(Centro De Vida)
Escritura
En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa, 14 que es las arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza de su gloria. Efesios 1:13 y 14 ¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique? 17 Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios. Romanos 10:14, 17
La salvación de pecadores es trabajo directo del Espíritu Santo de Dios. Su parte en la salvación está resumido en Efesios 1:13 y 14. Estos versículos hacen referencia a la fe en Cristo: “En quien también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa, que es las arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida, para la alabanza de su gloria”. Así como el capítulo 1 de Efesios nos habla de la obra de Dios en salvar a los pecadores por elección, y la del hijo, en redimir al pecador, también nos habla de la obra del Espíritu Santo en la salvación. Lo que hace el Espíritu Santo, es sellarnos. Debemos alegrarnos de que las tres personas de la Santa Trinidad están involucradas en la salvación del hombre pecador. Ya hemos estudiado de la obra de Dios Padre y de Dios Hijo. Hoy quiero que veamos lo que está involucrado en el ministerio del Espíritu Santo, en cuanto a este asunto de sellarnos. Yo pienso que los versículos 13 y 14, del capítulo 1 de Efesios, lo explican bastante bien. Nosotros pensamos en la fe para ser salvos y eso es lo que nos enseña la Biblia. Sin embargo, la Biblia nos muestra que hay algo que viene antes de nuestra fe. Romanos 10:14 hace las preguntas: “¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quién les predique?” Y el versículo 17 del mismo capítulo, responde diciendo: “Así que la fe es por el oír, y el oír, por la Palabra de Dios”. ¿Qué es entonces lo que viene antes de la fe? Antes de la fe, la persona tiene que haber oído el mensaje del Evangelio. Nuestro texto hoy aclara eso. Dice: “En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación” Tenemos un orden de eventos aquí. El anuncio del Evangelio, el creer y el sellar del Espíritu. Nadie puede ser salvo sin haber oído el mensaje de Jesús, por eso es que el Señor nos envía a predicar el Evangelio a todas las naciones. Nosotros vamos y predicamos con el fin de que el mundo pueda oír y creer. Después del creer, viene el sello del Espíritu Santo. Nuestro texto nos dice: “Y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa”. No quiero que me mal interpretes pensando que uno cree en un tiempo y que es sellado con el Espíritu Santo en otro tiempo. De ninguna manera. El sello con el Espíritu Santo viene en el mismo momento en que uno cree. El ser salvo y sellado con el Espíritu Santo, son una, y la misma cosa. Quiero decirte que serás grandemente decepcionado si piensas ser salvo en una hora, y sellado con el Espíritu Santo en otra ocasión. Repito, en el momento en que uno recibe a Cristo como su Salvador, es sellado con el Espíritu Santo de Dios. Quizás aquí necesitamos una definición de términos: ¿Qué es lo que significa ser sellado con el Espíritu Santo de la promesa? Otra pregunta sería: ¿Cuál es el sello con el Espíritu Santo? Yo he pensado en sello, como mantener con seguridad, asegurar los contenidos y preservar puro. Hasta pensé en la forma en que una lata de vegetales es sellada para preservar su contenido. Pero la Biblia usa la palabra sellar con otro significado. La palabra sellar, en el caso de nuestro texto significa: marcar, señalar para autenticar algo, confirmar y garantizar. Es como si algún dignatario de algún gobierno le pusiera a un documento privado, un sello oficial para autenticarlo. O también podríamos usar la ilustración de los ganaderos, quienes le ponen sellos a su ganado para identificarlos. Otra cosa que va desapercibido por muchos es el hecho de que dice que somos sellados con el Espíritu Santo, y no por el Espíritu Santo. No es que el Espíritu Santo hace el trabajo de sellarnos, sino que Él mismo es el sello. La presencia del Espíritu Santo, habitando en el espíritu humano del creyente en Cristo, es el sello que le identifica como propiedad de Cristo Jesús. La presencia del sello nos indica que la transacción ha sido terminada. La salvación es confirmada a la persona que lleva el sello. El sello indica que la persona quien lo lleva es propiedad de Dios. Dios es su Padre. El sello también indica seguridad. Nadie puede romper ni borrar el sello. Únicamente lo puede quitar la persona quien lo puso, y Dios ha prometido que ese sello es eterno, nunca lo quitará. Todo esto va involucrado con el asunto que hayamos sido sellados con el Espíritu Santo de la promesa, ¡Gloria a Dios! El sello del Espíritu Santo significa que hay algo más que sólo el perdón de pecados pasados. Ese sello representa nuestra esperanza para el futuro, es las arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida para alabanza de su gloria. O sea, que el ser sellado con el Espíritu Santo asegura que estaremos con Dios en el cielo. Quiero que pensemos en la palabra arras, en la frase arras de nuestra herencia. Arras es una prenda. Si queremos podrimos decir que es el enganche. Se refiere al dinero que uno deja como primer pago de una compra, en tiempos pasados esto era común. Si un hombre quería comprar una finca, él daría una cantidad inicial de dinero al dueño, y el dueño le daría un puñado de tierra diciéndole: “Esto es una pequeña parte de lo que recibirás en completo, cuando hayamos completado la transacción”. Eso es lo que el Espíritu Santo es para el creyente en Cristo. Él está con el creyente para garantizarle que Dios cumplirá con la transacción de su salvación. Conste, que, si el Espíritu Santo es el enganche o la prima, ¿Qué tan gloriosa será la realización de toda la transacción? Quiero decirte que el Espíritu Santo es nuestra garantía, que nos presentaremos como hijos de Dios, al regresar Jesucristo por nosotros. Las arras del Espíritu Santo es una realidad hoy. Él vive en cada persona que ha recibido a Jesús. Es su presencia en el espíritu humano que nos hace ser hijos de Dios. Romanos 8:9 es claro en decir que “si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él”. Si una persona no tiene al Espíritu Santo de Dios viviendo en él, esa persona no le pertenece a Dios. Repito con mucho énfasis, que la persona que ha recibido a Jesucristo como su Salvador, tiene al Espíritu Santo viviendo en él, no viene aparte, no tienes que pedir al Espíritu Santo que venga a tu vida si tú has recibido a Jesús. Él ya está en ti y nunca te dejará. Su presencia es la marca que nos identifica como propiedad de Dios y herederos de la vida eterna. Si eres un creyente en Cristo, quisiera que tomaras un tiempito hoy para darle gracias al Padre por la presencia del Espíritu Santo en tu vida. Acuérdate que el Espíritu Santo es el sello que Dios te ha puesto. Identificándote como hijo de él. La meta de todo esto es para la alabanza de su gloria. De hecho, esta es la meta de todas las cosas. No te has fijado que, en nuestro estudio de las doctrinas de Efesios, hemos concluido cada estudio haciendo referencia a la gloria de Dios La obra de elección de Dios Padre es para alabanza de la gloria de su gracia. La obra redentora de Dios Hijo es para alabanza de su gloria, y la presencia selladora del Espíritu Santo es para alabanza de su Gloria. Como lo dice en 1 Pedro 4:11, el deleite del corazón de cada cristiano es que “en todo sea Dios glorificado por Jesucristo, a quien pertenecen la gloria y el imperio por los siglos de los siglos”. Y en mi corazón, retumba un fuerte Amén. Vamos a orar. Padre, cómo podremos agradecerte por el sello de tu Espíritu Santo, quien es las arras de nuestra herencia. Gracias Padre, por la seguridad que Tú infundes en nuestro corazón. Nosotros los cristianos no tenemos por qué humillarnos en derrota delante de Satanás y este mundo. Podemos vivir confiados y seguros de la victoria que tenemos en Cristo Jesús. Prueba de ello, es que somos sellados con el Espíritu Santo, y no hay quien pueda borrar y quitarnos ese sello. Padre, gracias y mil gracias. En el nombre de Jesús te agradecemos. Amén.
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