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Huellas del Hombre de Dios
El Hombre De Dios Es Santificado
Pastor - Ricardo Robinson
(Centro De Vida)
Aired on Abr 06, 2022
Abr 03, 2022
Duración:
00:14:32 Minutes
Vistas:
8

Escritura

Romanos 13:11-14; Gálatas 5:24

Y esto, conociendo el tiempo, que es ya hora de levantarnos del sueño; porque ahora está más cerca de nosotros nuestra salvación que cuando creímos. 12 La noche está avanzada, y se acerca el día. Desechemos, pues, las obras de las tinieblas, y vistámonos las armas de la luz. 13 Andemos como de día, honestamente; no en glotonerías y borracheras, no en lujurias y lascivias, no en contiendas y envidia, 14 sino vestíos del Señor Jesucristo, y no proveáis para los deseos de la carne. Romanos 13:11-14 Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos. Gálatas 5:24

Romanos 13:11-14, nos dice: “Y esto, conociendo el tiempo, que es ya hora de levantarnos del sueño; porque ahora está más cerca de nosotros nuestra salvación que cuando creímos. La noche está avanzada, y se acerca el día. Desechemos, pues, las obras de las tinieblas, y vistámonos las armas de la luz. Andemos como de día, honestamente; no en glotonerías y borracheras, no en lujurias y lascivias, no en contiendas ni envidias, sino vestíos del Señor Jesucristo, y no proveáis para los deseos de la carne”.   Como podemos ver, este pasaje de las Escrituras nos señala una característica distinguida en cuanto al hombre de Dios, nos enseña que el hombre de Dios debe ser un hombre santificado. Regresemos con más cuidado al texto, así como en nuestros estudios previos, vamos a buscar aquellas cosas que identifican al verdadero hombre de Dios. Ya hemos visto que este hombre debe ser salvo y separado; y hoy veremos que el hombre de Dios debe ser santificado.   El hombre de Dios es aquel que se refrena cuando se trata del pecado, se detiene, es un hombre que como lo dice nuestro texto, desecha las obras de las tinieblas y se viste con las armas de la luz, la honestidad es marcada en cada relación de su vida, el pecado debe ser sacado de su forma de vivir, no hay lugar en su vida para el pecar; el hombre de Dios no tendrá que ver con los pecados públicos, no andará en glotonerías y borracheras; estos son pecados típicos de una falta de control, y la Biblia nos enseña que un fruto del Espíritu es templanza, el hombre santificado de Dios, huirá de tales cosas,  pues tiene a Dios en control de todo. El hombre de Dios no permitirá pecados privados en su vida. Pablo nos habla en nuestro texto de lujurias y lascivias, el primer término se refiere a la inmoralidad, pero particularmente a la prostitución; el segundo término se refiere a la indecencia y sensualidad, tales pecados de impureza no tienen lugar en la vida del cristiano. También rechazará el hombre de Dios los pecados sociales, Pablo nos menciona una vida pleitos con los términos contiendas y envidia, estas son dos cosas que no tienen lugar en la vida del hombre santificado. El verdadero hombre de Dios no hace provisiones para el pecado, nuestro texto dice: “Vestíos del Señor Jesucristo, y no proveáis para los deseos de la carne”. La carne, es un término que se usa de diferentes maneras en  la Biblia, a veces, a carne se refiere a la sustancia suave que cubre nuestros huesos, y es permeada de sangre; a veces se refiere al cuerpo material, lo opuesto al Espíritu; a veces se refiere a los seres vivientes del reino animal quienes tienen que respirar el aire para poder vivir; a veces se refiere a la relación íntima y duradera establecida entre el hombre y la mujer al casarse, pero comúnmente, el término “carne”, se refiere a la naturaleza del hombre, que está separada de la influencia divina de Dios, es esa parte del hombre que está dedicada a pecar y a hacer que lo contrario a la voluntad de Dios. Todo lo bajo, sucio, y depravado del hombre que se opone a santidad es llamado “carne”; y es de esa carne que estamos hablando en nuestro texto cuando nos dice que no debemos proveer para los deseos de la carne.   Es necesario aquí que tomemos unos segundos para hablar de los deseos de la carne; en el sentido espiritual, nuestro texto nos está hablando de un deseo apasionado de haber lo que es prohibido, por lo tanto, los deseos de la carne son aquellos deseos que están fuera de la voluntad de Dios y que son dañinos al bienestar espiritual del hombre, se le da al cristiano el aviso de no proveer para esos deseos, eso simplemente significa que uno no debe dar la oportunidad en la cuales los deseos pudieran llevarse a término. El hombre de Dios no debe llegar a ser autor de brindar las facilidades de satisfacer estos deseos que son contrarios a la voluntad de Dios, ¿cómo es que el hombre de Dios logra botar estos deseos? En primer lugar, siempre tiene que decir no, cuando surgen los deseos; en segundo lugar, debe ocupar su mente con Cristo y la voluntad de Cristo; en tercer lugar, no debe mantener sus pensamientos puestos en esos deseos y hacer planes por medio de los cuales sus deseos pudieran llegar a satisfacerse, verdaderamente, el ser libre de la carne y de sus deseos, es algo que señala al verdadero hombre de Dios. El hombre de Dios debe ser santificado a base de la provisión de Cristo para su santificación. La santificación espiritual no es algo que podemos lograr por medio de las obras de la carne, es un trabajo divino que se lleva a efecto, cuando el creyente se presta a la voluntad del Espíritu Santo quien mora en él. La relación que uno tiene con Cristo hace posible su santificación; el creyente, ha tomado actualmente la naturaleza divina, la propia naturaleza de Dios por medio de su fe en Jesús, está unido con Cristo y tan unido que es miembro del cuerpo de Él, y eso le permite tener la victoria sobre la carne. Quiero que veas conmigo lo que nos dice Gálatas 5:24, escucha: “Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos”. Quiero que sepas que la santificación es un mandato imperativo de Dios, vamos al libro de Tito y leamos los versículos 11 y 12 del capítulo 2. Dios dice: “Porque la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente”. 1 Pedro 2:11, nos dice: “Amados, yo os ruego como extranjeros y peregrinos, que os abstengáis de los deseos carnales que batallan contra el alma”. Pablo escribe a Timoteo en 2 Timoteo 2:22, diciendo: “Huye también de las pasiones juveniles, y sigue la justicia, la fe el amor y la paz con los que de corazón limpio invocan al Señor”. Y escucha lo que nos dice Dios en Romanos 6:12-14, dice: “No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo que lo obedezcáis es sus concupiscencias; ni tampoco presentéis vuestros miembros al pecado como instrumentos de iniquidad, sino presentaos vosotros mismos a Dios como vivos de entre los muertos, y vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia. Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros; pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia”. La posibilidad de vestirnos de Cristo es esencial para la santificación.   ¿Pero qué significa esto de vestirnos de Cristo? Es simplemente asumir completamente la naturaleza de Él es la unión espiritual más íntima. Cristo se vistió del hombre en naturaleza y condición, y el hombre debe vestirse de Cristo en disposición y carácter, Él llegó a ser participante de nuestra naturaleza física, y nosotros debemos ser participantes de su naturaleza moral. Basta decir que Dios está a nuestro favor. Satanás, por el otro lado, está en nuestra contra. Nosotros tenemos que decidir entre estas dos fuerzas: Dios o Satanás; nosotros estamos compuestos por la carne, la fuente de nuestros deseos que van en contra de Dios y el ego, o sea, el control de la voluntad que puede escoger entre la ley de Dios y los deseos de la carne; nosotros escogemos, ¿quién se sentará en el trono de nuestra vida?, ¿los deseos de la naturaleza carnal del hombre o el Espíritu Santo de Dios? El verdadero hombre de Dios tiene al Espíritu Santo sentado en el trono de su vida. Gálatas 5:16, dice: “Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne”.   Vamos a orar. Padre, gracias por la enseñanza de hoy. Señor queremos ser verdaderos hombre y mujeres en quienes el mundo pueda ver a Cristo, ayúdanos a santificar nuestras vidas, porque es una de las marcas que nos identifican como verdaderos hijos tuyos, te lo suplicamos en el nombre de Jesús. Amén.

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