(Centro De Vida)
Escritura
Por tanto, acordaos de que en otro tiempo vosotros, los gentiles en cuanto a la carne, erais llamados incircuncisión por la llamada circuncisión hecha con mano en la carne. 12 En aquel tiempo estabais sin Cristo, alejados de la ciudadanía de Israel y ajenos a los pactos de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo. 13 Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido hechos cercanos por la sangre de Cristo. 14 Porque él es nuestra paz, que de ambos pueblos hizo uno, derribando la pared intermedia de separación, 15 aboliendo en su carne las enemistades, la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas, para crear en sí mismo de los dos un solo y nuevo hombre, haciendo la paz, 16 y mediante la cruz reconciliar con Dios a ambos en un solo cuerpo, matando en ella las enemistades. 17 Y vino y anunció las buenas nuevas de paz a vosotros que estabais lejos, y a los que estaban cerca; 18 porque por medio de él los unos y los otros tenemos entrada por un mismo Espíritu al Padre. 19 Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios, 20 edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo, 21 en quien todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor; 22 en quien vosotros también sois juntamente edificados para morada de Dios en el Espíritu. Efesios 2:11-22
Hoy seguiremos nuestro estudio del libro de Efesios. Vamos a ir al capítulo 2, versículo 11 al 22. En este pasaje encontraremos un bello cuadro de la unión cristiana. Es una de varias citas que compone la Epístola del apóstol Pablo, a los hermanos de Éfeso. Esos versículos nos hablarán de algunas cosas que separan a los hermanos, y nos explica de lo que Jesús ha hecho por unirnos a Él. Quiero que abras tu Biblia conmigo para que estudiemos. Efesios 2:11-22. No sé si te has fijado en el hecho de que nosotros los humanos, nos separamos en grupos diferentes. Hasta pensamos en términos de ellos y nosotros, haciendo estas distinciones. Hablamos de estar a favor o en contra de ciertos asuntos. Aparentemente esto es parte de nuestra naturaleza humana, pues todos lo hacemos. Tomando esto en cuenta, llegamos a la realización de que el hombre ha hecho lo mismo concerniente a la religión. El versículo 11 de nuestro texto, nos habla de algunos quienes eran llamados en circuncisión, por la llamada circuncisión, hecho con mano en la carne. Esto es típico de la forma en que el hombre trata de separarse de los demás. La circuncisión fue un rito religioso que Dios mandó a Abraham a institucionalizar, y que lo continuaran sus descendientes. Era señal del pacto que los circuncisos tenían con Dios. Pero al pasar de los años, algunos hicieron que la circuncisión fuera más que el pacto que representaba. Estas personas elevaron a este acto religioso a un nivel que Dios no había pretendido, e hicieron una separación entre los judíos y gentiles, que Dios tampoco había pretendido. Hubiera sido mejor que ellos hablaran de la fe que les separaba, identificándolos como pueblo de Dios, y no de un rito religioso que hacía distinción entre ellos. Pero hoy las personas, todavía tratan de ponerles títulos a las personas, basándose en distinciones artificiales, aceptando a aquellos quienes llevan el título que ellos llevan, y rechazando a los que llevan diferente emblema. Dios no es tan infantil. Él busca unidad en cosas de más importancia. Claro está que el Señor hace distinción entre personas, pero las distinciones que Él hace se basan en realidades espirituales, y no en marcas físicas. El versículo 12 de nuestro texto, nos da cinco problemas con los cuales se enfrentaban los gentiles. En primer lugar, ellos se encontraban sin Cristo en corazón. En segundo lugar, ellos estaban alejados del reino espiritual de Dios. En tercer lugar, ellos se encontraban fuera de las promesas que Dios había hecho y sellado con pacto. En cuarto lugar, se encontraban sin esperanza. Y, en quinto lugar, se encontraban sin Dios en el mundo. Quiero decirte que esto era algo trágico. Los que somos creyentes en Cristo, tenemos que sentir gran pesar por las personas que se encuentran en tal situación. Estas personas están destituidas espiritualmente. En estas palabras, tenemos una descripción de los gentiles en tiempos bíblicos, pero además de esto, es una descripción también de toda persona hoy, que no ha profesado fe en la persona de Jesús. Jesús mismo nos habla de personas quienes son de Dios y de otros quienes, no son de Dios. Pablo lo refleja en los versículos que estamos estudiando hoy en este estudio. Dios también distingue a las personas, pero no como las distingue el hombre. ¿Por qué? Porque Dios puede ver el corazón de la persona. El hombre no puede hacer eso. La pregunta que surge en este momento es: ¿Cómo está nuestro corazón delante de Dios? Si quieres saber el principio, por el cual Dios distingue a las personas, el versículo 13 de nuestro texto, lo explica. Efesios 2:13, dice: “Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido cercanos por la sangre en Cristo”. Al poner esto en nuestras palabras, podríamos decir que Dios acepta a la persona quien confía en Jesús, y la persona que rechaza a Jesús, es rechazada por Dios. Como podemos ver, Jesús es la clave. Él mismo dijo: “Yo soy el camino, y la verdad y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí”. Así, que, si hemos aceptado a Jesús como nuestro Salvador, hemos sido recibidos por Dios, pues Dios recibe como un hijo, a todos los que creen en su Hijo, y le reciben como salvador. Ahora, si yo estoy en unión con Dios, y tú estás en unión con Dios, entonces nosotros estamos con unión el uno con el otro. La base en esta unidad cristiana es entonces el hecho, de que los dos estamos en Cristo. Compartimos esta unión porque estamos en Él. Y eso es lo que llamamos compañerismo cristiano. ¿Por qué? Porque se basa en la persona de Cristo. Esta unión no es algo que tomar a la ligera. Al señor Jesucristo le costó mucho conseguirnos esta unión. Los versículos 16-18 de nuestro texto, nos ayudarán a comprender, todo lo que Él tuvo que hacer para lograr esta unión. El versículo 16 nos menciona la cruz. Fue en una cruz que Jesucristo llevó nuestros pecados, muriendo en nuestro lugar. Por medio de su sangre, derramada en la cruz, es que nosotros podemos tener paz con Dios. Para que nosotros pudiéramos ser salvos, Jesús tuvo que dar su vida. Así que no podemos tomar este asunto de manera liviana o a la ligera. Es asunto serio. El versículo 17 nos habla de uno quien vino anunciando las buenas nuevas de la paz. Esta venida se refiere al hecho de que Dios viniera a encarnarse en cuerpo humano. Jesús tuvo que dejar la gloria del cielo y las actividades personales de Dios, para venir y tomar cuerpo de hombre. Nosotros quizás, nunca podríamos comprender este sacrificio que Él hizo. Se humilló a lo máximo, y nosotros debiéramos estar sumamente agradecidos. Filipenses 2:8, nos habla de este sacrificio diciendo: “Y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz” Y es por esta razón que nosotros podemos ser uno en Cristo. Efesios 2:18 nos dice que: “Porque por medio de Él, es que tenemos entrada al Padre”. Existen cuatro bendiciones que recibimos, debido a nuestra unión en Cristo. Y quiero que las observemos antes de terminar nuestro estudio de hoy. Encontramos estas bendiciones en los versículos 19 al 22, del capítulo 2, de nuestro texto, en Efesios. En primer lugar, somos ciudadanos del cielo. El versículo 19 dice que: “Ya no somos extranjeros, ni advenedizos, si no conciudadanos de los santos”. Esta ciudadanía, es del reino de Dios. En segundo lugar, somos hijos de Dios, ahora vivimos en su casa, como lo dice el versículo 19: “Ahora somos miembros de la familia de Dios”. Por eso es que nosotros podemos llamarle Padre. La tercera bendición que recibimos es la que tenemos de ser coherederos con Cristo. Los versículos 20 y 21, nos hablan de compartir la fundación, y de ser parte del edificio que va creciendo para ser un templo santo, en el Señor. Esta es una de las bendiciones más grandes que nosotros podríamos tener aquí en la tierra. Por eso es que pide os decir que somos uno en el Señor. Todos los que recibimos a Jesús, estamos sobre la fundación que es Cristo mismo y formamos parte de su edificio. En cuarto lugar, también tenemos la bendición de compañerismo. Compartimos este compañerismo los unos con los otros, y también con Dios. Si quieres saber por qué tenemos este compañerismo, es porque estamos unidos en Jesús. Tenemos algo en común: el Espíritu Santo mora en nosotros. Somos uno, y siendo uno, no nos queda de otra más, que tener compañerismo, los unos con los otros. Nuevamente tengo que repetir que esta unidad o unión, de la cual estamos hablando, se basa sobre la relación mutua que tenemos en la persona de Cristo Jesús. De hecho, Él es la fuente de nuestra unión, y el que nos mantiene unidos. Debido a esto, es que nosotros no podemos unirnos con aquellos que rechazan la verdad que Dios ha revelado en su Hijo. Jesús ha orado por nuestra unión, pidiendo en Juan 17:21, “que seamos uno en Él, y en el Padre”. Espero que tú seas cristiano. Espero que conozcas a Cristo como tu salvador. Si no le has recibido, ¿por qué no le recibes hoy? Sólo tienes que arrepentirte de tus pecados y pedir perdón a Dios, aceptando lo que Cristo hizo por ti en la Cruz del Calvario. Pídele que entre en tú corazón y que sea tu salvador. Hazlo ya. Vamos a orar. Padre ayuda a mi amigo a conocer hoy a Cristo como el salvador. Te lo pido, desde lo más profundo de mi corazón. En el nombre de Jesús, te lo pido. Amén.
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