(Centro De Vida)
Escritura
Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuera, el Consolador no vendría a vosotros; mas si me fuere, os lo enviaré. 8 Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio. 9 De pecado, por cuanto no creen en mí; 10 de justicia, por cuanto voy al Padre, y no me veréis más; 11 y de juicio, por cuanto el príncipe de este mundo ha sido ya juzgado. Juan 16:7-11 ¿Quién como tú, oh Jehová, entre los dioses? ¿Quién como tú, magnífico en santidad, terrible en maravillosas hazañas, hacedor de prodigios? Éxodo 15:11
¿Qué tan justo eres tú? Si estás pensando responder a estar pregunta, a base de la forma en que te has comportado últimamente, es evidente de que necesitas que el Espíritu de Dios te enseñe algunas cosas en referencia a la verdadera justicia de Dios. El Espíritu de Dios está aquí hoy, para enseñarnos acerca de la justicia, Jesús habló del Espíritu Santo y de su trabajo en Juan 16:7-11, abramos nuestras Biblias y leamos lo que dice: “Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuera, el Consolador no vendría a vosotros; más si me fuere, os los enviaré. Y cuando Él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio. De pecado, por cuanto no creen en mí; de justicia, por cuanto voy al Padre, y no me veréis más; y de juicio, por cuanto el príncipe de este mundo ha sido ya juzgado”. Jesús nos dice que el Espíritu Santo, está presente para enseñarnos y convencernos de justicia, hará esto por medio de revelarnos las enseñanzas de la Biblia y por medio de su propio Ministerio de convicción en nuestro corazón. Pienso que hay tres verdades que Dios ha grabado en las Escrituras, que nos demuestran nuestra necesidad de justicia. En primer lugar, debemos reconocer que Dios es justo, la naturaleza de Él es justa, pura y santa, aquellos quienes adoran en Dios, gritan las palabras de Éxodo 15:11 “¿Quién como tú, oh Jehová, entre los dioses? ¿Quién como tú, oh magnífico en santidad, terrible en maravillosas hazañas, hacedor de prodigios?”. No hay como Él, y no me da pena decirte que Él es digno de nuestras alabanzas y que yo le voy a adorar para siempre. Los habitantes del cielo reconocen la santidad de Dios y testifican de ello, según Isaías 6:3, los serafines vuelan alrededor de Él diciendo, “Santo, Santo, Santo, Jehová de los ejércitos; toda la tierra está llena de su gloria”; según Apocalipsis 4:8 otros de sus cantos son “Santo, Santo, Santo, es el Señor Dios Todopoderoso, el que era, el que es, y el que ha de venir”. Quiero decirles que todo el cielo, ha estado adorando a Dios, y le adorará por toda la eternidad, ¿Por qué? Porque Él es digno de alabanza, pues no hay otro como Él. El hombre también reconoce la justicia de Dios y le alaba; el Salmos 97:2 dice que “La gloria de Dios está como una nube alrededor de Él”. Y el Salmos 145:17 nos enseña que “Jehová es Justo en todos sus caminos y misericordioso en todas sus obras”. Con los ángeles, nosotros los hombres cubrimos nuestros rostros delante de su presencia, porque Él es Dios, el único Dios verdadero. Según Jeremías 23:6 “Dios será llamado Jehová, justicia nuestra” por el hombre. Quiero decirte que yo me siento inadecuado cuando se trata de hablar acerca de la naturaleza de Dios. ¿Con qué palabras podría yo expresar lo que Dios realmente es?, ¿cómo describo su justicia y santidad, cuando mi pobre mente humana, ni siquiera puede comenzar a realizar lo infinito de su carácter? Está más allá de mi entendimiento. Solo te puedo te decir, que yo me quedo maravillado de su grandeza, y me uno con los ángeles del cielo, para adorarle en espíritu y en verdad. En segundo lugar, necesitamos entender que Dios se junta con los justos, los asociados de Él son Santos, aquellos quienes son permitidos entrar a su presencia, deben compartir su Santidad para ser aceptados delante de Él. Los ángeles de Dios son ángeles santos, según Lucas 9:26, si no, no podrían estar en su presencia. Aún la tierra en donde Dios se ha presentado al hombre en tiempos pasados, fue llamada “Tierra Santa”; y déjame decirte que cuando un pecador se arrepiente de sus pecados, si acepta a Jesús como su Salvador, se convierte en un santo, debido a que ha nacido de nuevo, pero esta vez, del Espíritu. Dios hace un llamado a todos sus Santos, el desea que los suyos se mantengan puros y limpios en 1 Corintios 3:16 y 17, Pablo habla a los creyentes, los hijos, los santos de Dios, diciendo: “¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros? Si alguno destruyere el templo de Dios, Dios le destruirá a él; porque el templo de Dios, el cual sois vosotros, santo es”; la santidad es muy importante. En Hebreo 12:14, encontramos que uno debe seguir la santidad, sin la cual nadie verá al Señor, en esto encontramos que a menos de que la santidad marque el espíritu de uno, será imposible que uno mire a Dios en paz. Lo que pasa es que el cielo es un lugar de santidad y el pecado no puede entrar al cielo, así que, si uno llega al juicio final y su vida esta manchada con pecado, no podrá entrar al cielo. Ahora he usado los dos términos: Santidad y Justicia, he intercambiado los dos términos, ¿sabes por qué? Porque realmente no hay mucha diferencia entre los dos, la santidad tiene que ver con la pureza y separación de maldad, que es manifestada en la conducta personal. Justicia es el carácter o cualidad de estar en lo correcto, lo justo, es como si fueran los lados opuestos de la misma moneda, los dos términos significan pureza de espíritu que es manifestada en conducta correcta. Cuando Dios requiere Santidad, la Justicia sale naturalmente, cuando Dios habla de Justicia, la Santidad es su compañero constante. En tercer lugar, Dios requiere Justicia o Santidad, en aquellos quienes se acercan a Él, acuérdate de la cita en Hebreos 12:14, donde se nos enseñó que “sin Santidad nadie verá al Señor” la intención de Dios, según Lucas 1:74 y 75 era que nosotros, sin temor le serviríamos en Santidad y en Justicia todos nuestros días. No es imposible que el cristiano viva en Santidad y Justicia delante de Dios, de esta manera es que quiero vivir yo, yo quiero honrar y glorificar a Dios con mi vida, yo quiero que el mundo se dé cuenta que yo soy discípulo de Jesús. Y ¿tú?, ¿qué quieres tú?, ¿Sabes cuál es lo malo de todo esto? Lo malo está en que nosotros no somos ni santos ni justos, humanamente hablando, yo sé que tú me vas a decir que: ¡tú, si has hecho obras de justicia!, pero permítame repetirle las palabras de Isaías 64:6 “Si bien todos nosotros somos como suciedad, y todas nuestras justicias como trapo de inmundicia”. ¿Oíste esto? Trapos de inmundicia. ¿Crees que nos vamos a acercar a Dios con eso? ¡Claro que no! ¡Ni pensarlo! Entonces ¿Qué tenemos que hacer? Primero, tenemos que reconocer que nuestras justicias son trapos de inmundicia, debemos arrepentirnos de nuestra maldad y pedir perdón, después tenemos que reconocer que necesitamos de su justicia, y su justicia es la que obró Jesucristo en la cruz del Calvario por el pecador, cuando derramó su sangre inocente en nuestro lugar. Reconociendo que Jesucristo es nuestra única manera de tener una justicia aceptable a Dios, debemos pedirle que entre en nuestro corazón y aceptarle como nuestro único y suficiente Salvador, entonces tendremos la justicia de Dios y no nuestra justicia. Tendremos la Santidad de Dios y no nuestra santidad y con esta Santidad podremos verle y estar en su presencia, es tan fácil. Yo ya he aceptado a Jesús como mi Salvador, tuve apenas siete años cuando lo recibí, y ¿sabes qué? No me arrepiento de haberlo hecho. ¿Por qué no lo aceptas tú? Hazlo hoy, y entonces Dios te justificará en Jesucristo y tendrás entrada al cielo. ¡Hazlo ya! Vamos a orar. Padre te doy gracias por estar con nosotros en este estudio, te doy gracias por haberme justificado en Jesucristo, tu Palabra nos enseña en 2 Corintios 5:21 que tu “enviaste a Jesús a morir por nuestros pecados, para que nosotros fuésemos justicia en Él”. Gracias te doy por tu misericordia y Padre te pido que ayudes a mi amigo en esos momentos, él no te ha aceptado, pero pido que tu Espíritu Santo le ayude a comprender lo que hemos estudiado para que pueda ver la verdad, te lo pido en el nombre de Jesús. Amén.
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