(Centro De Vida)
Escritura
Pero a cada uno de nosotros fue dada la gracia conforme a la medida del don de Cristo. 8 Por lo cual dice: Subiendo a lo alto, llevó cautiva la cautividad, Y dio dones a los hombres. 9 Y eso de que subió, ¿qué es, sino que también había descendido primero a las partes más bajas de la tierra? 10 El que descendió, es el mismo que también subió por encima de todos los cielos para llenarlo todo. 11 Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, 12 a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, 13 hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo; 14 para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error, 15 sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo, 16 de quien todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor. Efesios 4:7-16 Vosotros, pues, sois el cuerpo de Cristo, y miembros cada uno en particular. 1 Corintios 12:27
En el estudio pasado comenzamos una serie de lecciones sobre cómo debemos vivir, siendo nosotros creyentes en Jesús. Estamos estudiando en el libro de Efesios. Nuestro último estudio principió en el capítulo 4 y estudiamos los versículos 1 al 6. Vimos que los creyentes debemos vivir la vida de Cristo en santidad y amor. Hoy pasamos a los versículos 7 al 16 para continuar nuestro estudio. Quiero que observemos que, como creyentes en Jesús, es necesario que compartamos la vida del cuerpo de Cristo, ya que cada creyente es miembro de su cuerpo. Quiero que sepas que yo me siento orgulloso de ser miembro del cuerpo de Cristo. 1 Corintios 12:27 dice: “Vosotros, pues, sois el cuerpo de Cristo, y miembros cada uno en particular”. Así como cada miembro de nuestro cuerpo físico tiene una función o ministerio que contribuir al cuerpo entero, así también cada miembro del cuerpo de Cristo tiene una función o ministerio que contribuir al cuerpo espiritual. Dios nos ha capacitado para llevar a efecto nuestra función en el cuerpo y es indispensable que desarrollemos esa capacidad. Efesios 4:7-16 nos habla de este cuerpo y de cómo cada miembro funciona en su esfera asignada. Si puedo, quiero hacer 5 preguntas en el estudio de hoy y tratar de contestarlas bíblicamente de manera que podamos entender un poco más concerniente a esta maravilla de Dios. La primera pregunta es ¿De qué se trata este asunto de compartir el cuerpo de Cristo? Debemos comprender que para compartir algo espiritual tendremos que tener ayuda divina. Efesios 4:7 y 8 nos habla de la gracia que nos fue dada a cada uno de los que recibimos al Señor Jesús como nuestro Salvador. Esta gracia nos fue dada conforme a la medida del don de Cristo. Estamos hablando acerca de dones espirituales, capacidades divinas que son otorgadas a las personas creyentes por el Espíritu Santo capacitándolas para funcionar como miembros del cuerpo de Cristo. Ahora, pienso que es importante que reconozcamos 3 cosas concernientes a los dones. En primer lugar, cada cristiano tiene un don espiritual. Versículo 7 dice: “Pero a cada uno de nosotros fue dada la gracia (un don de gracia o habilidades especiales) conforme a la medida del don de Cristo”. Esto está de acuerdo a 1 Corintios 12:7 que nos dice: “Pero a cada uno le es dada la manifestación del Espíritu para provecho”. 1 Corintios 12:11 dice: “Pero todas estas cosas las hace uno y el mismo Espíritu, repartiendo a cada uno en particular como él quiere”. 1 Pedro 4:10 dice: “Cada uno según el don que ha recibido, minístrelo a los otros”. Cada creyente en Cristo ha recibido un don espiritual desde el momento de su conversión. En segundo lugar, hay que entender que hay una gran variedad de dones. Efesios 4:7 comienza con la palabra “Pero”. Dice: “Pero a cada uno de nosotros fue dada la gracia”. Esa palabra “pero” está haciendo un contraste entre nuestra unidad en Cristo con la diversidad de recibir dones. El capítulo 12 de 1 Corintios lo discute más ampliamente. Yo quiero que entendamos que no debemos sentirnos ni superiores a nadie ni inferiores a nadie con el don que Dios nos ha dado. El Espíritu Santo nos ha dado ese don para el servicio a Dios; no lo ha dado para que nos sintamos grandes, ni tampoco para que lo escondamos y debemos usarlo en servicio con humildad. En tercer lugar, los dones que recibimos son entregados soberanamente sobre nosotros. Acordémonos de nuestro texto que nos dice que nos fue dada la gracia conforme a la medida del don de Cristo. No tenemos los dones por nuestros propios medios; ese el Espíritu Santo quien imparte esos dones como Él quiere. Es la soberana voluntad de Dios impartiendo dones como Él quiere sin tomar en cuenta el conocimiento o consentimiento del hombre. La segunda pregunta que quiero hacer es ¿Quiénes nos ayudarán a comprender cómo podemos compartir el cuerpo de Cristo con otros? El versículo 11 de nuestro texto nos da la respuesta a esta pregunta. El versículo nos enseña que Dios ha dado a 4 grupos de personas para ayudar; nos menciona apóstoles, profetas, evangelistas y pastores maestros. Estas personas no eran dones espirituales sino hombres a quienes Dios había dado dones para que pudieran trabajar en la iglesia desarrollando los ministerios espirituales. Los apóstoles eran hombres quienes habían estado con el Señor Jesús y quienes habían sido comisionados por Él. Los profetas habían sido hombres a quienes Dios les había dado la capacidad de visión divina para ayudar a la iglesia primitiva a funcionar en su recién hallada fe. Estos dos grupos dejaron de existir al ser completadas las Escrituras del Nuevo Testamento. Los Evangelistas son hombres llamados a proclamar el Evangelio a aquellos quienes no han creído; nosotros les llamaríamos misioneros hoy día. Pastores maestros serían aquellos hombres quienes se quedarán en una congregación particular con el fin de instruir y llevar a madurez espiritual a la congregación. La iglesia primitiva, en vista de que no tenían el Nuevo Testamento, necesitaba de los cuatro. Hoy, la iglesia sólo necesita de dos de ellos. Dios siempre ha provisto para su pueblo todo lo necesario para que el pueblo pudiera servirle efectivamente. Esto nos trae a la tercera pregunta: ¿Por qué ha dado Dios dones evangelistas y pastores maestros? Según el versículo 12, es para la edificación del cuerpo mismo. El versículo 12 dice: “A fin de perfeccionar a los santos (los creyentes en Cristo), para la edificación del cuerpo de Cristo”. Si tú tienes en tu iglesia un hermano pastor, déjame decirte que él no está allí para llevar a término la obra del ministerio de Dios. Él está ahí para equiparte a ti con la Palabra para que tú puedas llevar a término la obra del ministerio de Dios. Por siglos nuestras iglesias han tomado la actitud de que el pastor es pagado para hacer todo el trabajo que los hermanitos no tienen tiempo para hacer. Quiero decirte, mi hermano, que eso no es escritural y también te quiero decir que, si tú le has estado dejando el trabajo de Dios al pastor, rendirás cuenta delante de tu Padre Celestial algún día por tu inactividad. Da pena decirlo, pero hay hermanos en la fe que creen que con dinero lo componen todo; algún día y con gran vergüenza se darán cuenta de lo contrario. Pero también podríamos predicar otro sermón acerca de los pastores que no están dispuestos a enseñar la verdad debido al hecho de que se sienten contentos con el pequeño salario que están ganando y saben que si frustran a los hermanos podrían perder su trabajo. La cuarta pregunta de nuestro estudio es: ¿Por cuánto tiempo debemos compartir la vida del cuerpo? El versículo 13 nos dice: “hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo”. Vamos a seguir con este ministerio de equipar y ganar almas y tener compañerismo los unos con los otros hasta que cada creyente haya alcanzado la perfección y madurez de Cristo. Quiero decirte que eso solamente sucederá cuando Nuestro Señor haya regresado para llevarnos al cielo con Él. Así que, mientras vivamos sobre la tierra, tenemos un ministerio que desarrollar. Y nuestra última pregunta de hoy es: ¿Con qué fin haremos todo esto? Si leemos los versículos 14 al 16 encontraremos 3 metas que debemos estar tratando de alcanzar, y este es el porqué, este es el fin o el propósito que deseamos alcanzar. Nuestra primera meta es estabilidad en la doctrina. Ningún creyente debiera ser un niño durante el resto de su vida; no debemos ser personas que son arrastradas por cualquier pensamiento o ideología. Nuestra meta es afirmarnos en las cosas del Señor y ayudar a otros en hacer lo mismo. Nuestra segunda meta debe ser la de madurez en amor. Debemos hablar la verdad con fuerza, pero al mismo tiempo con amor. Debemos aprender a amar, así como nuestro Señor. Y la tercera meta es contribuir al crecimiento del cuerpo de Cristo. Ningún miembro del cuerpo de Cristo debiera estar inactivo; todos tenemos algo que hacer. Espero que cada uno de nosotros los creyentes haremos todo lo posible por alcanzar estas 3 metas. Es así como debemos vivir. Vamos a orar: Padre, gracias te damos por la enseñanza de hoy. Ayúdanos a poner en práctica estos principios. Ayúdanos a luchar por cumplir y alcanzar las 3 metas que acabamos de nombrar. Te lo pedimos en el nombre de Jesús. Amén.
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