(Centro De Vida)
Escritura
Antes bien, creced en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. A él sea gloria ahora y hasta el día de la eternidad. Amén. 2 Pedro 3:18 Entonces una mujer llamada Lidia, vendedora de púrpura, de la ciudad de Tiatira, que adoraba a Dios, estaba oyendo; y el Señor abrió el corazón de ella para que estuviese atenta a lo que Pablo decía. 15 Y cuando fue bautizada, y su familia, nos rogó diciendo: Si habéis juzgado que yo sea fiel al Señor, entrad en mi casa, y posad. Y nos obligó a quedarnos. Hechos 16:14 y 15 Antes bien, como está escrito: Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, Ni han subido en corazón de hombre, Son las que Dios ha preparado para los que le aman. 10 Pero Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu; porque el Espíritu todo lo escudriña, aun lo profundo de Dios. 11 Porque ¿quién de los hombres sabe las cosas del hombre, sino el espíritu del hombre que está en él? Así tampoco nadie conoció las cosas de Dios, sino el Espíritu de Dios. 12 Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que proviene de Dios, para que sepamos lo que Dios nos ha concedido, 13 lo cual también hablamos, no con palabras enseñadas por sabiduría humana, sino con las que enseña el Espíritu, acomodando lo espiritual a lo espiritual. 14 Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente. 1 Corintios 2:9-14
Bienaventurado el que desea ser más como Cristo porque Dios le ayudará en realizar esa meta. El cristiano está bajo el imperativo divino de crecer. 2 Pedro 3:18 dice: “Antes bien, creced en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo”. El primer paso a una vida abundante es estar correctamente relacionado a Dios. Eso significa ser un cristiano que practica fe, humildad y reverencia. El segundo paso a una vida abundante es ejercer un espíritu de discernimiento. Ambos principios son ilustrados en la experiencia espiritual de una mujer llamada Lidia, la primera persona cristiana en el continente de Europa, según Hechos 16:14 y 15. De que ella estuviera relacionada correctamente a Dios es indicado en la declaración que dice que ella adoraba a Dios. El hecho de que ella ejercía un espíritu de discernimiento está en la declaración: “Y el Señor abrió el corazón de ella”. Hoy estudiaremos este segundo paso, esperando progresar en el camino espiritual para alcanzar mayor madurez. ¿Qué significa eso de que el Señor abrió el corazón de ella? Tendremos que reconocer que una persona no puede percibir o recibir ganancia de una verdad divina, aparte de iluminación por medio del Espíritu Santo al corazón humano. 1 Corintios 2:9-14 dice: “Antes bien, como está escrito: Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman. Pero Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu; porque el Espíritu todo lo escudriña, aun lo profundo de Dios. Porque ¿quién de los hombres sabe las cosas del hombre, sino el espíritu del hombre que está en él? Así tampoco nadie conoció las cosas de Dios, sino el Espíritu de Dios. Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que proviene de Dios, para que sepamos lo que Dios nos ha concedido, lo cual también hablamos, no con palabras enseñadas por sabiduría humana, sino con las que enseña el Espíritu, acomodando lo espiritual a lo espiritual. Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente”. Por esa razón es que Dio tiene que abrir nuestros ojos espirituales; nunca vamos a crecer sin la ayuda divina de Dios. Bienaventurado el hombre que pueda decir honestamente: “Mis ojos han sido abiertos”. El apóstol Pablo lo pudo decir en Gálatas 1:16. Pablo se refirió a un tiempo cuando Dios le había revelado que Jesús vivía en él. Nosotros decimos que queremos que la gente mire a Jesús a través de nosotros, pero eso no es lo que Pablo está diciendo. El apóstol declaró que un día Dios le abrió el entendimiento y le dio a saber que Jesús, el Cristo, el Salvador viviente, estaba dentro de él, viviendo la vida de Dios en él. Nosotros lo cristianos tenemos que reconocer esta verdad pues es esencial para vivir la vida abundante. Por dicha experiencia, Pablo escribió en Gálatas 2:20: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, más vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí”. Esto es lo que Pablo realizó cuando Dios abrió sus ojos a la completa implicación de ser un cristiano. Nosotros debemos tener este enfoque en cuanto a la realidad espiritual; es imposible buscar las bendiciones de Dios por medio de ver a través de los ojos de otros. Debemos pedir a Dios que nos abra nuestros propios ojos si es que deseamos alcanzar la madurez espiritual. Para probar esto, hay un principio es que está ilustrado en 2 Reyes 6:8-17. Por la mañana, un siervo de Eliseo se levantó y salió al patio. Se asustó al ver que el ejército sirio los tenía rodeados con numerosos carros de caballos y soldados de combate. Sintió gran temor y entró donde Eliseo para decirle: “Ah, señor mío, ¿qué haremos”. Eliseo había visto algo que el joven no podía ver; oró diciendo: “Te ruego, oh Señor, que abras sus ojos para que vea”. Y la Biblia dice que Jehová abrió los ojos del criado y miró, y he aquí que el monte estaba lleno de gente de a caballo y de carros de fuego alrededor de Eliseo. Podríamos pensar que la verdadera victoria del cristiano es una imposibilidad para nosotros. Tal vez podríamos sentir que estamos rodeados por tentaciones, debilidades, deseos físicos y enemigos espirituales. Dios puede darnos un espíritu de discernimiento que más son los que están con nosotros que los que están con ellos. Observemos lo que nos dice 1 Juan 4:4: “Hijitos, vosotros sois de Dios, y los habéis vencido; porque mayor es el que está en vosotros, que el que está en el mundo”. Nosotros podemos conocer la victoria por medio de la plenitud de Cristo y el crecer en gracia. Pidamos a Dios que nos revele por medio de su palabra para que seamos unidos en la fe y en el conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo. Podemos ser victoriosos. Dios es magnificado y el espíritu del hombre humillado cuando una persona reconoce la gran provisión que nos es dada en el plan de salvación. Dios no nos salvó simplemente para borrar la mancha de nuestros pecados ni para asegurarnos en contra de sufrimiento en el futuro, sino para prepararnos para acción mientras que nosotros estemos aquí en el mundo. La salvación es más que el tiempo pasado: “Yo fui salvo”; es más que el tiempo futuro: “Seré salvo cuando Jesús regrese”; salvación está en el tiempo presente: “Estoy siendo salvado día por día mientras que Dios me va conformando a la imagen de su Hijo Jesucristo”. Gracias a Dios por esta salvación que está en el pasado, en el presente y en el futuro. Salmos 95:6 nos dice: “Venid, adoremos y postrémonos; arrodillémonos delante de Jehová nuestro Hacedor”. Dios abrió los ojos de Moisés y vio la manifestación de Dios en un arbusto encendido que no se consumía. Moisés se arrodilló y quitó las sandalias de sus pies, sabiendo que el lugar era sagrado debido a la presencia de Dios ahí; la apertura de sus ojos engendró en él reverencia. Dios abrió los ojos de Job para que pudiera conocer la naturaleza del poderoso. Job dijo en Job 42:5 y 6: “De oídas te había oído; más ahora mis ojos te ven. Por tanto me aborrezco, y me arrepiento en polvo y ceniza”. La religión barata de Job, el escuchar solamente, llegó a ser vital y dinámica cuando conoció a Dios personalmente. ¿Estamos realizando el ministerio que Dios nos ha dado? ¿Está Dios produciendo en nosotros el querer como el hacer? ¿Aborrecemos los intentos de nuestra carne en tratar de sustituir el ministerio del Espíritu con algo carnal? ¿Estamos aburridos de repetidos fracasos y falta de crecimiento espiritual? Si nuestra respuesta es sí, entonces Dios está trabajando en nosotros. El comienza su bendito ministerio por medio de crear un espíritu, no contento con las cosas a como están, mostrándonos las cosas como deberían estar. Debemos seguir a Dios día por día, creciendo cada vez más en madurez espiritual. Lidia quería conocer a Dios; Dios vio ese deseo en el corazón de ella y abrió sus ojos para que ella pudiera conocer la completa verdad. Dios no hace acepción de personas; Él hará por nosotros lo mismo que hizo por Lidia. Si hay un deseo en nuestro corazón, Él responderá a ese deseo por medio de hacernos crecer. Mantengamos esta verdad en nuestra mente: Dios desea ser deseado. Si nosotros tenemos un deseo sincero de ser enseñados por Dios, Él nos enseñará. Vamos a orar: Padre, abre nuestros ojos para que podamos verte con más claridad. Abre nuestros ojos para que podamos conocer tu voluntad. Crea en nosotros un deseo ardiente de alcanzar madurez espiritual, no para nosotros sino para que otros puedan ver el Cristo que mora en nosotros. Te lo pedimos en el nombre de Jesús. Amén.
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