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Un Caso De Administración
Pastor - Ricardo Robinson
(Centro De Vida)
Aired on Sep 24, 2021
Sep 20, 2021
Duración:
00:14:32 Minutes
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Escritura

Lucas 12:15; Mateo 4:4; 1 Timoteo 6:10; Romanos 12:2; Romanos 14:17; Mateo 6:19-21; Mateo 6:24; Éxodo 20:17; Colosenses 3:5; Isaías 56:11; Proverbios 15:27; Eclesiastés 5:10; 1 Corintios 9:17

Y les dijo: Mirad, y guardaos de toda avaricia; porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee. Lucas 12:15 El respondió y dijo: Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios. Mateo 4:4 porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores. 1 Timoteo 6:10

Jesús nos amonesta en Lucas 12:15: “Mirad, y guardaos de toda avaricia; porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee”. Su amonestación viene en contra del espíritu del materialismo. El materialismo es la maldición más grande que el hombre puede tener sobre su vida espiritual. Es una tendencia a interesarse más por cosas materiales que espirituales; busca el bienestar y la comodidad del cuerpo en vez del espíritu. Causa inmadurez espiritual, codicia, egoísmo y muchas otras maldades iguales a ellas. El materialismo absorberá a la vida espiritual, dejándola sin fruto y desolada dentro del servicio de Dios. Expresado en el reino de la mayordomía cristiana, el materialismo resiste a la liberalidad. Para el materialista, las necesidades de la iglesia demandan demasiado. El dar ofrenda para el materialista es ser un religioso fanático. El materialista se preocupa por su propio bienestar y no está interesado por la necesidad del mundo que le rodea, mucho menos por el reino de Dios. El materialismo es una condición y trae maldición; se los probaré con las siguientes consideraciones. En primer lugar, el materialismo está basado sobre una filosofía ateística; por eso es que digo que es una maldición. El materialista insiste que sólo lo material es real. Comodidad, placer y riquezas son sus metas más altas. Rechaza la existencia o la importancia de valores espirituales. Tal actitud corresponde al pagano. Una persona bajo el control de un espíritu materialista no tiene ventajas sobre el ateo o agnóstico; está engañada por el dios de este mundo. Riquezas nunca podrán substituir a Dios en nuestra vida; no podemos vivir únicamente para este mundo pues el resultado sería trágico. En segundo lugar, el materialismo es un pobre substituto. Es una maldición porque substituye lo inferior para lo superior. Al ser tentado Jesús por el Diablo, Él señaló que lo material no era lo suficiente. En Mateo 4:4 encontramos sus palabras que nos dicen: “No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”. Sin darle importancia a las palabras de Jesús, el materialista sostiene que los intereses espirituales de la vida son inferiores a los intereses físicos. Por lo consiguiente, los placeres vienen antes que Dios; esa es la actitud del materialista. Tal espíritu es un insulto al Padre Divino. En tercer lugar, el materialismo patrocina el pecado. 1 Timoteo 6:10 nos dice: “Porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores”. Debemos fijarnos bien en este aviso: El espíritu materialista que se interesa más en lo material que en lo espiritual produce avaricia, llevando arrastrado al creyente extraviándolo de la fe y causándole gran dolor; esa es la maldición que acompaña al materialismo. En cuarto lugar, el materialismo provee de la conformidad. Causa que uno esté conforme al estilo de vida de un mundo degenerado. Romanos 12:2 nos amonesta en no conformarnos al mundo. Cada día, los creyentes sentiremos las presiones del mundo sobre nosotros. Por aquí encontramos a un negociante, quien por medio de una jugadita sucia, puede tener más ganancia; acá tenemos a otro quien puede ganar más si trabaja en el día del Señor; otro puede falsificar reglamentos para tener mayor ganancia. Podríamos esperar esto de un hombre que no conoce a Dios, pero no lo esperamos de un cristiano; y, sin embargo, cuando la meta del cristiano es acumular riqueza terrenal, cae en el peligro de ser igual al mundo no creyente. En quinto lugar, el materialismo desvalora lo espiritual, causa que uno se olvide de lo espiritual. Romanos 14:17 dice: “Porque el reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo”. Jesús nos dice en Mateo 6:19-21: “No os hagáis tesoros en la tierra (…) sino haceos, tesoros en el cielo (…) porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón”. El hombre consumido con el deseo de acumular tesoros aquí en la tierra revela que se ha olvidado de la importancia de valores espirituales. Un espíritu materialista absorberá la vitalidad espiritual de cualquier creyente. Esto es lo que nos quiso decir Jesús en Mateo 6:24: “Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas”. Y ojalá nosotros escojamos servir a Dios. En sexto lugar, el materialismo promociona la codicia. Aquél cuya meta es acumular riquezas en esta vida, seguramente será poseído por un espíritu de codicia sin tomar en cuenta que Dios lo prohíbe. Éxodo 20:17 dice enfáticamente: “No codiciarás”. Colosenses 3:5 añade al hecho de que la codicia es idolatría. Isaías 56:11 nos enseña que la codicia convierte a uno en un perro comelón que nunca se sacia. Creo que seguramente este no es el espíritu que el cristiano debiera seguir, no es el espíritu que debiera dominar en nuestra vida; de ninguna manera. Es el Espíritu Santo que mora en todo creyente para enseñarle los asuntos de Cristo y mantenerle en el camino de la santidad el que debiera dominar. Un espíritu materialista causa tristeza al Espíritu Santo que, en retorno, causa que el creyente sufra pérdida espiritual. En séptimo lugar, el materialismo trae tristeza; no nos trae una bendición. Hay promesa de seguridad y paz en poseer lo material pero la promesa es una alucinación. Examinemos lo que nos dice Dios en cuanto a ello. Proverbios 15:27 dice: “Alborota su casa el codicioso; Mas el que aborrece el soborno vivirá”. Eclesiastés 5:10 dice: “El que ama el dinero, no se saciará de dinero; y el que ama el mucho tener, no sacará fruto. También esto es vanidad”. Uno puede ignorar las leyes de Dios en cuanto a la mayordomía, pero ¿qué sucederá cuando llegue el momento de rendir cuentas? El materialismo es más bien una maldición y no una bendición. En octavo lugar, el materialismo ignora el plan de Dios. Dios tiene un plan de administración, Él le entregó al hombre el ser señor de todo menos de sí mismo. La Biblia es explícita en decir que el hombre no es independiente ni autosuficiente; el hombre es creación de Dios y rendirá cuentas a Él. El Evangelio es la administración primaria del cristiano. Somos llamados siervos de Cristo y administradores de los misterios de Dios; el Evangelio nos fue encomendado, hemos de entregar el mensaje del Evangelio a todo el mundo. 1 Corintios 9:17 dice: “Si lo hago de buena voluntad, recompensa tendré; pero si de mala voluntad, la comisión me ha sido encomendada”. Todo lo que somos y todo lo que tenemos debiera estar entregado en la distribución del Evangelio. El materialismo es aquel espíritu que causa que la persona se interese más en los asuntos materiales que en los asuntos espirituales. Tengamos cuidado: El materialismo es una maldición y nos trae maldición. Vamos a orar: Padre celestial, te damos gracias por el tiempo que hemos pasado en el estudio de tu palabra. Reconocemos el dolor que debemos causarte cuando nos entregamos al liderazgo del espíritu del materialismo. Ayúdanos a poner nuestra mira en las cosas celestiales y no en las terrenales. Padre, nosotros reconocemos también que todo lo que tenemos no nos pertenece; es tuyo. Y pedimos que tu Espíritu Santo nos guíe en administrar lo que has puesto en nuestro cargo de una manera que honrará a tu santísimo nombre. Te lo pedimos en el nombre de Jesús. Amén.

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