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El Nuevo Nacimiento
El Nuevo Nacimiento - Parte 4
Pastor - Ricardo Robinson
(Centro De Vida)
Duración: 00:14:32 Minutes
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Aired on Ene 21, 2021

Escritura

Eclesiastés 7:20; Isaías 53:6; Gálatas 3:22; Isaías 64:6; Hechos 4:12; Salmos 51:16-18; Hebreos 10:4; Hebreos 10:11 y 12; 1 Pedro 3:20 y 21

Ciertamente no hay hombre justo en la tierra, que haga el bien y nunca peque. Eclesiastés 7:20 Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros. Isaías 53:6 Mas la Escritura lo encerró todo bajo pecado, para que la promesa que es por la fe en Jesucristo fuese dada a los creyentes. Gálatas 3:22

Jesús dijo que, si queríamos ver y entrar al reino de Dios, tendríamos que nacer de nuevo. Esto es lo que se requiere en toda persona, sin excepción: el rico, el pobre, el blanco, el negro, el viejo, el joven, el sabio, el necio; todos tenemos que nacer de nuevo para poder ser hijos de Dios y para poder participar de su reino divino. Tenemos que nacer de nuevo porque somos pecadores debido a nuestra naturaleza carnal. Esa idea de que en realidad no somos pecadores, sino que tan solamente tenemos algunos hábitos malos es una mentira de Satanás. De todas las cosas que la palabra de Dios nos aclara, no hay nada más claro que el concepto de que todos hemos pecado y estamos destituidos de la gloria de Dios: no hay justo, ni aún, uno. Eclesiastés 7:20 dice: “Ciertamente no hay hombre justo en la tierra, que haga el bien y nunca peque”. Isaías 53:6 dice: “Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; más Jehová cargó en Él el pecado de todos nosotros”. Gálatas 3:22 dice: “Mas la Escritura lo encerró todo bajo pecado, para que la promesa que es por la fe en Jesucristo fuese dada a los creyentes”. Mi amigo, cuando comenzamos a pensar en el hecho de que no somos tan malos, acordémonos que Dios en su palabra nos dice una y otra vez las mismas palabras que están grabadas en el versículo 6 del capítulo 64 del libro de Isaías: “Si bien todos nosotros somos como suciedad, y todas nuestras justicias como trapo de inmundicia; y caímos todos nosotros como la hoja, y nuestras maldades nos llevaron como viento”. El negar nuestros pecados delante de Dios es aumentarle pecados a nuestra carga. No dejemos que Satanás nos engañe cuando nos dice que estos versículos son para otros y que no son para nosotros. Si no estamos perdidos en nuestros pecados, entonces Jesús no puede ser nuestro Salvador. Él nos dijo que el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido. Sin Jesús, nosotros no tenemos salvación. Hechos 4:12 nos dice lo siguiente: “Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos”. Por lo consiguiente, si hay salvación eterna para nosotros, tendrá que venir por medio de Jesucristo. Una de las tragedias más grandes del Nuevo y del Antiguo Testamento fue la equivocación concerniente al rito de ser encontrado recto delante de Dios. Los fariseos y los saduceos eran tan devotos a sus creencias y prácticas, pero estaban tan equivocados. Ellos creyeron que su fidelidad a las ceremonias les daba una rectitud de justicia ante Dios. De hecho, ellos pensaban que eran puestos en una posición más elevada que otros como resultado de los ritos que ellos mismos practicaban. Los líderes religiosos ofrecían su sacrificios y Dios les dijo que sus sacrificios eran una abominación a Él. Ellos creían que podían vivir de la manera que les gustara y después podían ofrecer un sacrificio para borrar el mal que habían hecho. Pero Dios les dijo que ellos debían experimentar un cambio de corazón; entonces sus sacrificios serían un testimonio de fe y confianza en Él. El salmista David oró lo siguiente en Salmos 51:16-18: “Porque no quieres sacrificio, que yo lo daría; No quieres holocausto. Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado; Al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios”. Después de arrepentirse y entregarse a Dios, David pudo decir “Entonces te agradarán los holocaustos, los sacrificios de justicia u ofrendas del todo quemada”. Los líderes religiosos habían comprendido que, si ellos observaban los días religiosos y ofrecían palomas y ovejas, quedarían bien delante de Dios. La sangre de un cordero o de cualquier otro animal no podía lavarles de sus pecados. Sólo la sangre del Cordero de Dios, Jesucristo, podía hacer tal cosa. Leemos lo siguiente en Hebreos 10:4: “porque la sangre de los toros y de los machos cabríos no puede quitar los pecados”. Hebreos 10:11 y 12 nos dice aún más: “Y ciertamente todo sacerdote está día tras día ministrando y ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios, que nunca pueden quitar los pecados; pero Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados, se ha sentado a la diestra de Dios”. En el servicio ritual en el tabernáculo y luego en el templo, hubo un altar en donde el participante podía lavarse, pero este lavamiento sólo limpiaba la piel del participante. El agua no pudo, no puede, ni podrá nunca limpiar los pecados de alguien; sólo la sangre de Cristo Jesús puede hacer tal cosa. Así como muchos individuos malinterpretaban los ritos de la adoración antiguo-testamentario en edades pasadas, así también hoy, muchos también hoy piensan que el agua del bautismo físico trabaja como un detergente de Dios para limpiar sus pecados. De igual manera cometen el error de pensar que la cena del Señor tiene igual valor. Estas dos ordenanzas bellas del Nuevo Testamento no fueron dadas a la iglesia para el perdón y lavamiento de pecado, sino para un testimonio público de haber sido lavado en la Sangre de Cristo Jesús, habiendo muerto al pecado por medio de la fe en Cristo Jesús y habiendo resucitado como una nueva persona para una vida nueva en Cristo. Estas ordenanzas o ritos dan evidencia del nuevo nacimiento y una relación personal con Jesús. El ser bautizado por una iglesia es ser añadido a un compañerismo local, dándote a conocer como un hijo de Dios con otros creyentes para llevar a cabo la obra de Cristo, así como Él nos ordenó. En 1 Pedro 3:20 y 21, el apóstol Pedro usa la expresión “ocho fueron salvas por agua”. Seguramente uno puede ver claramente que, en el diluvio, Noé y su familia no se salvaron por medio del agua, fueron salvos por estar dentro del arca; la provisión de Dios. ¿Qué era entonces lo que Pedro quiso decir? Pedro habla figurativamente y relativamente del agua. Entendemos esto un poco mejor para ver lo que nos dice en el versículo 21: “El bautismo que corresponde a esto ahora nos salva (no quitando las inmundicias de la carne, sino como la aspiración de una buena conciencia hacia Dios) por la resurrección de Jesucristo”. Una traducción más clara del griego sería: ocho personas fueron traídas con seguridad a través del agua. El apóstol Pedro se apresura para indicar que él no está enseñando regeneración bautismal ni el lavamiento del pecado por medio de las aguas bautismales; él declara que es una figuración o un cuadro de la verdadera experiencia espiritual de lavamiento y salvación por la resurrección del Cristo viviente. Otra vez, el nuevo nacimiento no es y no puede ser experimentado por medio de un rito religioso. El nuevo nacimiento es un cambio divino que produce el poder de Dios en la persona arrepentida y quien ha aceptado el perdón y la provisión por medio de entrar en el arca de la salvación: Cristo Jesús. ¿Has tenido esta experiencia?, ¿Has confesado a Dios tus pecados y le has pedido a Cristo que entre en tu corazón, confiando en que Él es el único que puede salvarte? Mi amigo, mi deseo es que lo hagas ahora mismo. Escríbenos y cuéntanos de tu salvación. Que Dios te bendiga. Vamos a orar: Padre, gracias por el nuevo nacimiento que operaste en nosotros, los que hemos recibido al Señor Jesús en nuestros corazones. Ayuda a nuestros amigos en llegar al mismo conocimiento que nos has dado a nosotros. Te lo pedimos en el nombre precioso de nuestro Salvador Jesucristo. Amén.

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