-18: “Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, más tenga vida eterna. Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, más tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él. El que en Él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios”. Ésa fue la noticia tan grande que Dios envió al mundo en la persona y palabra de Jesucristo. Tú puedes aceptar a Jesús y puedes aceptar que Él dijo que las palabras que Él hablaba eran las palabras de Dios. Esas palabras pueden ser aceptadas con seguridad. Jesús anunció las buenas nuevas, aún antes de que cualquier persona pudiera entender lo que Él estaba diciendo. El escritor hebreo dijo que ese mensaje que fue anunciado primeramente por Jesús fue confirmado por los que oyeron. El mensaje que predicaron los apóstoles fue el mensaje que ellos había escuchado de los labios de Jesús, fue el mensaje que Jesús les envió a predicar, fue el mensaje que ellos compartieron con otros. El testimonio del apóstol Pablo pudo haber sido repetido por cualquiera de los otros apóstoles del señor Jesús. Él dijo lo siguiente en Gálatas 1:11 y 12: “Mas os hago saber, hermanos, que el evangelio anunciado por mí, no es según hombre; pues yo ni lo recibí ni lo aprendí de hombre alguno, sino por revelación de Jesucristo”. La pasión de los apóstoles era hablar las cosas que habían visto y oído del Señor. Ellos estaban seguros de que el mensaje que ellos habían recibido de Cristo era de Dios. Los primeros testigos cristianos no estaban solos ni abandonados en tratar de traer a memoria y expresar el mensaje de Jesús. Ellos tenían la ayuda del Espíritu Santo de Dios, así como Jesús se los había prometido. Juan 16:13 y 14 dice: “Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad (…) y os hará saber las cosas que habrán de venir. El me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber”. El mensaje hablado y escrito por los apóstoles es tan autoritativo y verdad como si lo hubiera dicho el señor mismo. Nosotros tenemos el gran privilegio de tener tal mensaje en forma escrita, hoy día. Señales y prodigios acompañaban el ministerio de los primeros cristianos; Jesús así lo había prometido. En Marcos 16:17-20 encontramos lo siguiente: “Y estas señales seguirán a los que creen: En mi nombre echarán fuera demonios; hablarán nuevas lenguas; tomarán en las manos serpientes, y si bebieren cosa mortífera, no les hará daño; sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán. Y el Señor, después que les habló, fue recibido arriba en el cielo, y se sentó a la diestra de Dios. Y ellos, saliendo, predicaron en todas partes, ayudándoles el Señor y confirmando la palabra con las señales que la seguían. Amén”. Sucedió, así como el Señor lo había prometido. Aunque leyere sólo brevemente el libro de los hechos de los apóstoles, encontrarás un sinnúmero de eventos que revelan los milagros que hacían los apóstoles a través del ministerio que les fue encomendado. Esos milagros eran señal para autenticar el hecho de que los apóstoles tenían la verdad y que eran enviados de Dios. Causaban asombro entre las personas que observaban. Eran milagros que confirmaban lo que los apóstoles decían. Notemos, sin embargo, que la presencia confirmante de señales y prodigios habían ya pasado de moda para cuando fue escrito el libro de Hebreos. Notemos que la escritura dice que Dios testificó juntamente con ellos y no con nosotros, con señales y prodigios. Habiendo sida concluida la Santa Escritura, no hay necesidad de más señales para cerciorarnos de que la palabra o el mensaje de Dios sea verdad. Tenemos su palabra inspirada como testimonio nosotros en el día de hoy. El repartimiento de su Espíritu Santo según su voluntad hace posible que los creyentes continúen en el trabajo de cristianos. El Espíritu Santo capacita al creyente para un servicio efectivo en el cuerpo de Cristo; los dones que Él da son muchos y variables, pero todos tienen el mismo fin. El propósito de cada don que da el Espíritu va con el fin de capacitarle para un ministerio fructífero en la obra de Dios. Ese bendito ministerio del Espíritu Santo está efectivo en la vida de muchos cristianos hoy día. Claro está que tenemos un gran privilegio; tengamos cuidado de no ser negligentes con este privilegio que tenemos. No descuidemos de las cosas de Dios, no seamos absorbidos en las cosas terrenales. Este privilegio que tenemos nos magnifica el peligro de la negligencia. Acerquémonos más a nuestro Padre celestial, a nuestro señor Jesucristo y a nuestro compañero, el Espíritu Santo para ser entregados cuerpo, alma y espíritu, en servicio espiritual. Tal acto es muy apropiado. Vamos a orar. Padre, venimos delante de ti para ofrecernos nuevamente en son de servicio. Te pedimos perdón por las muchas veces que te hemos fallado. Queremos que tu voluntad sea hecha en nuestras vidas. Haznos fuertes para que te podamos servir para el bienestar del hombre y para la honra y la gloria tuya. En el nombre de Jesús te lo suplicamos. Amén.
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