(Centro De Vida)
Escritura
Cuando descendió Jesús del monte, le seguía mucha gente. 2 Y he aquí vino un leproso y se postró ante él, diciendo: Señor, si quieres, puedes limpiarme. 3 Jesús extendió la mano y le tocó, diciendo: Quiero; sé limpio. Y al instante su lepra desapareció. 4 Entonces Jesús le dijo: Mira, no lo digas a nadie; sino ve, muéstrate al sacerdote, y presenta la ofrenda que ordenó Moisés, para testimonio a ellos.
En tiempos Bíblicos, La lepra no solo era una enfermedad física devastadora, sino también una sentencia social y espiritual. Los leprosos eran aislados, considerados impuros, y apartados de la sociedad y del templo. En Mateo 8:1-4, encontramos uno de los encuentros más conmovedores del ministerio de Jesús: un hombre marcado por la desesperación se acerca al Maestro con fe, y recibe no solo sanidad física, sino restauración completa. En Mateo 8:1-4 dice: “Cuando descendió Jesús del monte, le seguía mucha gente. 2 Y he aquí vino un leproso y se postró ante él, diciendo: Señor, si quieres, puedes limpiarme. 3 Jesús extendió la mano y le tocó, diciendo: Quiero; sé limpio. Y al instante su lepra desapareció. 4 Entonces Jesús le dijo: Mira, no lo digas a nadie; sino ve, muéstrate al sacerdote, y presenta la ofrenda que ordenó Moisés, para testimonio a ellos”. Este pasaje nos dice que Jesús desciende del monte después de enseñar. La multitud lo sigue, pero entre ellos aparece un leproso que rompe todas las normas sociales y religiosas al acercarse. El hombre se postra y declara: “Señor, si quieres, puedes limpiarme” v.2. No duda del poder de Jesús, solo de su disposición. Pero la respuesta del Señor es sorprendente: extiende la mano, lo toca y le dice: “Quiero; sé limpio”. En ese instante, la lepra desaparece. Jesús luego le pide que guarde silencio y que se presente al sacerdote con la ofrenda estipulada en la ley, como testimonio de su sanidad. Este es un milagro lleno de significados profundos: Primero; Vemos Un acto audaz de fe: El leproso sabía que, humanamente, nadie se atrevería a tocarlo. Sin embargo, se acerca con humildad y confianza, reconociendo en Jesús la única esperanza para aliviar su condición. Aquí podemos ver que la verdadera fe no se detiene ante los obstáculos. Segundo; El toque que rompe barreras: Según la ley, tocar a un leproso hacía a alguien ceremonialmente impuro. Pero Jesús invierte el orden: su pureza contagia sanidad. Él no solo habló, sino que lo tocó, restaurando su dignidad, incluso antes de sanar su cuerpo. Tercero; La voluntad de Jesús de sanar y restaurar: La frase “Quiero; sé limpio” revela el corazón compasivo del Maestro. Jesús no actúa solo por poder, sino por amor. Este milagro es un recordatorio de que Dios no es indiferente a nuestro dolor. En cuarto Lugar; El cumplimiento de la ley: Jesús manda al hombre a presentarse ante el sacerdote para confirmar su limpieza. Esto demuestra que Él no vino a anular la ley, sino a cumplirla y darle su verdadero propósito: acercar al hombre a Dios. La lepra es un símbolo del pecado que desfigura, aísla y destruye. Todos, en cierta manera, hemos estado como este hombre, separados de Dios y de los demás. La buena noticia es que Jesús sigue extendiendo su mano para tocarnos, limpiarnos y restaurarnos. Mi amigo, ¿Hay áreas en tu vida que te hacen sentir “impuro” o apartado? Hoy puedes acercarte a Jesús tal como eres. ¿Te cuesta creer que Él quiera ayudarte? Recuerda sus palabras: “Quiero; sé limpio”. Si eres un creyente en Jesús, ¿Estas tocando las “vidas leprosas” que otros rechazan? Jesús nos llama a ser instrumentos de compasión y restauración. Debemos ser agradecidos con el Señor ya que Su amor no conoce barreras. Hoy le alabamos y le Servimos porque un día nos tocó cuando estábamos apartados y nos dio vida nueva.
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