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Escritura
Al ponerse el sol, todos los que tenían enfermos de diversas enfermedades los traían a él; y él, poniendo las manos sobre cada uno de ellos, los sanaba. 41 También salían demonios de muchos, dando voces y diciendo: Tú eres el Hijo de Dios. Pero él los reprendía y no les dejaba hablar, porque sabían que él era el Cristo.
Dicen que un artista de retratos, no se limita a pintar multitudes, sino que se detiene en cada detalle. Así también actúa Jesús. Aunque una multitud de enfermos y oprimidos espirituales se agolpa ante Él, el evangelio de Lucas enfatiza algo sorprendente. Dice Lucas 4:40-41: Al ponerse el sol, todos los que tenían enfermos de diversas enfermedades los traían a él; y él, poniendo las manos sobre cada uno de ellos, los sanaba. 41 También salían demonios de muchos, dando voces y diciendo: Tú eres el Hijo de Dios. Pero él los reprendía y no les dejaba hablar, porque sabían que él era el Cristo. No hay duda que está escena es conmovedora. No se trata de una curación masiva desde la distancia. Jesús pone sus manos sobre cada uno, implicando que los atendió personalmente, uno a uno. Luego añade: “También salían demonios de muchos, dando voces y diciendo: Tú eres el Hijo de Dios. Pero él los reprendía, y no los dejaba hablar, porque sabían que él era el Cristo” Jesús no solo sana, también libera. Su autoridad es absoluta. Los demonios lo reconocen, pero Él no permite que ellos sean sus voceros. Este pasaje nos muestra tres verdades esenciales sobre el carácter y el poder de Jesús: Primero; Jesús es personal, incluso en medio de la multitud: Él no se limita a declarar sanidad de manera colectiva. Lucas se toma el tiempo de decir que Jesús impuso sus manos sobre cada persona, demostrando cuidado individual. Él no nos trata como parte de una masa. Él te nos ve, nos conoce, nos toca personalmente. Segundo; Jesús tiene autoridad total sobre el mundo espiritual: Los demonios se someten y reconocen su identidad, aunque Jesús no permite que lo anuncien. Esto demuestra que su misión estaba guiada por el Padre, y no por el espectáculo. Jesús es el Cristo, y solo Él controla la narrativa. Tercero; El Reino de Dios se manifiesta con poder, pero también con ternura: El milagro no solo fue la sanidad y liberación, fue la forma en que se llevó a cabo. Jesús combina autoridad y compasión, poder y cercanía. ¿Te sientes uno más entre muchos? ¿Crees que tu necesidad no es lo suficientemente importante para Jesús? Este pasaje te responde con claridad: Jesús te ve, te toca, te sana… uno por uno. Él no te ignora, no está demasiado ocupado. Si te acercas a Él con fe, te atenderá personalmente. Su poder no es impersonal ni lejano; es tierno, exacto y puntual. Además, si estás luchando contra ataduras espirituales, no temas: Jesús tiene autoridad para liberar. Los demonios tiemblan ante su presencia. Si Cristo está contigo, ninguna oscuridad puede dominarte.
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