(Centro De Vida)
Escritura
Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio. Juan 16:8 Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él. 2 Corintios 5:21
Dios está activamente involucrado en los quehaceres del hombre. Dios desea llevar al hombre por un camino de vida y santidad, alejándolo de sus pecados. Dios está involucrado por medio de su Santo Espíritu, cuyo ministerio continuante en el mundo es convencer a las personas de sus pecados para que puedan arrepentirse y confiar en Cristo, como su único y suficiente Salvador. Jesús completó su ministerio terrenal y ascendió a la presencia del Padre. Jesucristo pidió al Padre que enviara al Espíritu Santo para poner bajo convicción al pecador, y para enseñar a los cristianos para que fueran personas maduras en las cosas de Él. Todo esto estuvo de acuerdo al plan del Padre y se está llevando a término aún hoy. Es el Espíritu Santo el agente por medio del cual los hombres y mujeres se dan cuenta de que son responsables por sus pecados y que necesitan de un Salvador. El único que puede salvarles es Jesús, ese es el trabajo que hace el Espíritu Santo en la vida de los incrédulos. Él les convence según Juan 16:8: “De pecado, de justicia y de juicio”. Hoy vamos a perseguir el pensamiento de que el Espíritu convence al hombre de justicia. La raíz de justicia es justo, se refiere a lo correcto, lo que es justo. Justicia por lo consiguiente es un carácter o cualidad de estar en la verdad, o en lo correcto, en lo justo. En realidad, la justicia es aquello que se conforma a la revelada voluntad de Dios. Muchas veces, en el Nuevo Testamento, el término justicia se refiere al don de Dios al hombre por medio del cual, todos aquellos quienes creen en el Señor Jesús, entran a una relación correcta con Dios. Esta justicia es alcanzada por medio de una obediencia al requisito de Dios en poner la confianza en Jesús como único y suficiente Salvador. No se puede lograr por medio de obediencia a la Ley ni por méritos propios. El hombre que confía en Jesús llega hacer justicia de Dios en él, según 2 Corintios 5:21. Llega a ser en Cristo, todo aquello que Dios desea que el hombre sea y que nunca podría ser por sí mismo. Jesús dijo que el hombre sería convencido por medio del Espíritu Santo de lo que significa una relación correcta con Dios, cómo se obtiene y cómo mantener esa relación correcta con Él. En nuestro mundo hoy tenemos dos sistemas de justicia, el primer sistema de justicia está basado sobre los conceptos del hombre en cuanto a lo que es bueno y lo que es malo, y en su habilidad de hacer lo bueno y abstenerse de hacer lo que es malo. Es la justicia que uno puede producir en sí mismo. El segundo sistema de justicia se basa sobre los designios de Dios, y es Dios quien convence al mundo a través del ministerio del Espíritu Santo cuál de estos dos sistemas es el verdadero. La justicia del hombre le suena bien a uno, pero no es aceptable a Dios, esta clase de justicia apartará al hombre de Dios en vez de acercarle. Claro está que cada hombre debe vivir de una manera honrada, debe proveer para los de su familia, ser un ciudadano que respeta las leyes de la tierra, debe pagar sus deudas y ser honrado en su negocio, y tratar a las otras personas de la misma manera en que esperara ser tratados por ellos. Estas cosas son básicas para una sociedad saludable, pero no son el fundamento sobre el cual el hombre es aceptado por Dios. El hombre que se siente bien en su auto justicia no tendrá necesidad de Dios, o por lo menos eso lo que piensa él. No aceptará los dos requisitos del arrepentimiento y fe para poderse acercar a Dios. Romanos 10:1-3 nos pinta el cuadro trágico de la justicia del hombre, el apóstol Pablo describió a Israel como teniendo celo por Dios, pero que ese celo no era para saber la verdad. Israel era ignorante en cuanto a la justicia de Dios. Israel anduvo intentando establecer su propia justicia. Israel no se sometió a la justicia de Dios, y debido a esto no era salva, y esa es la misma tragedia que corresponde a todo aquel confía en su propia justicia y no en la justicia de Dios. Aquella persona que da espaldas a la justicia de Dios es como el viajero en el desierto, que da espaldas a una fuente burbujeante de agua para ir tras un espejismo. Ninguna persona será aceptada delante de Dios a base de su propia justicia. Isaías 64:6 nos dice: “Si bien todos nosotros somos como suciedad, y todas nuestras justicias son como trapo de inmundicia; y caímos todos nosotros como la hoja, y nuestras maldades nos llevaron como viento”. Supongamos que un mecánico recogiera todos sus trapos con que se había limpiado la grasa de sus manos para llevarlos al banco y depositarlos como dinero en efectivo, ¿Se los recibiría el banco? ¡Claro que no!, ni tampoco nuestras obras de justicia humana serán aceptadas por Dios. Para Él son como trapos de inmundicia, sólo por medio de aceptar la justicia de Cristo es que nosotros podremos presentarnos delante de Dios. Dios nos testifica por medio del apóstol Pablo en Tito 3:5 “Nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo”. Dios ofrece dar su justicia a cada persona quien se acercará a Él en arrepentimiento de sus pecados, por medio de la fe en Jesucristo. Él hizo a Cristo, quien no conoció al pecado, ser un sacrificio por el pecado nuestro para que nosotros pudiéramos ser justicia de Dios en Él. Dios provee su propia justicia divina como un regalo gratuito a todo aquel, según Tito 3:9, que está dispuesto a ser hallado en Él, no teniendo su propia justicia que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe. Cada persona salva ha recibido la justicia de Dios, le ha sido impuesto como una consecuencia de su fe en Cristo Jesús. El hijo pródigo con sus trapos llegó a casa de su padre y recibió el mejor traje que había, de igual manera el pecador arrepentido llega a Dios con sus trapos de inmundicia, su propia justicia, habiendo aceptado a Jesucristo como Salvador y recibe el mejor traje del cielo, la justicia de Dios. Jesucristo concluyó su ministerio personal en la tierra al ascender al Padre, sus discípulos le vieron ser llevado por una nube. Jesús recibió una bienvenida calurosa en los cielos y ocupó su lugar a la mano derecha de Dios Padre. Un lugar especial de honor y autoridad. Y Él permanecerá allí, hasta su segunda venida a la tierra. El hecho de que Jesucristo fuera recibido en el cielo, nos indica que la justicia de Jesucristo es la única justicia que Dios aceptará, nos indica que si queremos ir por toda la eternidad al cielo tendremos que obtener la justicia de Jesús. El trabajo del Espíritu Santo es convencernos de esta verdad. Tal vez Él está tocando el corazón de alguna persona hoy, tal vez tú te das cuenta de que eres pecador y de que necesitas de la justicia de Jesús, ¿Por qué no le pides perdón en estos momentos? Dile que estás arrepentido y que crees que Él murió por tus pecados y que tú le invitas a entrar a tu corazón y que le aceptas como tu único Salvador. Si lo haces de corazón yo te prometo que hoy, en este preciso momento, serás salvo. Vamos a orar. Padre pido que tu Espíritu trabaje de una manera muy especial en estos momentos, pido que ayudes a mis amigos en comprender la gravedad de su situación, y que ellos por medio de su propia justicia nunca llegarán al cielo, porque Tú no aceptarás la justicia de ellos. Que comprendan que sólo con la justicia de Jesús es que lograrán llegar hasta dónde estás Tú. Te lo pido mi Dios, en el nombre de Jesús. Amén.
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