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Sed Santos
Convencidos A Santidad
Pastor - Ricardo Robinson
(Centro De Vida)
Aired on Mar 08, 2022
Mar 05, 2022
Duración:
00:14:32 Minutes
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Escritura

Hebreos 12:14; Juan 16:8.

Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor. Hebreos 12:14 Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio. Juan 16:8

Hebreos 12:14, dice: “Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor”. Debo confesar que este versículo trajo temor a mi corazón; no era que no quería estar en paz con el hombre, no era que tenía temor de ver a Dios, lo que me dio temor fue el asunto del requisito de la santidad, porque sin santidad nadie verá al Señor. Pensemos en esto en nuestro estudio de hoy. El versículo me llenó de temor porque yo sabía que yo no era una persona santa; yo no era santo en mi comportamiento. Yo no tenía santidad de carácter; ni siquiera era santo yo en mis deseos y motivos, por eso el versículo me amonestaba de que yo nunca vería a Dios y nunca sería recibido en paz delante de Él. Fue entonces cuando vine a una comprensión más profunda de una verdad espiritual: La realización de que yo no era una persona que llenaba los requisitos de Dios para la santidad de corazón y de todo mi ser, era algo que Dios mismo me enseñó; es el Espíritu Santo quien nos da a entender que nosotros no llenamos los requisitos de la pureza, ese es su trabajo; su deber es convencernos de que somos pecadores. A parte de este ministerio del Espíritu Santo, nadie se daría cuenta de su necesidad espiritual de buscar a Dios. Dios no nos trata de convencer de pecado para hacer que nos sintamos mal, sino para dirigirnos a Jesús quien es el único que puede hacer que vivamos en santidad. El ministerio del Espíritu Santo en convencernos de nuestros pecados tiene el propósito de hacernos ver nuestros errores para que busquemos a Jesús para que nos ayude a vivir en santidad, no es necesario que excavemos profundamente en nuestras vidas, para determinar si hay algo ahí que le desagrada a Dios, el Espíritu Santo hará eso.   Jesús dijo en Juan 16:8 “Y cuando Él venga, (hablando del Espíritu Santo) convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio”. El convencer al hombre de pecado, es trabajo de Dios y no nuestro, podemos ver el efecto del trabajo de convicción del Espíritu Santo en Hechos capítulo 2. Un sermón fue predicado, presentando la obra redentiva del Señor Jesús en su muerte y resurrección; el versículo 37 nos dice: “Al oír esto, se compungieron de corazón, y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: Varones hermanos, ¿qué haremos?”. Vemos el efecto de la convicción del Espíritu Santo, cuando el carcelero en Filipos llama a Pablo y Silas para preguntarles: Señores, ¿Qué debo hacer para ser salvo?; ellos respondieron: Cree en el Señor Jesucristo y serás salvo tú y tu casa. Podemos ver el efecto de la convicción del Espíritu Santo cuando al gobernador Félix, oye a Pablo hablar de la justicia, el dominio propio y el juicio venidero. El gobernador tembló al oír estas verdades y dijo: “ahora vete, pero cuando tenga oportunidad te llamaré”, este trabajo, y estar bajo la convicción del Espíritu Santo no es una experiencia agradable, mi amigo. Hace que uno se sienta sucio, indigno y sin valor. Encontramos la expresión de este sentir en el Salmos 32:3 y 4, donde nos dice: “Mientras callé, se envejecieron mis huesos en mi gemir todo el día. Porque de día y de noche se agravó sobre mí tu mano; se volvió mi verdor en sequedades de verano”. Si a ti te han venido estos sentires de la convicción del Espíritu Santo, no trates de ignorarlos; piensa en el hecho de que es Dios el que te está llamando para que salgas de esa vida de pecado para seguir su santidad.  Jesús dice en Juan 6:44: “Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere”. En Juan 12:32, nos dice: “Y yo, si fuere levantado de la tierra, a todos atraeré a mí mismo”. Lo que deseo que entendamos, es que el propósito de atraer a todos a Él es para que salgan del pecado para vivir en santidad por medio del arrepentimiento y fe en la persona de Cristo Jesús; no todo el que está bajo convicción de pecado se acerca a Dios para perdón. Romanos 10:21, nos cita las palabras de Dios, por medio del profeta Isaías diciendo: “Todo el día extendí mis manos a un pueblo rebelde y contradictor”. Dios intenta convencer al hombre de sus pecados aun cuando ellos persisten en seguir en el camino del pecado que es la muerte. Aunque el hombre no responda, Dios le llama una y otra vez. 2 Crónicas 36:15, nos dice: “Y Jehová el Dios de sus padres envió constantemente palabra a ellos por medio de sus mensajeros, porque Él tenía misericordia de su pueblo y de su habitación”. Cuán bondadoso es Dios cuando sigue llamando al pecador a que deje sus pecados para venir a Él. Sería justo si callera sobre nosotros con toda su ira para destruirnos, pero Él nos ama y es un Dios de misericordia; Él nos llama y nos sigue llamando una y otra vez para convencernos de nuestra necesidad de limpieza, y para que podamos ser salvos del pecado, el juicio cae sobre el hombre pecador únicamente después de que este haya rechazado la misericordia y el perdón de Dios. Otra vez repito, Dios no nos pone bajo convicción para avergonzarnos, sino para que actuemos positivamente, para limpiarnos y perdonarnos a través de la persona de Jesucristo; el hecho de que Dios nos ama, no nos salva automáticamente; el hecho de que Dios llame al pecador no garantiza que está siendo llamado y que va a responder, el hecho de que Dios hace santo al individuo que acepta a Jesús como Salvador, no garantiza que el individuo aceptará a Jesús como su Salvador. Uno tiene que responder al llamado de Dios por un acto de voluntad propia. Es una decisión que el individuo tiene que hacer personalmente; nuestros padres no pueden tomar esa decisión para nosotros; un amigo cristiano no puede tomar esa decisión por nosotros. Es una decisión de entrega total a Dios por medio de Jesús que nosotros mismos tenemos que tomar. Hechos 17, nos da uno de los mejores mensajes que nos han sido predicados, fue una prédica que el apóstol Pablo hizo a un grupo de hombres filósofos en Atenas Grecia; él presentó un gran discurso sobre la doctrina de Dios encontrada en las Sagradas Escrituras; Hechos 17:32-34, nos da el resultado de ese discurso: “Pero cuando oyeron de la resurrección de los muertos, unos se burlaban, y otros decían: Ya te oiremos acerca de esto otra vez. Mas algunos creyeron juntándose con Él”. Observemos que los oyentes, actuaron de tres maneras distintas; algunos se burlaban, otros pospusieron diciendo: “Ya te oiremos acerca de esto otra vez”, y algunos creyeron. Esta ha sido la misma historia a través de toda la historia cristiana; algunos se burlan del Evangelio, otros posponen tomar una decisión, pero hay algunos, gracias a Dios, que creen lo que la Biblia dice acerca de Jesús y lo aceptan. Aquellos quienes se arrepienten de sus pecados, aceptando a Jesucristo, como su único y suficiente Salvador, reciben el perdón de pecado, pero esto involucra más que una simple limpieza de una conciencia sucia. No es como lavar una ropa para volverlos a ensuciar; los pecados viejos son borrados, pero eso no es todo, el creyente recibe una nueva naturaleza, el recibe la naturaleza de Dios mismo en sí; una naturaleza divina; él escapa de la corrupción del mundo y por lo consiguiente, llega a ser una persona santa. En los cuatro Evangelios, los creyentes de Jesús son llamados Discípulos, pero en las Epístolas a los creyentes se les llaman Santos. Si tú eres un creyente eres santo. ¿Tienes la santidad de Dios viviendo en tu espíritu humano en la presencia del Espíritu Santo de Dios? Es el Espíritu Santo quien te convenció de pecado para así dirigirte a Dios en quien llegaste a ser un santo; lo impuro, llegó a ser santidad.   Vamos a orar. Padre, gracias por ayudarnos a llegar a la santidad en la persona de Cristo Jesús; te pido que toques la vida de muchos quienes escuchan en estos momentos, convenciéndoles de sus pecados y haciéndoles ver la necesidad que tienen de aceptar a Jesús como único y suficiente Salvador. Padre, esto te lo pido en el nombre de Jesús. Amén.

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