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El Maravilloso Amor De Dios
Dios Vive Para Siempre En Ti
Pastor - Ricardo Robinson
(Centro De Vida)
Aired on May 28, 2021
May 24, 2021
Duración:
00:14:30 Minutes
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6

Escritura

Juan 14:17; 1 Corintios 6:19 y 20; 1 Corintios 3:16 y 17; Salmos 23; 1 Corintios 15:56 y 57; 2 Corintios 5:1 y 8; Apocalipsis 21 y 22; Apocalipsis 22:3-5; 1 Juan 3:1.

el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros. Juan 14:17 ¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? 20 Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios. 1 Corintios 6:19 y 20 ¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros? 17 Si alguno destruyere el templo de Dios, Dios le destruirá a él; porque el templo de Dios, el cual sois vosotros, santo es. 1 Corintios 3:16 y 17

Existe un maravilloso elemento en el amor que requiere la presencia personal del ser amado. Es fácil ver este elemento en las relaciones humanas. Un joven se encuentra con una señorita; él es atraído a ella; él cultiva la relación de amistad. Un respeto mutuo y un crecimiento de compañerismo se van desarrollando entre ambas personas, y esto se profundiza en una afección sincera y honesta. Un día el joven pide el privilegio de pasar el resto de su vida con la joven, en la relación del santo matrimonio. Ella le dice que sí. Se casan, y él la lleva a su hogar en donde vivirán juntos. El amor los llevó al deseo de tener una continua relación, y al deseo de tener la presencia personal el uno del otro.   Dios también desea la presencia personal de aquellos a quienes ama. Por esa razón es que Él diseñó la salvación. La esencia de la salvación es la unión de Dios con el hombre. Dios siempre está presente en y con él cristiano, mientras que vive en el mundo. Te ha prometido su presencia. El evangelio según San Mateo 28:20, concluye con esta promesa del Señor Jesús: “Y he aquí estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”.   La epístola a los Hebreos nos aconseja contentamiento de la mente bajo toda circunstancias, en vista de la presencia de Dios con el cristiano, diciendo: “sean vuestras costumbre en avaricia, contentos con lo que tenéis ahora, porque Él dijo: no te desampararé, ni te dejaré”   Poco antes de que Jesús fuera a la cruz, Él dijo lo siguiente a sus discípulos: “No os dejaré huérfanos, vendré a vosotros”. La palabra de Dios es fiel y verdadera. Él está presente personalmente con cada cristiano hoy día. Dios está presente con el creyente por medio de su Espíritu Santo, quien mora en todo creyente. Jesús prometió que Él pediría al Padre de dar a los discípulos un compañero, quien tendría las mismas funciones que Él, sólo que el nuevo compañero se quedaría con ellos para siempre. Ese otro compañero es “el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce, pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros y estará en vosotros”, según Juan 14:17. El Espíritu que mora en el cristiano salta como una fuente de agua y fluye de él como ríos de agua viva. Él siempre había estado en el mundo activo en las cosas de Dios y trabajando entre el pueblo y la gente de Dios, pero el día de Pentecostés, su ministerio cambió, y ahora Él permanece en cada creyente. Eso nos indica el gran amor que Dios tiene para el creyente y la preocupación que imparte con él. Las cosas se vuelven sagradas con la presencia de Dios. La tierra en un monte se volvió sagrado cuando Moisés, se paraba frente a Dios en la zarza que ardía, pero no se consumía. El tabernáculo en el desierto se volvió sagrado al llenarse de la gloria de Dios. De igual manera, el cuerpo físico del cristiano se vuelve sagrado debido al hecho de que el Espíritu Santo de Dios, mora en él. El apóstol Pablo escribió lo siguiente a los Corintios, que eran cristianos, en 1 Corintios 6:19 y 20: “¿O ignoráis que tu cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios”. Otra vez nos dice en 1 Corintios 3:16 y 17: “¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros? Si alguno destruyere el templo de Dios, Dios le destruirá a él; porque el templo de Dios, el cual sois vosotros, santo es”.   El Espíritu Santo de Dios está personalmente presente en tu espíritu humano, si es que has confiado en Jesucristo como tu Salvador. Dios te ama demasiado para permitirte vivir la vida sin Él. Ni la muerte puede separar al creyente de la presencia personal de Dios. El autor del Salmos 23 nos dice: “Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo”. Cuando Esteban, el mártir, se acercaba a la muerte los cielos se abrieron y él vio a Jesús, parado a la diestra de Dios. Sus palabras finales fueron: “Señor Jesús, recibe mi espíritu”. Esteban supo que Dios estaba personalmente presente con él en la muerte. Es lo mismo con todos los hijos de Dios.   La muerte es separación del espíritu con el cuerpo, Eclesiastés 12:7 nos dice: “Y el polvo vuelve a la tierra, como era, y el espíritu a Dios que lo dio”. Para el cristiano no hay peligro en la muerte. 1 Corintios 15:56 y 57, nos dice: “el aguijón de la muerte es el pecado”. Pero el pecado del creyente ha sido perdonado en Jesucristo. “Gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo”. En ese momento, cuando el espíritu es separado del cuerpo, Dios está presente contigo. El cristiano pasa por la puerta de la muerte a la presencia inmediata de Dios. El apóstol Pablo nos lo explica de esta manera en 2 Corintios 5:1 y 8: “Porque sabemos que si nuestra morada terrestre, este tabernáculo, se deshiciere, tenemos de Dios un edificio, una casa no hecha de manos, eterna, en los cielos. Confiamos, y más quisiéramos estar ausentes del cuerpo y presentes al Señor”   Notemos la expresión “ausentes del cuerpo y presentes al Señor”. Eso describe perfectamente lo que sucede con el creyente al morir. La muerte es una puerta para una vida más abundante, en cuanto al creyente concierne. Un momento él está con sus seres queridos en la presencia de Dios sobre la tierra, y el próximo momento, él está con sus seres queridos en la presencia de Dios en los cielos.   La muerte no es destrucción, es una promoción. El cristiano va a pasar la eternidad con Dios en el cielo. La presencia personal de Dios revelada, abiertamente y con abundancia, será la gloria del cielo. Allí el pueblo de Dios vivirá para siempre en la presencia abierta y abundante de Dios.   Apocalipsis 21 y 22 nos describe el cielo en tres cuadros impresionantes. Cuadro 1: El cielo es un bello templo donde la adoración y alabanzas a Él, nunca cesan. Cuadro 2: El cielo es una ciudad grandísima que comparte la comunión con Dios, y no existe nada que interrumpa la paz y tranquilidad que allí existe. Y cuadro 3: El cielo es un jardín precioso en donde los que son del Señor, encuentran que todas sus necesidades han sido suplidas, bajo la supervisión misma de Dios. Todo lo necesario para la vida y la salud, y la alegría del hombre, serán provistos en el cielo.   Pero lo más grandioso en cuanto al cielo, se encuentra en esta declaración de Apocalipsis 22:3-5, “Y el trono de Dios y del Cordero estará en ella, y sus siervos le servirán, y verán su rostro, y su nombre estará en sus frentes. Y reinarán por los siglos de los siglos”.  La presencia de Dios está garantizada debido al amor que tiene para los suyos. Él está personalmente presente con nosotros en esos momentos. Él vive en los creyentes por medio de su Espíritu Santo. Él estará con nosotros cuando pasemos por la puerta de la muerte. Él nos llevará consigo para vivir eternamente con Él, en el cielo. Podríamos decir, como el apóstol Juan en 1 Juan 3:1, “Mirad cuál amor nos ha dado el Padre”.   Te pido que no recibas la gracia de Dios en vano. Responde a su gran amor en arrepentimiento y fe en Cristo, Jesús. Tú puedes confiar tu vida a Él, por toda la eternidad. Él te ama.   Vamos a orar: Padre, gracias te damos, por el tremendo amor que tienes para con nosotros. Ayúdanos a corresponderte ese amor. Toca los corazones de mis amigos en estos momentos, y ayúdales en reconocer que sin Cristo están totalmente y eternamente perdidos. Te lo suplico en nombre de mi Salvador, Amén.

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