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Parábolas de Mateo 13
El Sembrador Parte 2
Pastor - Ricardo Robinson
(Centro De Vida)
Aired on Mar 29, 2022
Mar 28, 2022
Duración:
00:14:30 Minutes
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Escritura

1 Corintios 3:6 y 7; Juan 1:1

Yo planté, Apolos regó; pero el crecimiento lo ha dado Dios. 7 Así que ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios, que da el crecimiento. 1 Corintios 3:6 y 7 En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Juan 1:1

No nos es dado el determinar el fruto de la cosecha; a nosotros solo nos es dado el mandato de sembrar. Es como dice el apóstol Pablo en 1 Corintios 3:6 y 7 “Yo planté, Apolos regó; pero el crecimiento lo ha dado Dios. Así que ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios, que da el crecimiento”.   Hace algunos años atrás, al ir a Nicaragua y después a Guatemala como un sembrador de la Palabra de Dios, no sabía cuál sería el resultado de la siembra, no sabía cómo ni cuánto. Eso era trabajo de Él, y Él hizo todo de acuerdo a su voluntad y no la mía; yo tengo la plena confianza de que mientras comparto y siembro la semilla del Evangelio por medio de este ministerio radial, Dios hará que, de fruto, lo ha hecho antes, lo hace ahora y seguirá bendiciendo; lo que me toca a mí, es seguir sembrando. Ha habido veces en mi ministerio cuando la cosecha ha sido poca, pero sí he sido fiel en sembrar la semilla, solo tengo que aceptar que Dios ha tenido su voluntad en el asunto. Ese niño que recibe el Evangelio en su corazón, algún día podrá llegar a ser un gigante espiritual para el servicio de Dios, así que debemos tener cuidado al evaluar el fruto que viene como resultado de nuestro trabajo, puede ser que nuestra labor a veces parezca no dar fruto, pero debemos dejar que Dios sea el que juzgue sobre esto. No hay mejor servicio para el Señor Jesucristo que la de sembrar la buena semilla, la Palabra de vida. Un autor ha escrito: El sembrador no importa quien sea, debe orar con entusiasmo, pidiendo a Dios que le dé el terreno apropiado para sembrar. El sembrador debe trabajar como aquel que sabe que tendrá que rendir cuentas por lo que ha sembrado, debe perseverar en su labor, aún fuera de tiempo entregado totalmente a la obra. Con esto llegamos a la conclusión de que la responsabilidad del sembrador es sembrar, Él no podrá hacer crecer la semilla pues no es su trabajo, ese es trabajo del Espíritu Santo. Debemos acordarnos de que no veremos un triunfo total del Evangelio cuando sembramos, pero que sí veremos un adelanto en las cosas del Señor. Habrá fruto, habrá crecimiento.   Habiendo considerado al sembrador, observemos algunas cosas en referencia a la semilla, Jesús dijo que la semilla es la Palabra del reino, la Palabra de Dios, el Evangelio, la Biblia nos habla de la semilla como algo vivo, incorruptible, poderosa, divina, eterna y capaz de salvar. Juan 1:1, nos enseña que “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios”. Ese verbo fue hecho carne y habitó a los hombres aquí en la tierra; era Jesús, la semilla no solo viene de Cristo, sino que es Cristo mismo, Él es la Palabra viva, la semilla y ¿qué del terreno? La Palabra que acabamos de leer nos da mejor descripción de la tierra más que cualquier otra cosa, la semilla sembrada es la misma cosa, la diferencia, está en la variedad de la tierra. Con eso llegamos a una verdad básica enseñada en la parábola del sembrador: Lo más importante, es la proclamación del Evangelio a todo hombre en todo lugar. He aquí esperamos la distribución universal del Evangelio, pero no esperamos que sea aceptado universalmente, el que oye la Palabra, representado por la tierra donde la semilla cae, puede describirse de cuatro maneras distintas: El de corazón duro, el de corazón sin profundidad, el de corazón a medias y el de corazón entero. Jesús menciona al de corazón duro primero: “Y mientras sembraba, parte de la semilla cayó junto al camino; y vinieron las aves y la comieron”, cuando alguno oye la Palabra del reino y no la entiende, viene el malo y arrebata lo que fue sembrado en su corazón, este es el que escucha con una mente cerrada, el corazón, en realidad el oído, recibe la semilla, o sea que escucha el Evangelio, pero no responde al llamado. Aquellos quienes escuchan la Palabra son responsables de entenderla, pero el corazón de ellos es duro, no se humillará delante de Dios, no se arrepiente de su forma de ser y la semilla cae sobre la superficie de la tierra, pero no puede profundizarse, la tierra no tiene preparación para recibir la semilla. Cuando uno escucha la Palabra, Satanás está ahí para descontar su valor; él sembrará otros pensamientos en el corazón, pensamientos y deseos de la carne, con esto, él arrebata la semilla de manera que no puede echar raíces y producir fruto.   Ahora llegamos a los oyentes de los pedregales, parte cayó en pedregales en donde no había mucha tierra y brotó pronto porque no tenía profundidad de tierra, pero salido el sol se quemó, y porque no tenía raíces se secó; y el que fue sembrado en pedregales, este es el que oye la Palabra y que al momento la recibe con gozo, pero que no tiene raíz en sí y es de corta duración, pero al venir la aflicción o la persecución por causa de la palabra, luego tropieza. En eso no pensamos en una tierra cubierta de piedras, sino de un lugar de concreto fijo, con una pequeña etapa de tierra, puede aparentar ser un bien lugar donde sembrar, sin embargo, esto nos habla de oyentes emocionales, su recepción de la Palabra es únicamente superficial, emocionalmente han sido tocados pero la conciencia de ellos no ha sido tocada. Hay muestras de un gozo natural, pero no ha habido evidencias de una convicción ni de un arrepentimiento verdadero, sus afecciones, así como una breve capa de tierra superficial sobre una roca, recibe la Palabra. La novedad y el interés es algo que hará gozar sus mentes, sin embargo, corresponden al sufrir de Cristo y a las promesas del Evangelio de la misma manera que correspondería a cualquier noticia nueva o historia patética. Demasiadas personas en el mundo hoy son conmovidas emocionalmente, aparentemente vemos que tienen un celo por las cosas del Señor, pero al surgir de los problemas que batallan en contra de la emoción de lo nuevo, caen a un lado sin producir fruto, porque lo que tienen era emoción y eso es todo.   Después Jesús habló de los oyentes de tierra con espinos, y parte cayó entre espinos y los espinos crecieron y la ahogaron. El que fue sembrado entre espinos, ese es el que oye la Palabra, pero el afán de este siglo y el anhelo de las riquezas ahogan la Palabra y se hace infructuosa, esto nos da el cuadro de uno que oye la Palabra, la recibe, pero nunca hace nada para cultivar la Palabra en su vida, se preocupa con sus propios deseos y placeres en el mundo, esa persona permite que las cosas del mundo controlen su pensar y su vida entera. La ansiedad llena el corazón y vida de este hombre, su negocio y recreación requieren todas sus energías, no tiene tiempo para sí vida espiritual; esos espinos están en la vida de demasiadas personas quienes profesan ser cristianos, pero nunca han dado frutos como en evidencia.   Y ahora llegamos al clímax de esta parábola: “Pero parte cayó en buena tierra, y dio fruto, cuál a ciento, cuál a sesenta, y cuál a treinta por uno. Mas el que fue sembrado en buena tierra, este es el que oye y entiende la palabra, y da fruto; y produce a ciento, a sesenta, y a treinta por uno”. Vemos en primer lugar que la Palabra se debe de recibir con un corazón honesto y bueno; en segundo lugar, vemos que la Palabra debe ser obedecida y en tercer lugar vemos que debe haber fruto. Tales son las condiciones de una vida fructífera, una mente abierta, un entendimiento de la Palabra recibida y obediencia. Debemos reconocer que la buena tierra viene de Dios al igual que la semilla: alguien ha dicho que tres cuartos de la semilla sembradas en el mundo no producen fruto, de acuerdo a Jesús, lo mismo se podría decir de los oyentes de la palabra. Jesús dijo: “El que tenga oídos para oír, oiga”. Mi oración es que Dios les de entendimiento para que puedan oír, comprender y recibir la Palabra, para dar fruto para la honra y gloria de Él.   Vamos a orar. Padre, vemos como la semilla hoy es esparcida a todos los radios oyentes, reconocemos que parte caerá en tierra mala, pero también que parte caerá en tierra buena. Hágase tu voluntad en cuanto a la cosecha, en el nombre de Jesús te lo pedimos. Amén.

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