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Vida Nueva
Lección 17 – La Transformación De Una Mujer
Pastor - Paul Tinoco
(Centro De Vida)
Duración: 00:22:39 Minutes
Listens:
85
Aired on Ago 02, 2020

Escritura

Lucas 7:36-50

36 Uno de los fariseos rogó a Jesús que comiese con él. Y habiendo entrado en casa del fariseo, se sentó a la mesa. 37 Entonces una mujer de la ciudad, que era pecadora, al saber que Jesús estaba a la mesa en casa del fariseo, trajo un frasco de alabastro con perfume; 38 y estando detrás de él a sus pies, llorando, comenzó a regar con lágrimas sus pies, y los enjugaba con sus cabellos; y besaba sus pies, y los ungía con el perfume. 39 Cuando vio esto el fariseo que le había convidado, dijo para sí: Este, si fuera profeta, conocería quién y qué clase de mujer es la que le toca, que es pecadora. 40 Entonces respondiendo Jesús, le dijo: Simón, una cosa tengo que decirte. Y él le dijo: Di, Maestro. 41 Un acreedor tenía dos deudores: el uno le debía quinientos denarios, y el otro cincuenta; 42 y no teniendo ellos con qué pagar, perdonó a ambos. Di, pues, ¿cuál de ellos le amará más? 43 Respondiendo Simón, dijo: Pienso que aquel a quien perdonó más. Y él le dijo: Rectamente has juzgado. 44 Y vuelto a la mujer, dijo a Simón: ¿Ves esta mujer? Entré en tu casa, y no me diste agua para mis pies; mas ésta ha regado mis pies con lágrimas, y los ha enjugado con sus cabellos. 45 No me diste beso; mas ésta, desde que entré, no ha cesado de besar mis pies. 46 No ungiste mi cabeza con aceite; mas ésta ha ungido con perfume mis pies. 47 Por lo cual te digo que sus muchos pecados le son perdonados, porque amó mucho; más aquel a quien se le perdona poco, poco ama. 48 Y a ella le dijo: Tus pecados te son perdonados. 49 Y los que estaban juntamente sentados a la mesa, comenzaron a decir entre sí: ¿Quién es éste, que también perdona pecados? 50 Pero él dijo a la mujer: Tu fe te ha salvado, vé en paz.

Y justo cuando la oruga pensó que era su final se transformó en una mariposa. Hoy continuamos con la serie “Vida Nueva” y el mensaje de este estudio se titula “La transformación de una mujer” con ustedes su amigo y pastor Paúl Tinoco.   La historia de hoy tiene lugar en Galilea, lugar donde nuestro Señor Jesucristo se encontraba ministrando.  De pronto aparecen dos personajes en la escena. Les invito a abrir sus Biblias en el libro de Lucas 7:36 - 50. La palabra de Dios comienza diciendo “Uno de los fariseos rogó a Jesús que comiese con él. Y habiendo entrado en casa del fariseo, se sentó a la mesa. Entonces una mujer de la ciudad, que era pecadora, al saber que Jesús estaba a la mesa en casa del fariseo, trajo un frasco de alabastro con perfume”   En primer lugar, vemos a un hombre que se acerca donde Jesús y le suplica que coma con él en su casa.  Este hombre se llamaba Simón y era un fariseo. Los fariseos eran los hombres más religiosos de la ciudad, hombres moralistas y decentes, hombres que enseñaban las escrituras y guiaban al pueblo a Dios. Estaban tan cerca de Dios, sin embargo, su corazón estaba tan lejos de él, la gran mayoría de los fariseos eran simplemente hipócritas. Decían, pero no hacían.   No sabemos con seguridad cuales fueron las intenciones de este fariseo al invitar a casa a Jesús, algunos creen que tenía interés en conocer quién era Jesús, otros creen que simplemente lo había invitado para acumular más pruebas en contra de él, ya que ningún fariseo que se respetara tendría alguna forma de relación con un hombre que era considerado blasfemo.   Ante la invitación Jesús acepta ir a casa de Simón y cuando llega a ella, se recuesta a la mesa para comer. De pronto aparece una mujer en la escena. No se sabe su nombre, ni su edad ni de dónde venía, lo único que dice el texto es que era pecadora. este término era reservado para la gente más despreciada de una ciudad. Muy probablemente era una prostituta, una mujer inmoral que vivía esclavizada por sus propios deseos pecaminosos.   Seguido a esto podemos ver la conducta y la actitud de estos dos personajes frente a Jesús. La palabra de Dios dice “trajo un frasco de alabastro con perfume y estando detrás de él a sus pies, llorando, comenzó a regar con lágrimas sus pies, y los enjugaba con sus cabellos; y besaba sus pies, y los ungía con el perfume.” en primer lugar notamos la actitud de la mujer. Vemos a una mujer valiente y decidida entrar a una casa donde sabia no sería bien recibida por todos. Pero eso no importaba, ella estaba resuelta a llegar donde Jesús estaba. seguramente había escuchado de Jesús, talvez había presenciado alguno de sus milagros, pero estoy seguro que lo que más le impacto fue su mensaje. Un mensaje lleno de gracia y compasión. Un mensaje de esperanza para el alma angustiada, buenas nuevas de salvación para el pecador más perdido.  Tal vez escucho decir al maestro “venid a mi todos los que estáis trabajados y cargados y yo os hare descansar, los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos, no he venido a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento”. Este era el lenguaje de nuestro maestro. Estoy seguro que cuando esta mujer lo escucho predicar, las palabras de Cristo cautivaron su corazón herido y se dio cuenta que todavía existía esperanza para ella, todavía podía ser perdonada y limpiada de años de impureza y maldad.   Esta es la razón por la cual no le importo la vergüenza de entrar a una casa ajena donde seria mal vista y despreciaba. Estaba resuelta a llegar frente a aquel que podía limpiarla y sanar su corazón herido.   Tan pronto ingresa a la casa va directamente sobre los pies del maestro, no se atreve ni siquiera a mirar a su Señor, ella se siente indigna de hacerlo. Trae consigo un frasco de alabastro con un perfume para ungir la cabeza de Jesús. El frasco de alabastro no era un frasco común y corriente, este era diseñado de un tipo costoso de mármol de las canteras de Egipto, por esto podemos suponer que el perfume que contenía era sumamente valioso.   Que hermosa lección, así es como debemos de acercarnos siempre a nuestro Señor, con un corazón dispuesto a colocar lo mejor de nosotros a los pies del maestro.   Seguido a esto le abrumo la emoción y llorando comenzó a regar con lágrimas los pies de Jesús. Así como la lluvia cae sobre la tierra en días de invierno, de la misma forma sus lágrimas caían sobre los pies del maestro. Eran lágrimas de dolor, lágrimas de arrepentimiento.   Mientras lloraba se dio cuenta que el dueño de la casa se había olvidado de lavar los pies del maestro, así que con sus lágrimas lavo los pies de sus Señor y como no tenía una toalla a la mano para secarle los pies, lo hizo con su propio cabello. Waoo Que una mujer judía se suelte el cabello en público se consideraba en esos días como algo indecente e inmoral, sin embargo, a esta mujer no le importo la vergüenza, no le importo el qué dirán. Lo único que quería era servir y rendir un homenaje a aquel que podía salvarlo.   Seguido a esto beso los pies del maestro en señal de cariño y afecto y ungió los pies de su Señor con el perfume que ella tenía.  ¡Que escena más asombrosa e impactante¡ Esa noche la mujer no pronunció ni una sola palabra, pero sus hechos hablaron por ella!   En segundo lugar, vemos la actitud del fariseo. La palabra de Dios dice “Cuando vio esto el fariseo que le había convidado dijo para sí: Este, si fuera profeta, conocería quién y qué clase de mujer es la que le toca, que es pecadora.”   En vez de alegrarse por un pecador que se arrepiente, Simón sintió rabia y desprecio ante aquella mujer, por otra parte, se sintió satisfecho por haber confirmado su creencia de que Jesús realmente era un falso profeta, ya que, si fuera verdadero, sabría qué clase de mujer es la que estaba delante de él.   Jesús no solo sabía quién era esa mujer, sino que también sabía lo que Simón estaba pensando. Así que miró a Simón y le dijo: “Simón, una cosa tengo que decirte. Y él le dijo: Di, Maestro. Un acreedor tenía dos deudores: el uno le debía quinientos denarios, y el otro cincuenta; y no teniendo ellos con qué pagar, perdonó a ambos. Di, pues, ¿cuál de ellos le amará más? Respondiendo Simón, dijo: Pienso que aquel a quien perdonó más. Y él le dijo: Rectamente has juzgado.   Jesús quería enseñar una lección a Simón y le cuenta una historia en la que un hombre prestó dinero a dos personas. Al primero le prestó quinientos denarios y al segundo cincuenta. Un denario era el pago que se le daba a un trabajador común por un día de trabajo, conociendo esto el primer trabajador le debía casi un año y medio de salario y el segundo solo un mes y medio. Sin embargo, ninguno de ellos tenía con que pagar, así que el acreedor movido a misericordia perdono a ambos. Fin de la historia   Seguido a esto Jesús pregunta a Simón. ¿Cuál de ellos le amará más? La respuesta era obvia y Simón lo dijo: “pienso que aquel a quien perdonó más. ¡respuesta correcta¡ dijo Jesús. En realidad, el principio era simple: un gran amor es consecuencia de un gran perdón.   A continuación, Jesús utiliza esta ilustración para mostrar a Simón el contraste entre él y la mujer, entre su trato indiferente y frio y entre el amor sincero y profundo de parte de la mujer. La palabra de Dios dice “Y vuelto a la mujer, dijo a Simón: ¿Ves esta mujer? Entré en tu casa, y no me diste agua para mis pies; más ésta ha regado mis pies con lágrimas, y los ha enjugado con sus cabellos. No me diste beso; más ésta, desde que entré, no ha cesado de besar mis pies. No ungiste mi cabeza con aceite; más ésta ha ungido con perfume mis pies. Por lo cual te digo que sus muchos pecados le son perdonados, porque amó mucho; más aquel a quien se le perdona poco, poco ama”.   El contraste entre Simón y la mujer era evidente.  En primer lugar, Jesús le dice “entre a tu casa y no me diste agua para mis pies, mas ésta ha regado mis pies con lágrimas”. En la cultura judía siempre que un visitante llegaba a una casa el anfitrión llamaba al sirviente de menor rango y le ordenaba lavar los pies de sus invitados. Esta era una tarea denigrante para el que lo hacía, pero muy necesaria debido al polvo y el lodo que cubría todas las calles de palestina que ensuciaban los pies de quienes transitaban por ella. Sin embargo, cuando Jesús entró en casa de Simón él fue muy descortés en su trato y no le proveyó de agua. Actuar de esa forma era casi considerado un insulto, por el contrario, la mujer lavó con sus lágrimas los pies de su maestro, en una expresión de profundo arrepentimiento.   En segundo lugar, Jesús exclama: “No me diste beso; más ésta, desde que entré, no ha cesado de besar mis pies.” El beso en la cultura judía era una expresión de íntima amistad y consideración hacia alguien, muy semejante a estrechar las manos en nuestro país.  Él no hacerlo simplemente reflejaba el poco aprecio y respeto hacia la otra persona. En tercer lugar, Jesús le dice a Simón: “No ungiste mi cabeza con aceite; más ésta ha ungido con perfume mis pies.” El acto de ungir consistía en la aplicación de un aceite o ungüento sobre la cabeza o el cuerpo de otra persona. Representaba en este caso un acto de hospitalidad. Lo triste fue que cuando Jesús entró en casa de Simón, este ni siquiera utilizó el aceite de oliva más barato para ungir al Señor, por el contrario, la mujer ungió con un perfume muy valioso los pies de Jesús.   Waoo que contraste. Al comienzo uno pudiera haber pensado que Simón por ser un hombre religioso y educado estaba más cerca del cielo y esta mujer por todos sus antecedentes estaba más cerca del infierno, pero Jesús invierte los papeles y le muestra a Simón que su estado espiritual era peor que el de aquella mujer.   Como conclusión Jesús le dice “Por lo cual te digo que sus muchos pecados le son perdonados, porque amó mucho; más aquel a quien se le perdona poco, poco ama”.   Simón, así como todo fariseo se creía un hombre justo, perdonado y digno heredero del cielo, esto lo llevó a mirar a los demás como simples pecadores que iban camino al infierno.  Sin embargo, ese día Jesús le mostró que su falta de amor era evidencia de que nunca había sido perdonado, en contraste la mujer por más pecadora que haya sido fue lavada y perdonada al refugiarse en la maravillosa gracia y misericordia de Dios y la evidencia de ello fue la muestra de agradecimiento y amor hacia aquel que misericordiosamente la había perdonado.   Nuestro texto de hoy termina con las palabras de Jesús a la mujer. La palabra de Dios dice: “Y a ella le dijo: Tus pecados te son perdonados. Y los que estaban juntamente sentados a la mesa, comenzaron a decir entre sí: ¿Quién es éste, que también perdona pecados?  Pero él dijo a la mujer: Tu fe te ha salvado, ve en paz.”   Ante la vergüenza que sentía esta mujer al estar en una casa donde no era bien recibida y ante el desprecio que sentía por casi todos los invitados, nada podía alegrar más su corazón, que escuchar las palabras “tus pecados te son perdonados”. Cada uno de los pecados sucios y horribles que esta mujer había cometido a lo largo de toda su vida fueron perdonados. Esa carga, ese peso terrible de impiedad quedo en el olvido.   ¿Qué salvo a esta mujer? Muchos pensarían que sus acciones de amabilidad le llevaron a la salvación. sin embargo, para que no existan dudas. Jesús lo aclara al decir “tu fe te ha salvado, ve en paz” La salvación no se obtiene por hacer algo, sino por creer algo.  Nadie en este mundo ira al cielo simplemente por hacer unas cuantas buenas acciones. La salvación es un regalo de la gracia de Dios que se obtiene mediante la fe en la persona de Cristo. Y la evidencia de que esto ha ocurrido en la vida de alguien son las expresiones de amor, gratitud, servicio y buenas acciones hacia aquel que nos ha salvado.   Ese día la oruga se trasformó en mariposa y vivió como mariposa para siempre.   ¿Cuál es tu condición delante de Dios querido amigo? ¿tu vida se asemeja a la vida de Simón o puedes verte reflejado en la vida de aquella mujer?   Talvez te mires a ti mismo como una buena persona, como alguien que no ha hecho mal a nadie, tal vez creas que estas cumpliendo los mandamientos de Dios y que vas camino al cielo. Déjame decirte algo. Si tú nunca te has visto como un vil pecador que merece el infierno, tú no eres salvo y cuando mueras grande será tu sorpresa ya que pasaras toda la eternidad en el infierno.   Ese mal no le deseo a nadie, por ello amado amigo ven a él con la misma actitud de aquella mujer, ven a él reconociendo humildemente que has pecado y que mereces el infierno. La Biblia dice que el hombre a causa de su pecado merece la condenación eterna, sin embargo, hubo uno que nos amó de una forma maravillosa, a tal punto que descendió a este mundo y entrego su vida por el bien de todos nosotros. Él murió y fue por su sacrificio en la cruz del calvario que la mugre de nuestros pecados puede ser limpiada.   Así que ven a él querido amigo, ríndete delante de aquel que puede salvarte y limpiarte de toda maldad. Estoy seguro de que si lo haces él te acogerá en sus brazos y así como a esta mujer, te dirá: “hijo: tus pecados te son perdonados, ve en paz”. Y una vez que experimentes la salvación simplemente sigue el ejemplo de aquella mujer. Rinde tu vida como una ofrenda de gratitud por sus múltiples bondades.

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