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Sed Santos
Lavados Para La Santidad
Pastor - Ricardo Robinson
(Centro De Vida)
Aired on Mar 09, 2022
Mar 05, 2022
Duración:
00:14:32 Minutes
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Escritura

2 Corintios 7:1; Filipenses 3:9.

Así que, amados, puesto que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios. 2 Corintios 7:1 y ser hallado en él, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe. Filipenses 3:9

En su segunda Epístola a los Corintios, capítulo 7 y versículo 1 el apóstol Pablo nos da esta exhortación: “Así que, amados, puesto que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios”. Hay dos declaraciones que me llaman la atención en este texto, en primer lugar, veo que la santidad viene por medio de limpieza “Limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu”; y, en segundo lugar, Pablo nos dice que la santidad puede ser completa, al escribir: “Perfeccionando la santidad en el temor de Dios”. Observemos por unos momentos algunas verdades de las Sagradas Escrituras, concernientes a la limpieza para santidad. Hay dos clases de limpieza que tienen como resultado la santidad; uno de los dos tipos de limpieza es repentino y ocurre en el espíritu humano, el otro tipo de limpieza es gradual y ocurre en la conducta humana. La Biblia nos enseña que la santidad de Dios, llamada “justicia”, es dada a la persona que confía en Jesús; en Filipenses 3:9, el apóstol Pablo, habló de “ser hallado en él, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, y no la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe”. Esa justicia, o santidad de Dios, se basa en la remisión de pecados que viene en Cristo Jesús; mientras que Dios justifica a aquel que cree de corazón en Jesús. Todo esto sucede de la siguiente manera. El Espíritu Santo de Dios, da pruebas convincentes al pecador de que sin Dios Él está desecho. El pecador, a cambio, confiesa sus pecados a Dios y pide a Dios perdonarle. Dios persona todo pecado que el pecador haya cometido y da una nueva naturaleza a esa persona, la naturaleza de Dios mismo, el Espíritu Santo de Dios, hace morada en el espíritu humano de la persona que ha creído en Jesucristo, de manera que la misma vida de Dios, mora y se lleva a término en el cuerpo del hombre, por eso es que decimos que la Santidad de Dios mismo, mora en el Espíritu humano de aquel que recibe a Jesús como su Salvador.   La santidad de Dios no viene a resultado de la obediencia del hombre, sino como resultado de la gracia de Dios. Tal vez alguien está pensando, ¿qué significa eso de confesar mis pecados? El confesar los pecados, es simplemente estar de acuerdo con Dios en cuanto al pecado, significa que uno acepta el veredicto de Dios de que uno es pecador es llamar al pecado lo que Dios le llama; es no tratar de excusar los pecados o justificarlos; es admitir que uno ha actuado en rebelión a Dios, es pedirle perdón a Dios y suplicarle tomar los pecados y alejarlos de uno. ¿Es necesario que uno enumere todos sus pecados para poder ser perdonado? Mi respuesta es no, sería imposible acordarnos de cada pecado que hemos cometido, es suficiente el estar de acuerdo con Dios en cuanto al pecado y pedirle perdón; ¿qué sucede cuando confesamos nuestros pecados? La Biblia nos dice en 1 Juan 1:9 que, “Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad”. Por otro lado, la Biblia nos amonesta en Proverbios 28:13: “El que encubre sus pecados no prosperará; mas el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia”. No hay perdón del pecado a parte de la confesión del pecado, pero cada persona que confiesa sus pecados recibirá completo y eterno perdón. ¿A quién debemos confesar nuestros pecados?, es la siguiente pregunta. Nuestros pecados deben ser confesados a Dios. El pecado es una ofensa a Dios, es rebelión en contra de Él; si una persona ha hecho mal a otra persona, debería ir uno a la persona y pedirle perdón y de igual manera, todo pecado es en contra de Dios y uno debería ir a Dios y pedirle perdón por el mal que uno ha hecho. Debemos confesar nuestros pecados a Dios y recibir su perdón.   Cuando Dios quita la culpabilidad de nuestro pecado quedamos limpios delante de Él, sin mancha; Él nos llena de su santidad y llegamos a ser Santos de Dios. Esa es la primera limpieza de la que nos habla la Biblia, es “el lavamiento de la regeneración” de la que nos habla Pablo en Tito 3:5, es “el nacer de nuevo” de que nos habla Juan 3:7. Pero hay otro tipo de limpieza mencionada en la Biblia, es “la santidad sin la cual nadie verá al Señor”, según Hebreos 12:14. Es la limpieza diaria del creyente para contaminarse en la maldad del mundo. Es esa limpieza que Pablo menciona en 2 Corintios 7:1, cuando dijo: “Limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios”. Al estar en el mundo, el cristiano se ensuciará; él necesita recibir una limpieza diaria del perdón de Dios para vivir, así como lo dice en Tito 2:12; “sobrios en este siglo, renunciando a la impiedad y los deseos mundanos”.   Ahora, Jesús usó esta ilustración en Juan 13:1-10. Nos habla de un hombre que se baña y está totalmente limpio, después sale a caminar y sus pies quedan polvosos; no es necesario que se bañe por completo otra vez, solo necesita lavar sus pies. La aplicación espiritual de esta ilustración es que, al recibir a Jesús como nuestro Salvador quedamos completamente limpios. Dios nos salvó perdonándonos todos nuestros pecados y nos hizo santos, pero al vivir en el mundo nos ensuciaremos de vez en cuando, al ocurrir esto, es nuestro deber ir a Dios por medio de la confesión y pedir limpieza. Acordémonos de que solo Dios puede quitar el pecado; al haber hecho esto, regresamos a los quehaceres del día con la mente decidida a mantener limpias nuestras vidas delante de Dios y los hombres. ¿Cómo tiene su efecto en la vida del creyente la sangre de Jesús? Se efectúa en la misma manera que la salvación por la expiación del poder de su sangre. La Biblia nos dice en 1 Juan 1:7 “La sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado”. Dios nos ama, y nos lava en su propia sangre y nos consagra en carácter y en conducta; Dios perdona los pecados más viles.   Isaías 1:18, nos enseña que “si nuestros pecados fueran como la grana, como la nieve serán emblanquecidos”. El apóstol Pablo nos dice en Hechos 13:39 que “todo aquello de que por la ley de Moisés no pudiste ser justificado, en Él es justificado todo aquel que cree”. El apóstol Juan nos dice en 1 Juan 1:9: “Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad”. Todos estos versículos son prueba de que Dios perdona todos los pecados, grandes y chicos, de una vez y para toda la eternidad. Esa es la promesa que Dios nos da. Nosotros podemos ser santos y pararnos sin culpabilidad delante de Dios, el camino a la santidad es la confesión del pecado a Dios y fe personal en Cristo Jesús. La persona que recibe a Cristo no es en realidad un pecador salvo por la gracia como algunos dicen. La persona que recibe a Jesús ya no es pecadora ni siquiera es un pecador salvo, sino un santo de Dios ha recibido la justica y santidad de Jesucristo; es su privilegio y responsabilidad obrada en conducta lo que Dios sembró en él en el momento de su conversión. El llamado de Dios a todo creyente es el de 1 Pedro 1:15 y 16, que nos dice: “Como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo”.   Vamos a orar. Padre, nuestra petición en estos momentos es que nos ayudes a vivir vidas santas y agradables delante de ti. Ayúdanos a buscar diariamente la limpieza que viene por la sangre de Jesús. Somos tus hijos y te amamos y queremos honrar y glorificar tu Santo Nombre. En el Nombre de Jesús oramos. Amén.

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