(Centro De Vida)
Escritura
De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas. 2 Corintios 5:17 porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores. 1 Timoteo 6:10 Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre. 2 Corintios 9:7
El materialismo es la maldición más grande que el hombre puede tener sobre su vida espiritual. Es una tendencia de estar más interesado en cosas materiales que en asuntos espirituales. Busca más bien el bienestar y la comodidad de cuerpo en vez del bienestar del alma. El materialismo es una maldición y trae maldición en vista de estas observaciones. El materialismo se basa sobre una filosofía ateística, sustituye lo inferior por lo superior, nos lleva a más pecado, nos anima a satisfacer los deseos de la carne pues nos conforma al reglamento de una sociedad no regenerada, nos lleva al olvido de las cosas del espíritu, nos lleva a la codicia, nos trae aflicción en vez de bendición e ignora completamente el plan de Dios en cuanto a la mayordomía. La trágica verdad es que cada uno de nosotros está poseído con un espíritu materialista. Somos esclavos del materialismo hasta el momento en que somos librados por Cristo Jesús. Pero aún la persona cristiana corre peligro de ser sujeto al maldito espíritu del materialismo. Lo que deseo hoy es decirle cómo podemos librarnos de la maldición del materialismo en nuestras vidas. Es necesario tener una relación personal con Dios en Cristo Jesús. La solución a todo problema espiritual es Jesús. La solución no está en lo que Jesús dijo, ni en lo que Él hace, ni en lo que Él da; la solución es cristo mismo. El estar en Cristo por medio de la fe hace que uno sea una nueva criatura. 2 Corintios 5:17 dice: “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas”. El nuevo creyente no sólo tiene una vida nueva, también tiene un espíritu nuevo. Tiene una nueva actitud hacia Dios y lo material, y no hay substituto para una relación personal con Dios en Cristo Jesús. Aquél que ha llegado a ser una nueva criatura en Cristo, quien ama a Dios con todo el corazón, mente, alma y fuerza, no tendrá muchos problemas con el espíritu materialista. Sería necio esperar que un hombre no salvo amara a Dios lo suficiente para vivir una vida Dios-centralizada en vez de una vida hombre-centralizada. Es tan desanimador ver que un creyente no ame lo suficiente a Dios para dejar el mundo materialista y ser dominado por el espíritu del mismo. El conocer a Cristo es amarle, el amarle es estar dispuesto a dar sus propias posesiones con tal que otros puedan llegar a conocerle también. La cura para un espíritu materialista es conocer a Dios personalmente, así como Él se ha revelado a sí mismo en la persona de Cristo Jesús. También hay que tener una mente espiritual. No puede haber una cura para el que lo quiere todo para sí, a menos de que uno tenga la oportunidad de ver los asuntos a la luz de valores espirituales. Las personas son más importantes que cosas materiales. La realización de esta verdad es básica para la liberación del materialismo. Una persona no puede ser espiritual y tener amor al dinero. 1 Timoteo 6:10 nos dice que el amor al dinero es raíz de todos los males. Una persona no puede ser espiritual y tacaña a la vez. 2 Corintios 9:7 dice: “Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre”. Una persona no puede ser espiritual y robarle a Dios. Malaquías 3:10 nos enseña que todos hemos robado a Dios si no damos nuestros diezmos y ofrendas. Una persona no puede ser espiritual y no aportar el mensaje del evangelio con sus finanzas. Es ese espíritu materialista que limita nuestras ofrendas al evangelismo misionero y que reduce la propagación del mismo. Romanos 10:13-15 nos dice: “Porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo. ¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique? ¿Y cómo predicarán si no fueren enviados?”. Una gente espiritual tiene un interés especial en la salvación de almas y tal interés los libra de la maldición de un espíritu materialista. También tenemos que ser fieles administradores de nuestras propias finanzas. En el reino de las finanzas, el espíritu materialista dará fuerte combate. Sus ataques serán muchos y poderosos y, sin embargo, podemos vencer; y yo les diré cómo. En primer lugar, tenemos que dar por motivos correctos. ¿Por qué dan los creyentes una porción de sus finanzas a Dios a través de la iglesia? Algunos dan por obligación, sintiendo que pueden recompensar a Dios por sus bendiciones. Otros dan en sentido de agradecimiento, como diciendo: “Gracias, Dios, por ser tan bueno conmigo”. Sin embargo, hay algunos que damos por puro amor, reconociendo que Jesús es digno de nuestra suprema devoción, y tal espíritu es la cura para el materialismo. En segundo lugar, debemos dar en proporción a nuestras ganancias; no existe substituto para esto. Muchos cristianos piensan que el 10% es lo mínimo que el creyente debe dar. Sin embargo, tenemos que realizar que algunos no sean tan maduros para dar tal cantidad. Personalmente, yo pienso que el 10% es un buen lugar para empezar, pero pésimo lugar para terminar. Siento que el individuo, después de dar su diezmo debiera pedir a Dios un sentir en el corazón de una cantidad y, conforme que vaya creciendo espiritualmente, añadir esa cantidad a su diezmo. Este crecimiento es una protección en contra del espíritu del materialismo. En tercer lugar, necesitamos seguir creciendo. Cuando el apóstol Pablo habló de la mayordomía en 2 Corintios 8 y 9, dio esta admonición en el capítulo 8, verso 7: “Por tanto, como en todo abundáis, en fe, en palabra, en ciencia, en toda solicitud, y en vuestro amor para con nosotros, abundad también en esta gracia”. Para decirlo de una manera más sencilla, Pablo dijo: “Sigan creciendo”. Quiero que entiendan que no he dicho que tienen que dar un 10% de su dinero si desean ser seguidores de Cristo; de ninguna manera. Muchos cristianos damos más que el 10% de nuestras ganancias a Dios, otros dan menos. Lo importante es seguir creciendo en gracia. Sólo es te crecimiento de liberalidad cristiana puede librarnos de la esclavitud del materialismo. Debemos crecer para honra de nuestro Señor Jesús. Hemos discutido hoy la manera en que podemos librarnos del espíritu del materialismo, o sea, la tendencia que tenemos de interesarnos más en las cosas materiales que en las cosas espirituales. Hagamos rápidamente un repaso de lo que he dicho. Debemos reconocer que el materialismo es una maldición a nuestra vida espiritual. Antes de cualquier otra cosa, deberemos tener una experiencia personal con Cristo Jesús. Luego tendremos que pensar espiritualmente, y hago énfasis en el hecho de que la persona que no conoce a Cristo como Salvador no ha nacido del espíritu; por lo consiguiente, no podrá pensar espiritualmente. Después de esto debemos entregar una porción de nuestras finanzas a Dios. No debemos olvidarnos del motivo. Debemos ser honestos en nuestra manera de ofrendar, debemos seguir creciendo espiritualmente. Siendo honestos con Dios de esta manera, Él compartirá con nosotros las bendiciones del fiel mayordomo o administrador. Que no se nos olvide que Dios está interesado en personas. Él no necesita nuestro dinero, pero nosotros necesitamos la experiencia de dar para poder crecer. No puede haber otro ministerio más grande que el tener parte en traer a otros a los pies de Cristo Jesús. Vamos a orar: Padre, venimos delante de tu trono pidiendo que este estudio sea de provecho, no sólo para mí, sino también para todos aquéllos quienes están escuchando. Es mi oración que muchos amigos puedan conocer hoy a Cristo como su único y suficiente Salvador. Pido que nosotros tus hijos seamos espirituales y que pensemos espiritualmente. Ayúdame a ser buen administrador en tus finanzas, bendice a todos mis hermanos en la fe, quienes participan en este ministerio. Te lo pido en el nombre de Jesús. Amén.
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