Escritura
No seas sabio en tu propia opinión; Teme a Jehová, y apártate del mal; 8 Porque será medicina a tu cuerpo, Y refrigerio para tus huesos. Proverbios 3:7 y 8 Pues está escrito: Destruiré la sabiduría de los sabios, Y desecharé el entendimiento de los entendidos. 20 ¿Dónde está el sabio? ¿Dónde está el escriba? ¿Dónde está el disputador de este siglo? ¿No ha enloquecido Dios la sabiduría del mundo? 21 Pues ya que en la sabiduría de Dios, el mundo no conoció a Dios mediante la sabiduría, agradó a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación. 22 Porque los judíos piden señales, y los griegos buscan sabiduría; 23 pero nosotros predicamos a Cristo crucificado, para los judíos ciertamente tropezadero, y para los gentiles locura; 24 mas para los llamados, así judíos como griegos, Cristo poder de Dios, y sabiduría de Dios. 25 Porque lo insensato de Dios es más sabio que los hombres, y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres. 1 Corintios 1:19-25 Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová. 9 Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos. Isaías 55:8 y 9
Proverbios 3:7 y 8 dice: “No seas sabio en tu propia opinión; teme a Jehová, y apártate del mal; porque será medicina a tu cuerpo, y refrigerio para tus huesos”. Esos versículos son una llamada a la vida piadosa, una vida que está sinceramente entregada por completo a Dios es una vida llena de bendición y alegría. Por lo contrario, una vida sin Dios es una vida gris y vacía. Por lo consiguiente, una de las reglas para vivir bien es vivir una vida de piedad. Este es el principio: pongámonos a un lado y dejemos que Dios sea el centro de nuestro mundo. Eso nos es expresado en el versículo 7: “No seas sabio en tu propia opinión; teme a Jehová, y apártate del mal”. Hay tres principios expuestos en esa declaración. Debemos reconocer nuestros límites, no hay que ser sabios en nuestra propia opinión. Existe la gran tentación de que el hombre se crea dueño de todo, pero no es así. Algunas personas esperan hasta el último momento antes de reconocer sus límites y de su necesidad de Dios. El apóstol Pablo escribió acerca de algunos que no deseaban reconocer sus limitaciones en 1 Corintios 1:19-25: “Pues está escrito: Destruiré la sabiduría de los sabios, y desecharé el entendimiento de los entendidos. ¿Dónde está el sabio? ¿Dónde está el escriba? ¿Dónde está el disputador de este siglo? ¿No ha enloquecido Dios la sabiduría del mundo? Pues ya en la sabiduría de Dios, el mundo no conoció a Dios mediante la sabiduría, agradó a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación. (…) Porque lo insensato de Dios es más sabio que los hombres”. Dios nos dice esto en Isaías 55:8 y 9: “Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová. Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos”. El hombre prudente reconoce las cosas por lo que son. Él no finge tener una sabiduría que él no posee, un poder que no ejerce, ni recursos que no son suyos; él admite la verdad y se sujeta a Dios. Por eso es que la Biblia nos dice que el principio de la sabiduría es el temor a Jehová. Tenemos un aviso fuerte en Isaías 5:21 que nos dice: “¡Ay de los sabios en sus propios ojos, y de los que son prudentes delante de sí mismos!”. Dios no tiene celos de ellos; Él les tiene lástima. Él les avisa de que dicha vida terminará en la destrucción de ellos mismos. Proverbios 26:12 dice: “¿Has visto hombre sabio en su propia opinión? Más esperanza hay del necio que de él”. Esto es una acusación solemne. Significa que la persona ignorante está en mejores condiciones que aquél que está lleno de un espíritu de orgullo a causa de su poca sabiduría. Hemos conocido a varias personas infladas debido a la importancia que se han otorgado a sí mismos. Ellos piensan saber tanto que uno no puede compartir con ellos ninguna idea. No hay esperanza para tales personas. Si uno acepta sus propios límites, tendrá que acudir a alguien más para ayudarle. ¿A quién iremos? Nuestro texto nos dice que debemos acudir a Dios. Acordémonos que el principio de la sabiduría es el temor a Jehová; uno no puede ser sabio si no ha conocido a Dios personalmente. Dios tiene bendiciones especiales para los que siguen esta enseñanza. Salmos 31:19 nos dice: “¡Cuán grande es tu bondad, que has guardado para los que te temen, que has mostrado a los que esperan en ti, delante de los hijos de los hombres!”. Nadie puede saber de todas las bendiciones que Dios tiene guardadas para sus hijos. Aquél que no desea reconocer a Dios como el centro de su vida perderá todas esas bendiciones y tendrá que soportar en miseria el tratamiento que recibirá de la vida. Eclesiastés 12:13 dice: “El fin de todo el discurso oído es este: Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre”. Nuestro texto nos enseña que debemos apartarnos del mal y no ser sabios en nuestra propia opinión. Si Dios es el centro de nuestra vida, no podremos practicar el pecado con gusto. Dios nunca ha sido, ni será, compañero del pecado. Por eso debemos apartarnos del mal. Isaías 1:16 dice: “Lavaos y limpiaos; quitad la iniquidad de vuestras obras de delante de mis ojos; dejad de hacer lo malo”; ése es el requisito de Dios. Dios expresó el mismo pensamiento otra vez en Isaías 55:7: “Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase a Jehová, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar”. Dios no acepta ningún sustituto para la santidad. Romanos 6:12 dice: “No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo que lo obedezcáis en sus concupiscencias”. Se requiere una pureza en hecho para agradar a Dios. Debemos reconocer nuestras limitaciones y nuestra necesidad de Dios. Debemos ser santos delante de Él. De esa manera, permitiremos que Dios sea el centro de nuestra vida y no nosotros mismos. Dios nos dará salud y fuerza y eso es una promesa. El servir a Dios será medicina para nuestros cuerpos y refrigerio a nuestros huesos. Cuando el feto humano se está desarrollando en el vientre de la madre, existe una cuerda que une al bebé con la mamá. Vida y nutrición fluyen del cuerpo de la madre al cuerpo del niño durante ese período de tiempo. Dios dice que Él será para nosotros lo que la madre es para su niño; Él suplirá todas nuestras necesidades para que podamos crecer y vivir, Él nos dará fuerza y salud. Dios suplirá nuestras necesidades conforme a las riquezas gloriosas en nuestro señor Cristo Jesús. Él también promete protegernos de enfermedades que son causadas por muchas cosas. Salmos 31:19 dice: “¡Cuán grande es tu bondad, que has guardado para los que te temen, que has mostrado a los que esperan en ti, delante de los hijos de los hombres!”. Confía en el Señor y verás que Él es bueno. Él no detiene las necesidades del que está confiado en Él. Hagamos una aplicación práctica ahora de este texto por medio de hacernos 3 preguntas. En primer lugar, ¿en quién confiamos? Mira, o nosotros confiamos en Dios, o estamos confiando en nosotros mismos o en otras cosas; no hay otras alternativas. El salmo 31:19 nos habla de la bondad de un buen y maravilloso Dios, quien tiene bendiciones guardadas para los que confían en Él. ¿Podemos proveer para nosotros mismos sin necesidad de Dios? Claro que no. Es mejor que confiemos en nuestro padre celestial. En segundo lugar, ¿caminamos nosotros por fe o por vista? Caminar por fe es confiar en Dios; caminar por vista es confiar en nosotros mismos. Acordémonos de las palabras: Es mejor caminar por fe en la oscuridad que caminar a solas en la luz. Caminemos con Dios cuando caminamos por fe. En tercer lugar, ¿caminamos en sabiduría por medio de confiar en Él? El confiar en Dios es sabiduría; el dudar de Dios es necedad. Leamos nuestro texto otra vez: “Fíate de Jehová de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, y Él enderezará tus veredas. No seas sabio en tu propia opinión; teme a Jehová, y apártate del mal; porque será medicina a tu cuerpo, y refrigerio para tus huesos”. Vamos a orar. Padre, ayúdanos a confiar en ti poniendo a un lado nuestra sabiduría humana. Ayúdanos a andar por fe y no por vista. Esto te lo pedimos en el nombre de Cristo Jesús. Amén.
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