(Centro De Vida)
Escritura
Sino santificad a Dios el Señor en vuestros corazones, y estad siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros. 1 Pedro 3:15 Sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; 16 porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo. 1 Pedro 1:15 y 16
1 Pedro 3:15, nos dice: “Santificad a Dios el Señor en vuestros corazones, y estad siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que demande razón de la esperanza que hay en vosotros”. Este versículo, nos habla de vivir en santidad continuamente, notemos nuevamente la declaración: “Santificad a Dios en vuestros corazones”, esto implica el mantener a Jesús como Señor de nuestras vidas, nos implica consagración y el honrar a Cristo como Rey de todo lo que somos; de eso se trata la santificación. 1 Pedro 1:15 y 16, dice: “Como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo”. Hemos llegado a nuestro quinto estudio sobre la santidad del creyente. Hemos estudiado del mandato de ser santos, la convicción que produce la santidad, la limpieza para santidad, la consagración en santidad y ahora que debemos continuar en santidad. Santidad en nuestro carácter y conducta, es una obligación, no una opción. La santidad no es como una ropa especial que uno viste en días especiales. La santidad no es nuestro traje dominguero que vestimos los domingos cuando vamos a la iglesia, pero que dejamos en casa en día de semana; la santidad no es eso. La santidad es el aliento del cristiano, es lo que les señala como cristianos es una demostración de la vida de Dios viviendo en él. El cristiano fue hecho santo en el momento de su conversión. Él debe vivir toda su vida en esa santidad, manifestando en su conducta lo que se encuentra dentro de su ser; Dios no quiere cristianos a media. Él quiere que cada cristiano renuncie a la impiedad y a los deseos mundanos para vivir una vida sobria, justa y piadosa. Eso es lo que la conducta cristiana debe ser. El fracasar en vivir una vida de santidades unirse a las fuerzas enemigas de Dios, y al enemigo en su propia alma. La Biblia nos amonesta en 1 Pedro 2:11 y 12 “Amados, yo os ruego como a extranjeros y peregrinos, que os abstengáis de los deseos carnales que batallan contra el alma, manteniendo buena nuestra manera de vivir entre los gentiles; para que en lo que murmuran de vosotros como malhechores, glorifiquen a Dios en el día de la visitación, al considerar vuestras buenas obras”. Este versículo nos hace ver dos cosas de gran importancia. Número 1, que el vivir una vida no santificada, es unirse al enemigo de Dios; y 2, que la vida en santidad es un testimonio continuo al pecador de la salvación que hay en Cristo Jesús. Número uno, es unirse al enemigo de Dios; y número dos, es un testimonio continuo al pecador de la salvación que hay en Cristo Jesús. Romanos 6, es una discusión extendida de la vida de santidad que el cristiano debe llevar, nos subraya la verdad de que el cristiano vive la vida de Jesús, una vida que ya pasó de muerte a vida triunfante. El haber muerto y resucitado con Cristo es nuestra libertad del pecado y por lo consiguiente, llegamos a la conclusión de Romanos 6:11 y 12, de que debemos “considerarnos muertos al pecado, pero vivir para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro. No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo que le obedezcamos en sus concupiscencias”. Somos libres del pecado para permitirnos producir el fruto de la santidad a Dios en nuestra conducta diaria, y esa es la vida normal para el cristiano, una vida de santidad ante Dios y los hombres. Esto podría sonar como una imposibilidad para algunos. Algunos se sienten incapaces de vivir una vida de santidad, pero el asunto está en que no estamos solos en esta lucha; hay quien nos ayude. Romanos 8:2-4 nos dice: “Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte. Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne; para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu”. No es imposible que vivamos una vida de santidad. Dios lo ha hecho posible en Cristo Jesús. La justicia que la ley requiere es cumplida en nosotros que creemos en Cristo; Jesús vivió una vida perfecta delante de Dios y los hombres. Nosotros los que confiamos en Él, somos llenos de la justicia que es de Dios por medio de la fe, podemos vivir en perfecta justicia; en la justicia de nuestro Señor, y que bueno es poder vivir en santidad delante de Dios, y no en pecado delante del diablo quien es enemigo de toda persona que hace el bien. Tal santidad trae bendición al hombre y da gloria a Dios. Según Romanos 6:22, cuando servimos a Dios, “tenemos por nuestro fruto la santidad”. 2 Pedro 1:5-8, nos da el carácter de una vida de santidad, dice: “Vosotros también, poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad; a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor. Porque si estas cosas están en vosotros, y abundan, no os dejarán estar ociosos ni sin fruto en cuanto al conocimiento de nuestro Señor Jesucristo”. Ahora, esta es la vida normal del cristiano, una vida que vive en crecimiento, llena del carácter de Cristo, una vida incesante de santidad. El crecimiento espiritual es un ejercicio continuo de discernimiento entre diferencia, es escoger lo bueno y rechazar lo malo, vez tras vez, día tras día. Cuando Pablo había enumerado los pecados de la carne que estorban el crecimiento espiritual, dijo: “Así que, si alguno se limpia de estas cosas, será instrumento para honra, santificado, útil al Señor, y dispuesto para toda buena obra”. Estas palabras se encuentran en 2 Timoteo 2:21; pero el cristiano debe continuar en huir de los deseos carnales y seguir adelante en fe amor y paz. La meta del cristiano es la de glorificar a Dios con su vida. Efesios 1:2, 6 y 14, nos dice que “somos salvos para alabanza de la gloria de su gracia y para alabanza de su gloria”, de eso se trata la salvación. Dios nos capacita para vivir una vida que lo glorificará. Jesús dijo que, así como la vid trae nutrición a las ramas para que puedan producir fruto, así Él provee todo lo que necesitamos para producir una vida que honrará a Dios. En Juan 15:8, Jesús dice: “En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto”. Si deseamos que nuestras vidas cuenten para la gloria de Dios tendremos que vivir vidas de santidad, podemos vivir esta vida por medio de morir al pecado. Romanos 6:11, dice: “Así también vosotros consideraos muertos al pecado”. Jesús dice en Juan 12:24: “De cierto, de cierto os digo, que si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto”. En otra ocasión dijo, según Lucas 9:23 “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame”. Y así es la vida de santidad. Debemos abandonar al pecado, debemos entregar nuestras vidas para vivir correctamente delante de Dios. Si usamos nuestro tiempo aquí en la tierra para vivir como ciudadanos del reino de los cielos, daremos fruto en santidad para nuestro propio gozo y para la honra y gloria de Dios Padre. Dios nos ha llamado a la santidad. Vamos a orar. Padre, hoy hemos llegado al final de otro estudio. Esta serie de mensajes sobre la santidad, no tendrán valor alguno a menos de que los pongamos en práctica. Ayúdanos a vivir delante de ti en santidad; porque te lo pedimos en el nombre de Jesús. Amén.
Otros archivos en esta serie
(Centro De Vida)
(Centro De Vida)
(Centro De Vida)
(Centro De Vida)
(Lifeword)
(Lifeword)
(Lifeword)
(Lifeword)
(Lifeword)