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Escritura
33 Y llegó a Capernaum; y cuando estuvo en casa, les preguntó: ¿Qué disputabais entre vosotros en el camino? 34 Mas ellos callaron; porque en el camino habían disputado entre sí, quién había de ser el mayor. 35 Entonces él se sentó y llamó a los doce, y les dijo: Si alguno quiere ser el primero, será el postrero de todos, y el servidor de todos. 36 Y tomó a un niño, y lo puso en medio de ellos; y tomándole en sus brazos, les dijo: 37 El que reciba en mi nombre a un niño como este, me recibe a mí; y el que a mí me recibe, no me recibe a mí sino al que me envió.
Los discípulos fueron sorprendidos en constantes discusiones acerca de los propósitos personales que ellos tenían. Es siempre doloroso comparar nuestros motivos con los de Cristo. No es malo que los creyentes tengan aspiraciones ni que sean laboriosos, pero es pecado tener aspiraciones inapropiadas. El orgullo o la inseguridad pueden llevarnos a valorar más la posición o el prestigio que el servicio. En el Reino de Dios, tales motivos son destructivos. Debemos luchar por el Reino de Cristo y no para nuestro beneficio.
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