Escritura
Nunca se aparten de ti la misericordia y la verdad; Atalas a tu cuello, Escríbelas en la tabla de tu corazón; 4 Y hallarás gracia y buena opinión Ante los ojos de Dios y de los hombres. Proverbios 3:3 y 4 Hijo mío, no te olvides de mi ley, Y tu corazón guarde mis mandamientos; 2 Porque largura de días y años de vida Y paz te aumentarán. Proverbios 3:1 y 2 Oh hombre, él te ha declarado lo que es bueno, y qué pide Jehová de ti: solamente hacer justicia, y amar misericordia, y humillarte ante tu Dios. Miqueas 6:8
Proverbios 3:3 y 4 nos dice: “Nunca se aparten de ti la misericordia y la verdad; átalas a tu cuello, escríbelas en la tabla de tu corazón; y hallarás gracia y buena opinión ante los ojos de Dios y de los hombres”. Éste es otro principio que Dios nos da para ayudarnos en vivir bien. Es el segundo de varios principios que nos da el tercer capítulo del libro que nosotros llamamos “Los proverbios de Salomón, hijo de David, Rey de Israel”. La primera regla que vimos para vivir bien era la que se encuentra en Proverbios 3:1 y 2: debemos amar y obedecer los principios que la Biblia nos da. La segunda regla es: debemos vivir en el espíritu de misericordia y verdad. Para vivir en espíritu de misericordia y verdad debemos obedecer a Dios y servir al hombre. Necesitamos comprender que misericordia y verdad nos llevan en dos direcciones relacionadas a la vida. Misericordia tiene que ver con relaciones humanas de la vida. Nuestro contacto con otras personas debe ser marcado con el espíritu de misericordia. Verdad tiene que ver con las relaciones de Dios en la vida. Nuestra relación con Dios debe ser gobernada por la verdad porque Él desea que le adoremos en espíritu y en verdad. El principio de la misericordia es un sentimiento precioso. La misericordia es un sentimiento de piedad además de una ayuda activa, es más que simpatía, aunque esa emoción está involucrada. Es un tratamiento de compasión, es un alivio de sufrimiento. Esa gracia es respaldada por Dios en la vida del hombre. El profeta Miqueas escribió en el capítulo 6, versículo 8: “Oh hombre, Él te ha declarado lo que es bueno, y qué pide Jehová de ti: solamente hacer justicia, y amar misericordia, y humillarte ante tu Dios”. La misericordia no es solamente recomendada y aprobada; si deseamos servir a Dios, es exigida. Jesús nos habla del mismo tema en Mateo 5:7: “Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia”. Otra vez Jesús nos dice en Lucas 6:36: “Sed, pues, misericordiosos, como también vuestro Padre es misericordioso”. Los hechos misericordiosos del cristiano son una copia de los hechos misericordiosos de Dios; qué ejemplo tan grande para nosotros. El principio de verdad es un guía infalible. La verdad es lo que es correcto, particularmente lo que Dios nos ha revelado en su Sagrada Escritura. En vista de que Dios es un Dios de verdad, Él requiere que sus hijos anden en la verdad. Encontramos este mandamiento en Zacarías 8:16 y 17: “Estas son las cosas que habéis de hacer: Hablad verdad cada cual con su prójimo; juzgad según la verdad y lo conducente a la paz en vuestras puertas. Y ninguno de vosotros piense mal en su corazón contra su prójimo, ni améis el juramento falso; porque todas estas son cosas que aborrezco, dice Jehová”. El Salmo 51:6 nos dice: “He aquí, tú amas la verdad en lo íntimo, y en lo secreto me has hecho comprender sabiduría”. El principio de la misericordia y el principio de la verdad deben ser experiencias internas. Dios manda que atemos en nuestros cuellos los principios que Él nos enseña, nos dice que debemos escribirlos en la tabla de nuestro corazón; eso significa que nuestra personalidad debe mostrar misericordia y verdad. Eso es lo que significa ser cristiano. Cuando Dios escribió su nuevo convenio de la gracia, Él dijo en Jeremías 31:33 y 34: “Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón; y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo (…) perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de su pecado”. Las mujeres cristianas son exhortadas en que su belleza comience en el corazón, según 1 Pedro 3:4: “ornato de un espíritu afable y apacible, que es de grande estima delante de Dios”. Las bendiciones de Dios caen sobre la persona que vive por medio de la misericordia y verdad. Así como estas dos gracias se relatan a Dios y al hombre, también las bendiciones se relatan a ambos. La misericordia y la verdad son agradables delante de Dios, producen una buena reputación, son reconocidas por Dios y aceptadas por Él. En Jesucristo hubo misericordia y verdad. La Biblia nos dice lo siguiente en Juan 1:17: “Pues la ley por medio de Moisés fue dada, pero la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo”. Dios vio a Jesús y dijo esto en Mateo 3:17: “Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia”. De esta manera, también nosotros debemos agradar a Dios. Así es como demostramos que somos hijos de nuestro Padre Celestial y también de que somos verdaderos discípulos de nuestro señor Jesucristo. Los cristianos debemos ser como Cristo. El propósito de Dios para nosotros se encuentra en Romanos 8:29, donde nos dice que nos predestinó para que fuésemos hechos “conforme a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos”. El cristiano debe andar de una forma que a Dios le agrade. Debemos aprender a vivir más y más como nuestro señor Jesús. La misericordia y la verdad son entendidas por el hombre. Romanos 14:18 dice: “Porque el que en esto sirve a Cristo, agrada a Dios, y es aprobado por los hombres”. Es tremendo testimonio para Dios cuando los cristianos viven por medio de los principios de la misericordia y verdad. La experiencia de ellos será agradable a los ojos de Dios y hallarán gracia delante de los hombres. Aquél que no demuestra un espíritu de misericordia con el ser humano, no tiene sabiduría. Cualquier otro que rige su vida con otros principios que no sean de Dios, no tiene sabiduría. La escritura dice, nunca se aparten de ti la misericordia y la verdad; átalas a tu cuello, escríbelas en la tabla de tu corazón y hallarás gracia y buena opinión ante los ojos de Dios y de los hombres. ¿Qué aplicación práctica podríamos sacar de esta enseñanza? Pues debemos vivir como ciudadanos de dos mundos, teniendo obligaciones con ambos. Existe el peligro de que uno se concierne tanto con el mundo presente que puede olvidarse de sus obligaciones espirituales. También es posible que uno piense tanto en el cielo que no puede servir en el mundo. Nosotros somos ciudadanos de una nación en la tierra y, al mismo tiempo, ciudadanos del Reino Celestial, y debemos vivir bajo las obligaciones de ambos. Sería bueno que diéramos atención especial a nuestro carácter y conducta; las dos son importantes. Lo que somos determina lo que hacemos y lo que hacemos revela lo que somos. Palabras que no son respaldadas con acciones son falsas. Nuestra relación con Dios, habiendo recibido su misericordia y verdad debe influir en nuestra relación con el hombre por medio de mostrarle nuestra misericordia y verdad. Debemos vivir por medio del principio de la sal. Jesús expresó en su gran sermón que se encuentra en el capítulo 5 de Mateo: “Vosotros sois la sal de la tierra”. Por lo consiguiente, nosotros debemos ejercer el ministerio de purificar y preservar a esta sociedad en la cual vivimos. Jesús dijo: “Vosotros sois la luz del mundo (…) Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos”. La vida del cristiano es servir al hombre y glorificar a Dios. Eso debemos hacer si es que queremos vivir bien. Una vida de bendición tiene que comenzar con una experiencia con Dios. Uno tiene que nacer otra vez para poder tener la vida de Dios y ser un hijo de Él. Jesús dijo que uno nacía de nuevo al creer en Él. Nosotros te pedimos que entregues tu vida en las manos de Dios; Él te recibirá, te lavará, te salvará y vivirá su vida en ti por toda la eternidad. Eso es una promesa. Vamos a orar. Padre, gracias por esta enseñanza. Usa este ministerio para tu honra y tu gloria. Te lo suplicamos en el nombre de Jesús. Amén.
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