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Escritura
Jesús le dijo: Ve, tu hijo vive. Y el hombre creyó la palabra que Jesús le dijo, y se fue.
Este segundo milagro de Jesús, realizado también en Caná de Galilea, nos lleva a contemplar una fe que se aferra a la Palabra, aun cuando los ojos no ven evidencia inmediata. Un padre angustiado viaja desde Capernaum, buscando esperanza para su hijo moribundo. Lo que Jesús hace no solo sana a su hijo enfermo, sino que despierta en este hombre una fe profunda y obediente. Este milagro es para todos los que han orado por una respuesta, por un ser querido, y aún no ven el resultado. El relato completo de esta historia se encuentra en Juan 4:46-54. Pero solo voy a leerles el versículo 54 que dice: “Jesús le dijo: Ve, tu hijo vive. Y el hombre creyó la palabra que Jesús le dijo, y se fue.” Jesús llega a Caná, donde antes había convertido el agua en vino. Un funcionario del rey (probablemente un hombre influyente y rico) viene desde Capernaum, rogando que Jesús descienda a sanar a su hijo que estaba por morir. Jesús responde con una declaración desafiante: “Si no veis señales y prodigios, no creeréis” v.48. El oficial insiste con humildad y desesperación: “Señor, desciende antes que mi hijo muera”. Jesús no va con él, pero le dice estas palabras: “Ve, tu hijo vive”. El hombre cree en esa palabra y emprende el viaje de regreso sin ver la sanidad. Mientras iba de camino, sus siervos le salen al encuentro y confirman que su hijo vive, y que la sanidad ocurrió en la misma hora en que Jesús habló. El texto concluye diciendo que “creyó él con toda su casa”. Este milagro nos enseña el poder de la fe que descansa en la Palabra de Jesús, no en la vista ni en la evidencia inmediata. El oficial no pide una señal para creer, simplemente escucha, cree y obedece. Esta es la esencia de la fe bíblica: “la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve” Hebreos 11:1. Además, podemos ver que Jesús no siempre responde como nosotros queremos. pero sí responde con autoridad y propósito. Su palabra es suficiente. El milagro no ocurrió por la cercanía física, sino por el poder de su Palabra. Este hombre pasó de la fe en un milagro a la fe en el Mesías. Su obediencia produjo no solo la sanidad de su hijo, sino la salvación de su familia entera. Jesús no solo quiere sanar nuestras heridas, quiere transformar nuestros hogares. Es importante poder notar también, una transición en la fe: primero; Comienza con una fe desesperada (viene rogando). Luego es una fe obediente (cree y se va). Después se vuelve una fe contagiosa (toda su casa cree). ¿Estás orando por un milagro y aún no ves resultados? Jesús quiere que aprendas a creer antes de ver. Confía en que su Palabra tiene poder, incluso cuando el entorno no ha cambiado todavía. La fe verdadera camina con pasos firmes, aunque el horizonte parezca incierto. No límites a Jesús a tu manera de entender la respuesta. El oficial esperaba que Jesús descendiera con él físicamente, pero Jesús simplemente dio una orden. ¿Estás dispuesto a aceptar la respuesta de Dios, aun si no llega como esperabas? Cree y camina. El hombre se fue creyendo. La fe genuina no se queda esperando más confirmaciones; se pone en movimiento confiando en lo que Dios ya ha dicho. ¿Estás paralizado por la duda o caminando por fe? Tu fe puede bendecir a toda tu casa. No subestimes el impacto espiritual que puede tener una fe obediente. Este hombre creyó, y su familia entera fue alcanzada. Cuando tú decides confiar en Dios en medio de la incertidumbre, otros verán y serán movidos también a creer.
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