(Centro De Vida)
Escritura
Y vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal. Génesis 6:5 Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron. Romanos 5:12
Jesús dijo que cuando regresara al cielo, pediría que el Padre, enviara a su Espíritu Santo, para ser nuestro compañero y ayudador. Prometió que el Santo Espíritu, tendría un Ministerio, de dos fases aquí en el mundo. En primer lugar, el trabajaría con el pecador, convenciéndolo de su pecado, de la necesidad de justicia y del juicio que vendría a aquel que rechazara el sacrificio que Jesús hizo en la cruz para salvarlo. En segundo lugar, trabajaría con el creyente, ayudándole a crecer espiritualmente por medio de revelarle más claramente las cosas de Dios. Quiero decirte que el Espíritu Santo, está llevando a efecto ese Ministerio en el mundo hoy, está trabajando activamente con el incrédulo, como también con el creyente. En esta serie de estudios estaremos investigando, el trabajo del Espíritu Santo, mientras que Él presenta al hombre, pruebas convincentes, en referencia a la justicia. En esta parte de nuestro estudio, veremos que el hombre tiene escasez de verdadera justicia, le falta mucho en este aspecto. El hombre está falto de justicia, desde el momento en que nace, todos los seres humanos, heredamos una naturaleza caída, desde el momento en que nacemos, esta naturaleza asegura el hecho de que pecaremos, este problema viene desde hace muchos años atrás con nuestros padres originales. Ya sabemos cómo Adán y Eva pecaron voluntariamente en contra de Dios, le desobedecieron aun sabiendo que iba en contra de lo que Dios les había dicho, como resultado de ese pecado, nosotros decimos que Adán y Eva, cayeron, fueron cambiados del estado inocente en que se encontraban, en el cual tenían una perfecta relación con Dios, a un estado de culpabilidad, en el cual fueron separados de Dios. Intentaron cubrir sus cuerpos con hojas de higuera y trataron de esconderse de Dios, escondiéndose en los arbustos del jardín del Edén. Su desobediencia trajo a sus vidas, la muerte física, al igual que la tragedia de muerte espiritual. La caída de Adán y Eva llegó a ser parte de su naturaleza, ellos pasaron esta naturaleza a todos sus hijos. La misma debilidad que ellos tuvieron, fue pasada de generación en generación, finalmente ha llegado hasta nosotros, tú y yo, nacimos con una naturaleza débil, en cuanto al pecado y una naturaleza que se deleita en el pecado. La naturaleza caída del hombre es débil en todo aspecto, la mente del hombre torna a lo pecaminoso en vez de a lo justo, sus emociones caminan más con el mundo que con Dios, su voluntad se deleita en seguir su propio camino, en vez de buscar y hacer la voluntad de Dios, su cuerpo está lleno de deseos que se sujetan a la decadencia y muerte. En realidad, la naturaleza total de cada hombre sufre, a consecuencia del pecado de Adán, debido a esto, es que la Biblia dice que “todo hombre ha pecado”. La Biblia nos cuenta del pecado anterior del hombre en Génesis 6:5, llegó un tiempo en que “vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal”. La Biblia nos enseña en Romanos 5:12 que “como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron”. Tú eres un miembro de la raza humana, tú has descendido de esa pareja original Adán y Eva, tú compartes la misma naturaleza que ellos, tú eres un humano decaído, debido a que tu naturaleza humana tiene una falta de verdadera justicia, la justicia de Dios. El hombre es injusto en su práctica, nosotros no practicamos justicia, nosotros practicamos el pecado. ¿Por qué? Porque nuestra naturaleza determina nuestra forma de vivir, nosotros hacemos lo equivocado, porque estamos equivocados, todos hemos pecado. La Biblia nos enseña en Romanos 3:23, que “todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios”. Isaías 53:6 dice “Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en Él el pecado de todos nosotros”. Y por si alguno quiere retar a la Biblia, con su justicia, ella le dice en Proverbios 20:9 “¿Quién podrá decir: Yo he limpiado mi corazón, limpio estoy de mi pecado?”. Como vemos ni tú ni yo, podemos pelear que nuestra justicia es pura. Claro está que alguien negará que haya pecado lo suficiente para que valga en su contra, pero la Biblia nos dice en 1 Juan 1:8 y 10 “Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a Él mentiroso, y su palabra no está en nosotros”. El negar nuestra culpabilidad de pecado, no es la solución a nuestro problema. Quiero asegurarte, que Dios ha clasificado a todo hombre como pecador y ahí nos quedamos porque Dios es quien juzgará, Él es el Juez. Me dirás tú y ¿Acaso nosotros somos culpables por lo que Adán y Eva hicieron hace siglos? ¿Acaso somos condenados debido a pecados que ellos cometieron aún antes de que nosotros naciéramos? Mi respuesta es ¡No! nosotros no cargamos la culpabilidad de su pecado, nosotros cargamos la consecuencia de sus pecados, no somos culpables por lo que ellos hicieron, pero el pecado de Adán y Eva, debilitó su resistencia al pecado, nosotros heredamos esa debilidad, nuestra naturaleza humana es débil, cuando se trata del pecado, conste que no somos culpables de este estado de nuestra naturaleza, hasta que llegamos a la edad en que podemos distinguir entre el bien y el mal, una vez que llegamos a esa edad, somos responsables por nuestros hechos, no hay culpabilidad hasta el momento en que uno escoge personalmente pecar, por eso es que los bebés no tienen culpabilidad del pecado, el niño no tiene esa culpabilidad, hasta el momento en que sabe que lo que está haciendo es pecado, por lo consiguiente los tiernitos están a salvo en la gracia de Dios, ahora cuando llegan a la edad de comprensión entre el bien y el mal, pues eso es otra cosa. En verdad, el problema que tenemos nosotros, es que no tenemos nada en nosotros que nos dé la capacidad para producir justicia. Así como el Apóstol Pablo, en Romanos 7:18, nosotros podemos decir en toda honestidad, “que, en nosotros, esto es en nuestra carne no mora el bien”. Lo raro es que podemos saber lo bueno y podemos desear lo bueno, pero siempre salimos haciendo el mal, aun cuando no queremos pecar, pecamos. Lo que pasa es que hemos perdido la habilidad de pararnos en contra del pecado, a veces algo sucede en nuestro cuerpo físico y perdemos la habilidad de resistir las enfermedades, el resultado está en que uno puede contagiarse de cualquier enfermedad, esto es lo que nos ha sucedido a nosotros espiritualmente, hemos perdido la capacidad de resistir al pecado, tarde o temprano caeremos en pecado. Jesucristo nos ha enseñado en Juan 8:34 que el que comete pecado, “esclavo es del pecado”. Lo malo esta es que cuando uno es esclavo del pecado, ya no puede librarse uno mismo, el diablo llega a ser el amo y dueño de uno, uno podría pedir auxilio al encontrase en esta situación, las buenas obras podrían acudir a tu llamada, pero no podrían librarte, la religión podría acudir a tu llamada, pero tampoco ella podría darte libertad, en fin cualquier cosa podría acudir a tu llamada, pero solo hay una persona quien puede librarte de Satanás y esa persona es Jesús, Él es el único quien puede librar a todas las personas quienes se encuentran en cautiverio del pecado, con el temor de pasar a la eternidad sin Dios. Amigo, acuérdate que hemos heredado una naturaleza que no puede resistir al pecado, acuérdate que el humano practica el pecado, debido a su naturaleza, acuérdate que no hay en el ser humano, nada que produzca la justicia, y, por último, acuérdate que solo Jesús puede librarte de tu situación. ¿Qué puedes hacer? Arrepiéntete de tus pecados, reconoce que no hay nada bueno en ti y pídele a Jesús que entre a tu corazón, aceptándole como tu Salvador. Vamos a orar. Padre, en esos momentos, pido que tu Espíritu Santo abra el entendimiento de mi amigo para que pueda venir a ti, arrepentido y pidiendo que Jesús sea su Salvador, te lo pido en el nombre de mi Señor. Amén.
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