(Centro De Vida)
Escritura
Por esta causa doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo, 15 de quien toma nombre toda familia en los cielos y en la tierra, 16 para que os dé, conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu; 17 para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones, a fin de que, arraigados y cimentados en amor, 18 seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura, 19 y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios. 20 Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros, 21 a él sea gloria en la iglesia en Cristo Jesús por todas las edades, por los siglos de los siglos. Amén. Efesios 3:14-21
Tal vez ya te disté cuenta de que, en casi cada porción de esta epístola de Pablo, yo he dicho: “Esta es la parte más profunda de esta epístola”. Lo he dicho una y otra vez, porque cada parte ha sido de mucha profundidad. El capítulo 3, versículos 14 al 21, no son una excepción. Esta porción de la Escritura es una oración de parte del apóstol Pablo, para los creyentes en Éfeso, y es una oración tremenda. Un comentario bíblico dice que esta oración es una de las más sublime y majestuosa de toda la Biblia. Esta oración nos revela, no sólo la petición de Pablo para los hermanos en Éfeso, sino también su deseo de que todos los hijos de Dios se den cuenta del propósito que Dios tiene para sus vidas. Al leer esta oración, yo encuentro que me anima grandemente, y es mi deseo, para todos los que están en bajo mi ministerio. Quiero que abras tu Biblia conmigo, al libro de Efesios, capítulo 3, y estudiemos los versículos 14 al 21. Intentemos aprender de esta oración, que Dios causó que fuera escrita en su Palabra. Vamos a ver qué nos dice, concerniente a nuestra propia vida. Lo primero que notamos, es que la oración es dirigida al Padre de nuestro Señor Jesucristo. Es dirigida al Padre, porque Él es quien nos sustenta. Él es la fuente de nuestra vida espiritual. Jesús dijo, en Juan 17:3, “Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, y el único Dios verdadero, y a Jesucristo a quien has enviado”. El conocer a Dios, por medio de Cristo Jesús, es tener vida eterna. Pero más que eso, es que Dios nos da vida en abundancia, en la persona de Cristo Jesús. Jesús mismo dijo, en Juan 10:10 “yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia”. En vista de que Dios es nuestro Padre, dirigimos nuestras oraciones a Él. Nosotros confiamos en Él, para darnos las cosas que necesitamos. Nosotros nos deleitamos en su compañerismo. Por medio de nuestra fe en Jesús, nosotros clamamos al Padre, pidiendo perdón de nuestros pecados, y Él nos perdonó, y hoy nos da vida. Él es el recurso, nuestra fuente de vida eterna, y nosotros le alabamos por ello; Amén, Amén. Ser salvo, lo que nosotros llamamos nacer de nuevo, es sólo el principio. Es nuestro deber crecer cada día, en lo que 2 Pedro 3:18 llama, “la gracia y conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo”. Por eso es que Pablo ora, por el crecimiento de sus hermanos en la fe. Quiero que observes conmigo, cuatro peticiones que Pablo hace en su oración al Padre. En primer lugar, Pablo pide que sus hermanos sean fortalecidos con poder, en el nombre interior por su espíritu. Este crecimiento se hace posible, cuando el pueblo de Dios ora los unos por los otros. Es necesario que oremos por el crecimiento de nuestros hermanos, especialmente a los hermanos nuevos o los recién nacidos en el Señor. Este crecimiento lo llevó a efectos el Espíritu Santo. Es el Espíritu quien fortalece con su poder al creyente, en el hombre interior. Lo bello es que este poder es sin límite, pues el versículo 16 nos señala que: “Dios lo puede dar conforme a las riquezas de su gloria”. Cuando el poder de Dios, llena nuestro hombre interior, vamos a experimentar una fuerza increíble, que nos hará pararnos por la justicia y luchar en contra del mal. Esta petición es aplicable a mi vida; es aplicable a tú vida. Y los dos de nosotros, debemos buscar esta fuerza y pedirla de Dios, para todos nuestros hermanos, para que juntos, podamos llevar a término el ministerio de nuestro Padre Celestial, aquí en la tierra. En segundo lugar, el versículo 17 nos enseña, que debemos estar conscientes de que Cristo mora en nosotros. Pablo no está pidiendo que Cristo comience a vivir en sus hermanos de Éfeso, sino de que ellos se den cuenta de que Cristo ya estaba viviendo en ellos, desde el día en que le habían recibido como salvador. El asunto es que nosotros, necesitamos estar conscientes de esta verdad, y permitir que la vida de Jesús, que ya está en nosotros, los que le hemos recibido, se manifieste a los que están alrededor de nosotros. Uno de los descubrimientos más grandes que yo he tenido, fue cuando realicé que Dios no está allá en el cielo, mientras que yo estoy aquí, en la tierra. Él está aquí; Él está conmigo; pero más que esto, Él está en mí. Yo no me puedo salir de su presencia, Él está conmigo donde quiera que yo voy, y si tú has recibido a Jesús como tú Salvador, Él está contigo también. Él ve lo que haces, y está presente en todo lo que haces. Por eso es que debemos estar consciente de ello, y comenzar a vivir de acuerdo a esta verdad. En tercer lugar, debemos crecer en amor. Versículo 17, habla de “ser arraigados y cimentados en amor”, para que podamos comprender con todos los santos, cual sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura, y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento. Hay un océano del amor de Dios, en el cual podemos nadar sin fatigarnos. Debemos saturarnos de su amor y crecer. En cuarto lugar, según el versículo 19, debemos crecer hasta experimentar la plenitud de Dios. Todas las perfecciones divinas de Dios deben ser reflejadas en nuestras vidas. Debemos estar llenos de la plenitud de Dios todo el tiempo. Ese es nuestro potencial, y debemos realizarlo para la honra y gloria de Cristo. ¡Qué triste que tú y yo tengamos este potencial, mientras que vivimos aquí en la tierra, y, sin embargo, nunca llegar a experimentarlo! Debemos crecer espiritualmente y ser cada día más, y más, como nuestro señor Jesús. El versículo 21 nos dice: “A él sea gloria en la iglesia en Cristo Jesús, por todas las edades, por los siglos de los siglos. Amén”. Esa es la meta que queremos alcanzar. Nosotros hemos sido salvos, para la alabanza de la gloria de Dios, y a menos que Él sea glorificado en nuestra vida, hemos perdido el propósito de nuestra salvación. Vemos tres elementos en cuanto al glorificar a Dios. Vemos que Dios debe ser glorificado en la iglesia, por medio de Cristo y por todas las edades. Si hiciéramos una evaluación de nuestra vida, estaríamos lejos de alcanzar nuestra meta. ¿Qué estamos haciendo con nuestra vida en estos momentos? Estamos glorificando a Dios en una iglesia escritural neotestamentaria por medio de servir a Cristo Jesús. Es necesario que regresemos al versículo 20 en estos momentos. Quiero recalcar en el hecho de que nosotros, por nosotros mismos, o sea a solas, no podemos lograr esta meta. Tendremos que tener la ayuda de Dios. Tenemos que pedir su ayuda. El versículo 20 nos enseña que aquel que es poderoso para hacer todas las cosas, mucho más abundante de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros, está listo para ayudarnos. ¿Por qué nos ayudará? Pues porque es para su honra y gloria. Sólo debemos estar seguros de que es para su honra y gloria, y no la nuestra. Dios siempre ha ayudado a sus hijos. Escucha estos pasajes; Miqueas 3:8, “Mas yo estoy lleno de poder del Espíritu de Jehová”. Isaías 40:31, “pero los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas”. Daniel 11:32, “mas el pueblo que conoce a su Dios se esforzará y actuará”. Y podríamos seguir con promesas y testimonios como estos, durante largas horas. Confiemos en Dios y creamos sus promesas. Vamos a orar. Padre, hoy hemos visto la necesidad de crecer espiritualmente, cada día; nuestra meta debe ser más, como nuestro Señor Jesucristo. Nosotros queremos ser como Él. Y ayúdanos a quitar de nuestra vida aquellas cosas que nos obstaculizan y nos detienen nuestro crecimiento. Padre, ayúdanos, porque te lo pedimos en el nombre de Jesús. Amén.
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