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Vida Nueva
Lección Seis: El Fariseo Y El Publicano
Pastor - Paul Tinoco
(Centro De Vida)
Duración: 00:22:18 Minutes
Listens:
64
Aired on Abr 12, 2020

Escritura

Lucas 18:10-14

Dos hombres subieron al templo a orar: uno era fariseo, y el otro publicano. El fariseo, puesto en pie, oraba consigo mismo de esta manera: Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano; ayuno dos veces a la semana, doy diezmos de todo lo que gano. Mas el publicano, estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: Dios, sé propicio a mí, pecador. Os digo que éste descendió a su casa justificado antes que el otro; porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla será enaltecido.

La humildad te abre las puertas del cielo,  en  tanto que el orgullo te las cierra. Hoy continuaremos con la serie “Vida Nueva” y el mensaje de este estudio se titula “El fariseo y el publicano” con ustedes su amigo y pastor Paúl Tinoco. Se cuenta que cierto día un joven caminaba con su padre, cuando en una curva él se detuvo y después de un pequeño silencio le preguntó: Además del cantar de los pájaros, ¿escuchas alguna cosa más? Entonces el joven agudizó sus oídos y algunos segundos después le contesto: Estoy escuchando el ruido de una carreta. Eso es -dijo el padre-. Es una carreta vacía. Entonces el joven preguntó a su padre: ¿Cómo sabes que es una carreta vacía, si aún no la vez? Entonces el padre respondió: Es muy fácil saber cuándo una carreta está vacía, por el ruido. Cuanto más vacía la carreta, mayor es el ruido que hace. Los mismo pasa con las personas, aquellas que hablan demasiado e interrumpen a todos, aquellas que presumen lo que tienen y hacen quedar mal a sus semejantes, aquellas que se pavonean de todo lo que hacen y se creen la última coca cola en el desierto, son aquellas que se encuentran más vacías ya que nadie está más vacío que aquel que está lleno de sí mismo. Uno de los personajes que estudiaremos hoy creo que es un modelo perfecto de este tipo de personas. les invito a abrir la Palabra de Dios en el libro de Lucas 18:10-14. Hoy estudiaremos la parábola del Fariseo y el Publicano y dividiremos nuestro estudio en 3 partes. En primer lugar,  estudiaremos  la vida de 2 hombres,  en segundo lugar,  estudiaremos 2 tipos de oraciones y en tercer lugar estudiaremos los dos 2 resultados diferentes. Vayamos a nuestro primer punto. La vida de dos hombres. La palabra de Dios dice: “Dos hombres subieron al templo a orar: uno era fariseo, y el otro publicano.” Los fariseos eran una secta judía legalista de alrededor de seis mil personas. Su nombre significa literalmente “los apartados” eran conocidos por su apego estricto a las tradiciones y a los detalles ceremoniales contenidos en la Ley. Representaban el núcleo ortodoxo del judaísmo y ejercían una gran influencia sobre las personas comunes en Israel. Sin embargo, a pesar de estar tan cerca de Dios, su corazón estaba tan lejos de él. Vivian cegados por su religión a tal punto que, teniendo al Dios encarnado al frente suyo, no lo pudieron reconocer, si no por el contrario se opusieron a él y más tarde lo crucificaron en una cruz. Por otro lado, tenemos al publicano o comúnmente llamado cobrador de impuestos.   Los publicanos eran judíos servidores de Roma, estos hombres daban una buena suma de dinero a los romanos con tal de que ellos les dieran el trabajo de recaudar impuestos, ya que una vez que lo hacían, estos cobraban de forma exagerada a tal punto que en poco tiempo se volvían gente rica. Cobraban impuestos de todo tipo y color y si alguien por algún motivo se negaba a dar alguna contribución, estos hombres contrataban matones quienes por medio de la violencia les sacaban el dinero. Por este motivo eran gente despreciada por el pueblo a tal punto que ni siquiera se les permitía ingresar a las sinagogas que eran los sitios donde se estudiaban la biblia. Estos dos hombres eran totalmente diferentes. Uno se consideraba a si mimo como piadoso mientras que el otro era visto como un impío, uno era respetado por los demás mientras que el otro era el más despreciado dentro de la sociedad judía.   Creo que estas dos personas, representan muy bien a nuestra sociedad en el día de hoy. Por un lado, tenemos millones de personas que simplemente han dado rienda suelta a su naturaleza y han cometido todo tipo de pecados, y por otro lado tenemos a pecadores que se ven a sí mismos como gente moral y respetable, gente que no hace daño a nadie y trata de vivir cumpliendo las reglas, sin embargo, en lo más profundo de su ser están totalmente contaminados. En segundo lugar, veremos los dos tipos de oraciones. La palabra de Dios dice “El fariseo, puesto en pie, oraba consigo mismo de esta manera: Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano; ayuno dos veces a la semana, doy diezmos de todo lo que gano.” La primera oración es del fariseo. En primer lugar, notamos la posición que tenía al orar. Dice el texto que oro de pie. Orar de pie no era en si mismo nada malo, era una posición aceptable, el problema de este hombre era que se puso de pie solo con la intención de que todos lo observaran, de llamar la atención y de no pasar desapercibido. En segundo lugar, notamos que oro consigo mismo. ¿puede ser esto posible? Claro que sí.A veces decimos parece que mi oración no llega ni al techo de la casa, y muchas veces puede que sea cierto. La oración del fariseo no era una oración a Dios sino una oración arrogante solo con el fin de impresionar a otros. En tercer lugar, notamos la arrogancia en sus palabras. Su oración no comienza dando gloria y honra a su creador, sino dando honra y gloria a sí mismo. El comienza diciendo “Dios te doy gracias de que no soy como los otros hombres” si pudiéramos parafrasear sus palabras creo que esta diría: te agradezco que me creaste mejor que los demás, nadie se compara a mí, te has de sentir satisfecho de tener un hombre como yo en la tierra, creo que el cielo es digno de un hombre como yo, soy más santo que todos. Luego continua y procede a compararse con otros. Pero su comparación no es con personas devotas y espirituales, sino con gente de mala reputación.  Dice no ser ladrón, sin embargo, en su oración le robo toda la gloria a su creador, dice no ser injusto o engañador, sin embargo, su vida es un total fraude, ya que aparenta ser lo que verdaderamente no es. Dice no ser adúltero, ¿pero será que nunca tuvo un pensamiento lujurioso hacia alguien? Y lo que es peor ¿acaso no cometió adulterio al apartarse del Dios verdadero? Y por si esto fuera poco. Miro de lejos al publicano quien se encontraba golpeándose el pecho y suplicando misericordia y le dijo a Dios “tampoco soy como este cobrador de impuestos” los fariseos odiaban a los publicanos a tal punto que ni siquiera podían acercarse a ellos por temor a contaminarse ceremonialmente, guardaban una gran distancia como una declaración de su superioridad. Sin embargo, lo que no vio el fariseo es que, en ese preciso momento, el hombre a quien tanto despreciaba se encontraba camino al cielo y él camino al infierno. No contento con decir lo que no era, ahora procede a leer su currículum vitae. Dice el texto “ayuno dos veces a la semana, doy diezmos de todo lo que gano.” En la cultura judía era costumbre ayunar una vez cada año sin embargo este hombre ayunaba más de cien veces al año. Y en cuanto al diezmo, la ley exigía dar tres tipos de diezmos que en total sumaba alrededor del 23.3% de sus ingresos totales. Sin embargo, el fariseo iba más allá, el diezmaba incluso las hierbas del jardín como ser la menta, el anís y el comino que no eran necesarios diezmar. Todo con el fin de comprar su entrada al cielo. Saben, así como este hombre en el día de hoy tenemos a millones de personas que luchan por conseguir un boleto al cielo basado en sus elevados logros y gran esfuerzo personal. Ellos creen que Dios tiene una balanza en el cielo donde en un lado están sus buenas obras y en el otro sus malas acciones. Y si sus buenas obras son mayores estas le permitirán la entrada al cielo, sin embargo, si sus malas obras son mayores simplemente irán al infierno. Esto, aunque suena interesante, es una total farsa. Lo cierto es que podemos vanaglórianos delante de la gente, podemos impresionar a los demás con nuestros éxitos humanos, podemos recibir aplausos y obtener títulos por nuestras buenas acciones, pero no podemos impresionar a Dios. Ya que él conoce a profundidad como somos y quienes somos en realidad. ¿quieres saber que piensa Dios de nuestras buenas obras? Isaías 64:6 dice “Si bien todos nosotros somos como suciedad, y todas nuestras justicias (o buenas obras) como trapo de inmundicia” podemos impresionar a todo el mundo, pero delante de Dios lo mejor de nosotros es simplemente como las vendas que recubren a un paciente con lepra, trapos sucios llenos de escoria y putrefacción. Así es la condición humana. ¡no hay razón porque jactarnos delante de un Dios santo como nuestro Dios¡ Por otro lado, tenemos la oración del publicano, una oración sencilla y poderosa, una oración que lo cambiaría por toda la eternidad. ¿quieres saber cómo una persona puede alcanzar la salvación de su alma, el perdón de sus pecados y la entrada al cielo? Pues no pierda de vista lo que hizo el publicano. La palabra de Dios dice “Mas el publicano, estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: Dios, sé propicio a mí, pecador.” En estas palabras notamos algunas características del cobrador de impuestos. La primera es su lugar dentro del templo. Mientras que el Fariseo se encontraba lo más cerca posible del santuario con su lugar Santo y su lugar Santísimo, el publicano por el contrario se encontraba lejos del santuario, en una expresión de su indignidad de presentarse delante de su creador. En segundo lugar, notamos la actitud que tenía. Dice el texto que “no quería ni aun alzar sus ojos al cielo”. tengo un pequeño hijo de dos años y siempre que se porta mal, simplemente agacha el cabeza avergonzado por lo que ha hecho. Esta era la actitud del publicano delante de Dios. Su pecado y desobediencia simplemente se manifestó en un profundo dolor, en un sentido de culpa, temor y vergüenza por lo que había hecho. En tercer lugar, vemos su comportamiento. Dice el texto “se golpeaba el pecho” recuerden que en el pecho se encuentra el corazón que es el centro y el origen de toda la maldad en el hombre, así que golpearse el pecho no era más que un gesto usado para expresar la tristeza y la angustia más extrema que sentía este hombre por su pecado. ¿Cuál es la actitud que tienes tú al acercarte delante de Dios? Muchos creen que le hacen un favor a Dios al ir al templo, otros van solamente si hay algún banquete o algo que les pueda beneficiar, otros van con una actitud costumbrista, arrogante e irrespetuosa ¿Qué de ti querido amigo? Por último, notamos sus palabras. Dice el texto que decía “Dios, sé propicio a mí, pecador” o en otras palabras “Dios ten misericordia de mí. El pecador” en primer lugar el publicano reconoce que es un pecador. mientras que el fariseo mostraba cuan buen hombre era, este simplemente reconoce que es un completo desastre, un pecador con P Mayúscula, el principal de todos los pecadores. En segundo lugar, se dio cuenta que merecía el castigo divino por su pecado y en consecuencia vino suplicando misericordia. Él sabía que merecía el infierno, el entendía que la consecuencia de su pecado era la muerte, el entendía que estaba totalmente perdido y camino al infierno, y en su miseria clamó a Dios. Clamó a Dios y fue escuchado. Para terminar, estudiaremos los dos resultados diferentes ¿qué paso después de esto? Nuestro Señor Jesucristo termina la historia diciendo “Os digo que éste descendió a su casa justificado antes que el otro; porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla será enaltecido. Waooo que maravillosa historia, el publicano, este hombre tan vil y despreciado, llegó al templo con una carga tremenda por su pecado, sin embrago volvió a su casa declarado justo delante de Dios, libre de aquella carga, en tanto que el fariseo volvió a casa tal y como llegó, creyéndose justo sin embrago yendo camino al infierno. ¿Qué de ti querido amigo? ¿Dónde está tu depositada tu confianza? ¿en tus buenas acciones o en la misericordia de Dios? Se cuenta de una mujer que era bella, encantadora y muy talentosa, todo el pueblo hablaba de ella. Cierto día ella se sentó al piano y tocó a lo que el público decía: cuan dulce y cuan hermosa era.  Pero había un predicador allí esa noche. Su nombre era Cesar Milán. Y Cesar Milán se acercó a esta hermosa joven y le dijo: usted tiene encanto, tiene gracia y tiene belleza, pero si usted no se salva, si usted no ve su necesidad y entrega su corazón a Jesucristo esta tan perdida como la peor ramera de Londres. Esto la insulto un poco, estaba escandalizada por la descortesía de este predicador. En la noche al subir a su alcoba, trato de dormir, trato de no darle importancia, pero no pudo y a las tres de la mañana Charlot Eliot entregó su corazón a Jesucristo, nació de nuevo. Ella fue la que escribió un himno que cantamos frecuentemente que dice “tal como soy de pecador, sin más confianza que tu amor, ya que me llamas vengo a ti. Cordero de Dios heme aquí” esta es la forma en que ella vino a Dios y es la forma en la que tú y yo tenemos que venir a él. Tú y yo merecemos el infierno, tú y yo merecemos morir por nuestro pecado y maldad, pero hubo uno quien murió en la cruz en nuestro lugar. Hubo uno quien nos amó con un amor eterno, hubo uno quien venció la muerte con poder y desde esa tumba vacía ofrece salvación y vida eterna a todo aquel que confía en él. Ven a él querido amigo, deja a un lado tu soberbia y ven a él con un corazón humilde, quebrantado y vacío, ten la seguridad que él lo llenará de amor, gracia y favor.

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