Escritura
¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No erréis; ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los que se echan con varones, 10 ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios. 11 Y esto erais algunos; mas ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios. 12 Todas las cosas me son lícitas, mas no todas convienen; todas las cosas me son lícitas, mas yo no me dejaré dominar de ninguna. 13 Las viandas para el vientre, y el vientre para las viandas; pero tanto al uno como a las otras destruirá Dios. Pero el cuerpo no es para la fornicación, sino para el Señor, y el Señor para el cuerpo. 14 Y Dios, que levantó al Señor, también a nosotros nos levantará con su poder. 15 ¿No sabéis que vuestros cuerpos son miembros de Cristo? ¿Quitaré, pues, los miembros de Cristo y los haré miembros de una ramera? De ningún modo. 16 ¿O no sabéis que el que se une con una ramera, es un cuerpo con ella? Porque dice: Los dos serán una sola carne. 17 Pero el que se une al Señor, un espíritu es con él. 18 Huid de la fornicación. Cualquier otro pecado que el hombre cometa, está fuera del cuerpo; mas el que fornica, contra su propio cuerpo peca. 19 ¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? 20 Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios. 1 Corintios 6:9-20 ni es honrado por manos de hombres, como si necesitase de algo; pues él es quien da a todos vida y aliento y todas las cosas. 28 Porque en él vivimos, y nos movemos, y somos; como algunos de vuestros propios poetas también han dicho: Porque linaje suyo somos. Hechos 17:25 y 28 Reconoced que Jehová es Dios; El nos hizo, y no nosotros a nosotros mismos; Pueblo suyo somos, y ovejas de su prado. Salmos 100:3
Nuestra examinación de 1 Corintios 6:9-20, en busca de principios que nos llaman a la Santidad, nos han traído a los versículos 19 y 20. Deseo leerles una porción de estos versículos: “y que no sois vuestros, habéis sido comprados por precio”. Esta declaración tiene tres verdades relacionadas con ellas, las cuales podrán ayudarnos en guiar nuestros pensamientos. Deseo que caiga sobre ti, esta verdad: “nosotros debemos vivir vidas Santas, porque le pertenecemos a Dios”. Tú no te perteneces, tú no tienes el derecho de guiar tu vida conforme a tus preferencias; si tú fueras tu propio amo, preocupado solamente con hacer tus placeres, podrías vivir la vida que quisieras. Pero ese no es el caso nuestro. La gramática de esta declaración es importante, en vista de que Pablo escribió en el idioma griego: “no sois vuestros”. Es lo que nosotros llamaríamos un negativo enfático. Es algo gramaticalmente técnico en el idioma griego que expresa una negación fuerte. Tal vez nos sería más fácil comprender si el verso dijera: no, no soy vuestros o de ninguna manera soy vuestros. El hecho de que uno ya no es suyo, está fuertemente declarado en este versículo. Dios inspiró a Pablo en usar esas palabras para dejar claro el hecho de que Él es el amo de nuestras vidas. Nunca te debes considerar independiente de Dios. Nosotros dependemos totalmente de Él. Hechos 17:25 y 28 dice: “Él es quien da a todos aliento y vida, y todas las cosas. Porque en Él vivimos, y nos movemos, y somos”. Salmos 100:3, dice: “Reconoced que Jehová es Dios, Él nos hizo, y no nosotros a nosotros mismos. Pueblo suyo somos, y ovejas de su prado”. Tú no tienes el derecho de insistir en tus planes y preferencias. Tu máximo gozo viene cuando haces la voluntad de Él. Eso no es una carga que nos quita la alegría. El servicio a Dios es una bendición que hace valer la vida y le da significado. Existe una libertad gloriosa en el servicio a nuestro Dios. Es una paradoja de la vida espiritual, el hecho que la libertad verdadera, viene por medio de la obediencia total a Dios Regocíjate en el hecho de que le perteneces a Él. Tú has sido comprado por un alto precio. Por esa razón, ya no eres tuyo; por esa razón es que le perteneces a Dios, Él te ha comprado para sí mismo. La idea de haberte comprado de la esclavitud está en el corazón de la doctrina bíblica de redención. Nosotros éramos esclavos del pecado, nuestro amo era Satanás. Ya estábamos condenados a causa de nuestros pecados, esperando la ejecución de la pena de muerte. Pero Dios vino a nosotros por medio de Cristo Jesús. El pagó una gran cantidad por nuestra libertad. El hecho de que tú has sido comprado por Dios significa que tú le perteneces sólo a Él. Nuestra respuesta al hecho de que Dios nos haya librado debe ser la del Salmos 31:5, “En tu mano encomiendo mi espíritu: Tú me has redimido, oh, Jehová, Dios de verdad”. Entrégate a Dios. Esa es la respuesta natural que debes dar en vista de que Él, te ha redimido. Dios nos mira con amor y nos dice: “Yo te he redimido; te he llamado por tu nombre; tú eres mío”. Nosotros deberíamos mirarle y contestar de esta manera: “Yo soy de mi amado, y mi amado es mío”. Es con gran asombro que observamos a Jesús para decir las palabras que se encuentran en Lucas 1:68-75, “Bendito el Señor Dios de Israel, que ha visitado y redimido a su pueblo, y nos levantó un poderoso Salvador. Que nos había de conceder, que, librados de nuestros enemigos, sin temor le serviríamos. En santidad y en justicia delante de él, todos nuestros días” La redención que Dios ha provisto en la persona de Cristo Jesús, Unigénito Hijo, es un gran acto de su gracia. Romanos 3:24, dice: “siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús”. Tito 2:14 dice: “quien se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras” Jesús entró una sola vez al lugar Santísimo, para obtener redención eternal para nosotros, según Hebreos 9:12. Por eso, el apóstol Juan escribió en 1 Juan 5:11-12, “Y este es el testimonio: que Dios nos ha dado vida eterna; y esta vida está en su Hijo. El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida” Eso nos levanta una pregunta de gran importancia ¿Estás confiando en Cristo Jesús como tu único y suficiente Salvador? Si tu respuesta es positiva, entonces tienes la razón más grande, por vivir una vida de Santidad delante de Dios y los hombres. El precio pagado para tu redención fue tremendo. El precio de tu redención fue la sangre preciosa de Cristo Jesús. La Biblia nos dice en 1 Pedro 1:18-21: “sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación, ya destinado desde antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los postreros tiempos por amor de vosotros, y mediante el cual creéis en Dios, quien le resucitó de los muertos y le ha dado gloria, para que vuestra fe y esperanza sean en Dios”. El precio que Dios pagó por ti, fue la sangre de su Unigénito Hijo. Eso sí fue un precio alto que pagar. Ese tema es repetido a través de la Biblia, Jesús dijo que su sangre fue derramada en rescate de muchos. Él dijo que nosotros hemos sido librados gratuitamente por su sangre. El libro de Apocalipsis nos representa a Jesús, como aquel quien nos amó y nos lavó en su sangre. Todos los Santos de Dios han tenido sus ropas, lavadas en la sangre del Cordero. ¿Por qué murió Jesús derramando su sangre? La respuesta de esa pregunta la podemos encontrar en Levítico 17:11, en donde nos dice: “Porque la vida de la carne en la sangre está, y yo os la he dado para hacer expiación sobre el altar por vuestras almas; y la misma sangre hará expiación de la persona”. El pecado trajo culpabilidad, y la culpabilidad trajo condenación. El murió la muerte que nosotros hubiéramos pasado, aunque Él era inocente, y nosotros culpables, para que nosotros pudiéramos vivir la vida que Él vive en relación con Dios. Por eso es que decimos que somos Salvos, por la sangre de Cristo Jesús. Jesús derramó su sangre para redimirnos del pecado. Nosotros, quienes hemos alcanzado los beneficios de la redención, debemos sentir odio hacia el pecado, en vista de que es nuestro enemigo. Es un enemigo que tiene la intención de separarnos de Él. Ese es el mismo enemigo que una vez nos tenía alejado de Él, e hizo necesario su muerte para poder traernos nuevamente a Él. No deberíamos tener deseos de pecar, deberíamos matar a aquellos deseos de pecado que existen en nuestra carne. Deberíamos tener la misma actitud hacia el pecado que el que tiene nuestro Señor Jesús. Deberíamos vivir en Santidad delante de Dios. La muerte física es un evento serio, nosotros consideramos a la muerte como una de las experiencias trágicas de la vida. Nos entristecemos cuando un ser querido se nos muere. Nosotros hacemos todo lo que está a nuestro alcance para atrasar a la muerte en nuestros cuerpos y alargar nuestras vidas. Pero a Jesús, la culpabilidad de todos nuestros pecados, le fueron añadidas a la carga de la muerte. 2 Corintios 5:21 dice: “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia en Él”. Él llegó a ser pecado para que nosotros pudiéramos llegar a ser justos, siendo pecado para nosotros, Él pagó el precio supremo de nuestra redención. Siendo justificados en Él, vivimos santamente delante de Él, todos los días de nuestras vidas. La muerte de Cristo para pagar la pena de nuestros pecados y librarnos del infierno, es un imperativo grande que nos llama a vivir santamente en nuestro diario andar. Oremos… Padre, gracias por haber pagado el precio de nuestra redención. Gracias por amarnos tanto. Ahora te pedimos que nos ayudes a demostrarte lo agradecido que estamos por medio de vivir vidas que te agraden. Solos no podemos, pero confiamos en tu poder para ayudarnos a vencer. Te alabamos en nombre de nuestro Salvador, Amén.
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