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Temas de los Últimos Tiempos
¿Cómo Será El Cielo?
Pastor - Ricardo Robinson
(Centro De Vida)
Aired on Feb 09, 2023
Feb 06, 2023
Duración:
00:14:32 Minutes
Vistas:
2

Escritura

1 Corintios 2:9; Romanos 3:12.

Antes bien, como está escrito: Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, Ni han subido en corazón de hombre, Son las que Dios ha preparado para los que le aman. 1 Corintios 2:9 Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; No hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno.

Al pensar en los últimos tiempos, o en final de la tierra, tenemos que preguntarnos ¿Cómo será el cielo? Claro está, que existen un sin número de personas, que en una de esas experiencias en la cuales murieron por un tiempo limitado, para luego regresar a la vida, declaran haber entrado al cielo. Existe otro sin número de personas quienes dicen haber experimentado el infierno. Sin embargo, no quiero hablar de lo que cuentan ellos. Sino que quiero hablar de algo que podemos tener por seguro, y la única manera de hacer eso, es por medio de expresar verdades declaradas en la palabra de Dios. De esas cosas, podemos estar seguros, sin tener dudas.   Hay personas quienes piensan que el cielo será un lugar aburrido. Tienen un concepto de que el cielo es una nube gigantesca, donde todos pasan el día entero tocando arpas, vestidos de ropas blancas y flojas con sandalias de oro, y unas alitas pequeñas con las cuales vuelan lentamente, como gorrioncillos de un lugar para otro. A estas personas les sugiero que dejen de ver televisión para dedicarse al estudio de la Biblia. Si tienes tu Biblia, quiero que la abras al libro del 1 Corintios, capítulo 2 y el versículo 9, escucha esto: “Antes bien, como está escrito: Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman”. La realidad del asunto, es que nuestra mente humana no está capacitada para entender todo lo que Dios tiene preparado en el cielo, para aquellos quienes le aman. ¿Por qué? Porque no tenemos con qué comparar lo que hay ahí. El ojo humano no ha visto nada semejante a lo que Dios tiene preparado en el cielo. Ningún oído ha escuchado contar las bellezas que están en ese lugar. Ni en la más vasta imaginación del corazón del hombre pudiera inventar algo que se asemejara a las bellezas que Dios tiene esperando a los suyos en el cielo. No será cosa de una nube gigantesca donde todos volaremos de un lado para otro tocando arpitas de oro; de eso sí te aseguro. Sin embargo, aunque no podemos ni siquiera imaginarnos todo lo precioso que va a ver en el cielo, Dios nos ha dado un pequeño sabor de lo que nos espera. En el libro de Apocalipsis, capítulo 21, Dios permitió al apóstol Juan, escribirnos algunas de las cosas que sí podemos imaginarnos y entender, y esto es lo que quiero compartir contigo hoy. Juan es llevado en el espíritu, por un ángel a un monte grande y alto, quien le mostró la gran ciudad Santa de la nueva Jerusalén; este descendía del cielo. Imagínate lo que el apóstol amado debió haber sentido al ver el escenario, imagínate su lucha por encontrar palabras con qué describirnos lo que veía. De hecho, sino hubiera sido por el Espíritu Santo, dándole palabras con qué expresarse, no hubiera podido. Según Juan, lo primero que le impresionó, fue la totalidad de la ciudad. Dice que era semejante a una piedra preciosa, como piedra de jaspe, que es una piedra dura de colores variados, o sea, multicolor, y sin embargo es transparente y clara como un cristal. La ciudad tiene un muro cuadrado, grande y alto con tres portones a cada lado, doce por todos. Estos doce portones, son doce perlas gigantescas. No portones armados de muchas perlas, sino que cada portón, es una perla. Y cuando digo portones, no estoy hablando de cosa pequeña, estoy hablando de portones por los cual pueden pasar grandes cantidades de personas, todas a la misma vez. Y en cada portón está escrito, uno de los nombres de una de las doce tribus de Israel. Este muro cuadrado que tiene sus tres portones en cada lado: norte, sur, este y oeste, tiene doce cimientos, uno encima del otro. Cada cimiento lleva el nombre de uno de los doce apóstoles y cada cimiento se compone de cierta clase de piedra. El primer cimiento está compuesto de jaspe (o sea, multicolor), el segundo de zafiro, el tercer de ágata, el cuarto de esmeralda, el quinto de ónice, el sexto de cornalina, el séptimo de crisólito, el octavo de berilo, el noveno topacio, el décimo de crisoprasa, el undécimo Jacinto y el duodécimo de amatista. Había un museo que tenía una exposición de piedras preciosas, y decidí llevar a los jóvenes de INTINO, a ver si podíamos encontrar alguna de esas piedras mencionadas en Apocalipsis. ¡Cuál fue nuestra sorpresa de encontrarlas todas! La cosa que más nos sorprendió, fue que cada una de ellas eran cristalinas, o sea, transparentes. Algunas tenían un color bastante oscuro, sin embargo, al poner una luz tras ellas, sus rayos traspasaban la piedra y salían al otro lado, llevando el color de la piedra. Por ejemplo, si era un rubí, el rayo era rojo; si era una esmeralda, el rayo salía verde; si era un zafiro, el rayo salía de color azul. Hubieran visto a los jóvenes, intentando dibujar los muros del cielo con sus doce cimientos, utilizando los colores de las piedras que habían visto en el museo. Esa excursión, sí valió la pena. Me acuerdo haber visto una lámpara de barro que llevaba incrustadas canicas de vidrios que eran de diferentes colores; azules, verdes, rojas, amarillas y algunas cristalinas. La lámpara tenía una bujía o bombillo por dentro, y al prenderla, los rayos de luz emanaban por las canicas, lanzando pequeños rayos multicolores por todo el cuarto. Hoy me imagino ver el cielo de lejos con los diferentes rayos multicolores, como una aurora, mucho más colorida que un amanecer o atardecer. Y lo más lindo de todo, es que no estamos hablando de una fantasía como la Ciudad Esmeralda en el Mago de Oz, estamos hablando del cielo. Y ¿quién nos da los detalles del lugar? Es Dios mismo. Juan dice que la ciudad tiene una calle compuesta de oro puro, transparente como el vidrio. Me imagino que sólo está allí como algo simbólico. Cuando escuchamos cantar de las calles de oro en el cielo, tenemos que entender que alguien ha cometido un error, pues la Biblia dice claramente que sólo hay una. Dije que quizás sea simbólico, pues me imagino que es para recordarnos que hay un solo camino, y que su nombre es Jesús. Otro motivo por el cual pienso que la calle es simbólica, es porque cuando lleguemos al cielo, no me imagino que caminaremos; no. No vamos a volar con las alitas tampoco. Te acuerdas de que Jesús después de resucitado, tenía costumbre de simplemente aparecerle a las personas. Se le aparece a María Magdalena, luego se les aparece a los dos discípulos en camino a Emaús, come con ellos y desaparece. Los once apóstoles están en un cuarto encerrados, cuando de repente Jesús se les aparece, come con ellos y desaparece. Lo ven aquí y de repente, lo ven por allá. Recuerden que al llegar al cielo seremos como Él. Ya no habrá necesidad de caminar. Yo me imagino que pensaremos dónde queremos estar y allí estaremos. Tantas cosas que podríamos hablar del cielo. Podríamos hablar del árbol de la vida que produce doce frutos, dando cada mes un fruto diferente. Sus hojas eran para la sanidad de las naciones. Podríamos hablar del río limpio de agua de vida, que resplandece como cristal y que sale del trono de Dios. Podríamos hablar del hecho de que no habrá más maldad, pecado o enfermedad. Nadie padecerá de hambre, sed y cansancio. Nadie envejecerá. ¡Tantas cosas! Pero para terminar hoy, hay una cosa más que quiero compartir contigo, en cuanto a lo que la Biblia dice acerca del cielo. Dice que no habrá más noche, no habrá necesidad de luz de lámpara, ni luz de sol, ni luna, porque la gloria de Dios ilumina el lugar. Siempre será de día. Me acuerdo de que cuando niño, había veces que mamá quería que entráramos a casa para tomarnos una siesta. ¡Cómo odiaba yo ese momento! Yo quería jugar, yo no quería acostarme. Luego entraba, me acostaba, pero no me podía dormir. Pasaban los minutos, que para mí eran siglos. A veces, hasta me hacía el dormido y luego fingía que me había despertado, sólo para ver si me dejaban salir otra vez a jugar. Para mí la noche representaba el momento de dormir. La única cosa que disfruto de la noche es poder ver la luna y las estrellas. Al viajar de noche, siento una gran tranquilidad al ver las luces de una ciudad, y cuando llega el amanecer y los cielos comienzan a clarear, puedo ver primeramente el color rosado, que luego da paso al color celeste, y mi espíritu se va renovando, el temor desaparece, y siento una tremenda confianza en saber que es de día. Esto, para mí, es una buena señal, pues la Biblia dice: “Los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas”. Uno siempre espera la oscuridad con el fin de esconder sus actos ilícitos, pensando que nadie se va a dar cuenta. ¡No! Yo amo la luz. Me gusta el día, y saber que, al llegar al cielo, nunca jamás volveré a ver tinieblas, es algo que me encanta en gran manera. ¡Qué Taj Mahal, ni qué nada! Este mundo no tiene nada que pueda compararse con el cielo. Y lo más bonito de ello, es que yo voy a vivir ahí por toda la eternidad. No estaré ahí por ser bueno. No estaré ahí por portarme mejor que las demás personas. De hecho, en este mundo, no hay nadie que haya sido lo suficiente bueno, fuera de la persona de Cristo Jesús, para merecerse el cielo. Romanos 3:12 dice, que fuera de Jesús, “No hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno”. Y esto, me incluye a mí. ¿Cómo es entonces que sé que voy a estar ahí? Sé que voy a estar ahí porque Jesús no miente, Él dice que la persona que se arrepiente de sus pecados y recibe el sacrificio que Él hizo en la cruz del calvario, aceptándole como único y suficiente Salvador, tiene vida eterna. Él dice que, en la casa de su Padre, el cielo, hay muchas moradas, y que esas moradas le pertenecen a quienes le han aceptado como el Señor de sus vidas. Yo he hecho esto, yo he entregado mi vida a Jesús. Mi vida le pertenece a Él, para hacer con ella lo que Él quiera. Esto, no sucedió a la fuerza, esto es una decisión que yo mismo he tomado. Yo rechazo al mundo para aceptar su oferta. Yo rehúso vivir como el mundo quiere que viva, para vivir la vida que Él me señala en su Palabra, y tú puedes hacer lo mismo. Vamos a orar. Padre, en este momento, vengo a tú presencia, para darte gracias por el cielo. Estoy esperando ansiosamente ese día, cuando tú envíes al Señor Jesús por mí, y por todos los que le hemos aceptado como nuestro Salvador. Padre, yo sé que tú no quieras que ninguno se pierda, si no que todos vengan al arrepentimiento. Por eso es que te ruego por nuestros amigos hoy, muchos de ellos no han podido comprender, viven en tinieblas, piensan que están bien, pero no saben que el tiempo se les acaba. Señor, yo quiero que conozcan el cielo también. El sólo escuchar de ello no es suficiente. Quiero que puedan estar ahí. Pido que les hagas comprender hoy, que, si no tienen a Jesús en su corazón, no verán el cielo. Padre, por favor, te lo pido en el nombre de Jesús. Amén.

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