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Sed Santos
Consagrados A Santidad
Pastor - Ricardo Robinson
(Centro De Vida)
Aired on Mar 10, 2022
Mar 05, 2022
Duración:
00:14:32 Minutes
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4

Escritura

Romanos 6:11-14; Lucas 9:23

Así también vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro. 12 No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo que lo obedezcáis en sus concupiscencias; 13 ni tampoco presentéis vuestros miembros al pecado como instrumentos de iniquidad, sino presentaos vosotros mismos a Dios como vivos de entre los muertos, y vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia. 14 Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros; pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia. Romanos 6:11-14 Y decía a todos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame. Lucas 9:23

La Biblia hace una clara distinción entre el regalo de Dios en gracia y nuestras responsabilidades para con Él como recipientes de su gracia, nos asegura que hemos sido hecho santos por su gracia gratuita, desde el momento en que confiamos en Jesucristo como nuestro Salvador. La Biblia nos manda a practicar la santidad en conducta diaria, y nos hace responsables de la pureza o impureza de nuestro vivir delante de Dios. Aquel que desea vivir una vida de santidad tendrá que encomendarse positivamente a Dios para vivir en un estilo de vida limpio. Observemos lo que nos dice Romanos 6:11-14, en cuanto a este estilo de vida: “Así también vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro. No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo que lo obedezcáis en sus concupiscencias; ni tampoco presentéis vuestros miembros al pecado como instrumentos de iniquidad, sino presentaos vosotros mismos a Dios como vivos de entre los muertos, y vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia. Porque el pecado, no se enseñoreará de vosotros; pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia”. Una vida de santidad viene por la voluntad de uno mismo, uno tiene que entregar su vida voluntariamente a Jesús. Debe haber un momento en que uno presenta su cuerpo en sacrificio vivo, santo agradable a Dios. Esa entrega tiene dos etapas. Número 1, uno tiene que estar a la disposición de Dios y número 2, uno tiene que estar separado del pecado del mundo. Esa entrega, una vez hecha, debe renovarse cada día mientras que uno le dice “no” al pecado y sigue el camino de la justicia. Sin esa entrega completa no habrá pureza, no habrá una entrega a menos de que uno, por acto de su propia voluntad esté dispuesto a descender del trono de su vida para dar lugar a Jesús reconociéndole como el Señor de su vida. Jesucristo lo expresa de esta manera en Lucas 9:23 “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame”. Notemos las dos cosas que requiere el Señor: Número 1, que uno se niegue a sí mismo, y número 2, que uno le siga. Ambas decisiones indican un acto personal motivado por un entendimiento de todo lo involucrado. Uno no debe pedir a Dios hacer algo que uno puede hacer por sí mismo, nosotros mismos podemos disciplinarnos a vivir de una manera agradable a Dios. Debemos entregarnos a Dios por medio de un acto de nuestra propia voluntad, y esto tiene que salir de nosotros. La consagración en santidad está relacionada con el uso del cuerpo físico, por eso es que Pablo nos dice que debemos presentar nuestros cuerpos en sacrificio vivo a Dios, la Biblia nos dice que el cuerpo no debe ser un vehículo para pecar, sino que el cuerpo es para el Señor y el Señor es para el cuerpo. Nos recuerda que nuestros cuerpos son miembros de Cristo y que son templo del Espíritu Santo, debido a esto, es nuestro privilegio el glorificar a Dios en nuestros cuerpos y espíritus, pues ambos le pertenecen a Él. Romanos 13:12-14, nos dice: “La noche está avanzada, y se acerca el día. Desechemos, pues, las obras de las tinieblas, y vistámonos las armas de luz. Andemos como de día, honestamente; no en glotonerías y borracheras, no en lujurias y lascivias, no en contiendas y envidia, sino vestíos del Señor Jesucristo, y no proveáis para los deseos de la carne”.   El hombre ha cometido dos grandes errores en cuanto a la evaluación del cuerpo humano, algunos lo han tenido como un objeto de adoración, así como los griegos quienes buscaban la perfección de su forma y su función. Otros lo han considerado como un objeto de maldad, cuyos deseos deben ser negados mientras que uno está en la tierra, y todo esto es erróneo; el cuerpo en sí ni es bueno ni malo, es un objeto sujeto al control de la voluntad del hombre. Uno puede usar su cuerpo para hacer bien o para hacer mal, es asunto de la voluntad del individuo, por eso es que Dios nos dice que debemos presentar nuestros cuerpos a Él, como instrumentos de justicia en nuestro diario vivir; la santidad produce una cosecha de santidad y de bendiciones.   Romanos 6:22, nos habla del cambio que se efectúa en el hombre que acepta a Jesús: “Mas ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin, la vida eterna”. Si queremos para nuestras vidas la santificación y la vida eterna, debemos encomendar nuestros cuerpos a Dios y vivir en santidad. Los deseos que sentimos en nuestros cuerpos de desobedecer a Dios en pecar no deben ser obedecidos. Dios nos dice en Gálatas 5:24 y 25 “Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos. Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu”. Aquello que señala al creyente es aquello que señala que el hombre no anda conforme a los deseos de la carne, esta es la razón por la cual no anda conforme a la carne. Colosenses 3:3, dice: “Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios”. ¿A caso Jesús viviría en pecado en el mundo hoy? Claro que no, y es la vida de Jesús la que se está viviendo en los cuerpos de aquellos quienes han creído en Él. Acordémonos de Gálatas 2:20 “Ya no vivo yo, más vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí”. No es lógico que los creyentes en Cristo vivamos en el pecado, así como Jesús no vive en pecado, nosotros tampoco debemos hacerlo y aquellos quienes están en Cristo han dado muerte a los deseos y las demandas de la carne, es Jesús quien ha hecho que esto sea posible. 1 Pedro 2:24, nos dice: “Quien llevó Él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia”. El sacrificio de Jesús por nuestros pecados ha hecho posible que ya no vivamos en pecado sino en santidad, nosotros, tenemos la victoria en Cristo Jesús.   Romanos 12:1 y 2, nos hace dos apelaciones: En primer lugar, que “presentemos nuestros cuerpos a Dios” y, en segundo lugar, que “no nos conformemos al mundo, sino que seamos transformados por medio de la renovación de nuestra mente”; debemos estar disponibles a Dios y separarnos del mundo. También tenemos una promesa; la persona que se entrega a Dios y que se separa de la maldad comprobará cual sea la buena voluntad de Dios agradable y perfecta; tal persona sabrá que la voluntad de Dios es lo mejor para él, se gozará del compañerismo con Dios y no le faltará nada. Todo esto, seguido por el conocimiento de la voluntad de Dios para uno, ¿qué te parece?, si nuestras vidas no están entregadas a Dios, nunca sabremos lo que es realmente la felicidad. La Biblia nos amonesta en Isaías 57:20 y 21 “Pero los impíos son como mar en tempestad, que no puede estarse quieto, y sus aguas arrojan cieno y lodo. No hay paz, dijo mi Dios, para los impíos”.   Por otro lado, bendiciones caen sobre aquellos quienes siguen el camino de la justicia. El creyente con toda sinceridad puede decir: Jehová es mi pastor, mi copa está rebozando. Aquel quien recibe y vive por la Palabra de Dios encontrará verdadera felicidad.   Vamos a orar. Padre, gracias damos por el estudio de hoy; gracias por la victoria que tenemos en Cristo Jesús, ya no tenemos que vivir sujetos al pecado, sino que somos libres para vivir espiritualmente. Ayúdanos a estar siempre disponibles a tu voluntad y ser separados del pecado, porque te lo pedimos en el nombre de Jesús. Amén.

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