(Centro De Vida)
Escritura
Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a él. 2 Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es. 3 Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro. 1 Juan 3:1-3 Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios. 15 Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre! 16 El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. Romanos 8:14-16 El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. 17 Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados. Romanos 8:16 y 17padre
1 Juan 3:1-3 nos dice de la siguiente manera, “Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a él. Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es. Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro”. Dios te ama, ese es el corazón del evangelio; Dios te ama tanto, que envió a su unigénito Hijo Jesucristo, a morir por ti. Debido al amor que te tiene, como un regalo, Dios te da la vida eterna, en el momento en que recibes a Jesús en tu corazón como único y suficiente Salvador. El amor de Dios, no se detiene a ese punto; Él te ama tanto, que Él te hace parte de su familia divina, como uno de sus hijos, al haber depositado tu confianza en Jesús. El amor de Dios va más allá de nuestra comprensión; aun el apóstol Juan, el apóstol del amor, no lo pudo comprender, en asombro él escribió, “Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados los hijos de Dios”. En amor, Dios hace que el creyente en Cristo Jesús sea su hijo por medio de un nacimiento espiritual. Jesús habló con un hombre llamado Nicodemo, acerca del asunto de renacer para poder ver el reino de Dios; Nicodemo no podía comprender, él pensó en el nacimiento físico y eso le causó problemas; ¿Cómo puede un hombre, siendo viejo, entrar por segundad vez en el vientre de su madre para nacer?, esa fue la pregunta que él hizo. Jesús le explicó la diferencia entre nacer físicamente y nacer espiritualmente. El nacimiento físico, se relaciona a la carne, al cuerpo humano; el nacimiento espiritual, se relaciona con el espíritu, el interior del hombre. No es suficiente nacer físicamente, uno debe nacer espiritualmente. El nacimiento espiritual, efectuado por el Espíritu de Dios, es el que nos hace ser hijos de Dios. La Biblia nos habla de algunos quienes tienen la autoridad o el derecho, de ser llamados hijos de Dios; eso son los que han creído en el unigénito Hijo de Dios, y han nacido espiritualmente, debido a la confianza que han puesto en Él. No han nacido de padres humanos o de diseño de hombre, han nacido de Dios y por eso se les llama hijos de Dios. Padres humanos nunca pueden causar que sus hijos sean miembros de la familia de Dios, sólo Dios puede hacer eso. Por lo consiguiente, llegamos a la conclusión de que cada persona debe renacer del Espíritu de Dios. Aquellos quienes reciben a Cristo como Salvador personal son amados por Dios, Él prometió ser padre a tales creyentes y que ellos le serían hijos e hijas. Llevamos en nosotros la naturaleza de nuestros padres terrenales, debido a nuestro nacimiento físico; nuestra estatura, complexión, color de los ojos, color del pelo, etc. Todo eso nos es pasado por nuestros padres. Somos seres humanos porque nacimos de padres humanos. Llevamos la naturaleza de nuestro Padre celestial, debido a nuestro nacimiento espiritual; tenemos su naturaleza, su espíritu, su misma vida fluyendo en nosotros. Imagínate, Dios nos amó tanto, que ha causado que nazcamos a su familia, para ser sus hijos. En amor, Dios da al creyente en Cristo Jesús, el derecho legal de ser su hijo; un derecho que no puede ser invalidado. Juan nos habla de la autoridad del creyente en ser llamado hijo de Dios, es así porque Dios nos ha adoptado como hijos. El nacimiento espiritual, nos da la posición como sus propios hijos nacidos de Él; esa adopción nos da autoridad como hijos, somos sus herederos. La Biblia usa el término “adopción”, para hablar del derecho legal del creyente, de reclamar sus privilegios como hijos de Dios. La palabra “adopción”, está compuesta por dos palabras; una significa “hijo”, la otra significa “puesto”, adopción significa que el lugar o puesto de un hijo, es dado a uno que originalmente, no lo era. Significa que Dios tomó a un pecador arrepentido, a quien no le pertenecía el puesto de hijo, y lo puso en ese puesto, dándole una relación con Él y la dignidad de ser llamado hijo, eso es lo que Dios hace con cada pecador que se arrepiente y recibe a Jesús como su Salvador. Romanos 8:14-16 nos dice, “Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios. Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre! El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios”. En amor, Dios ha hecho que cada creyente en Cristo Jesús sea heredero de la herencia celestial. Escuchemos la palabra de Dios en Romanos 8:16 y 17, “El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo”. Gálatas 4:7 nos dice, “Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero de Dios por medio de Cristo”. El pensamiento de ser heredero de Dios y coheredero con Cristo es demasiado para mí; pero eso no cambia su veracidad. No puede existir mayor amor que éste. Dios nos ha tomado a nosotros que somos pecadores indignos, y nos ha redimido por gracia, mediante el sacrificio de su unigénito Hijo, y nos ha dejado participar de la herencia de los santos en luz. Sólo un Dios misericordioso, con un amor tremendísimo, podría hacer tal cosa. 1 Pedro 1:3-6 nos dice, “Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos, para una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos para vosotros, que sois guardados por el poder de Dios mediante la fe, para alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero. En lo cual vosotros os alegráis”. Es maravilloso ser un heredero de Dios, es más maravilloso ser coheredero con Cristo. En asuntos legales, un pacto no puede ser quebrado con un coheredero, sin quebrar el pacto con el otro coheredero; esto significa que los derechos que el creyente tiene para con Dios, no pueden ser quebrados a menos de que esos derechos, sean quebrados también con Cristo Jesús. Los derechos que tiene Jesús no tienen reto; por lo consiguiente, los derechos del creyente en Cristo Jesús están seguros, tan seguros como los de Jesús. Debemos considerar nuestros privilegios, como personas quienes han dado las espaldas al pecado, para recibir a Jesús como nuestro Salvador personal. En primer lugar, hemos nacido de nuevo por el Espíritu de Dios, quien ha puesto su divina naturaleza en nosotros para hacernos sus hijos, hijos quienes tienen vida eterna, y quienes están viviendo esas vidas desde el momento en que nacen de su espíritu. En segundo lugar, tenemos el derecho o la autoridad, de ser llamados sus hijos; gozamos de los privilegios como hijos de Él. En tercer lugar, somos herederos a la gloriosa herencia de los santos de Dios, y coherederos con Cristo, cuyos privilegios y derechos nunca le serán quitados; estos privilegios nos vinieron cuando recibimos a Jesús como nuestro único y suficiente Salvador. Dios ha hecho eso, por cada uno de los creyentes; Él lo hará por ti también. Según Colosenses 1:13 y 14, “el cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo, en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados”. Deuteronomio 23:5 nos dice, “Jehová tu Dios te convirtió la maldición en bendición, porque Jehová tu Dios te amaba”. Vamos a orar. Padre, gracias por amarnos. Te pedimos que nuestros amigos puedan conocer hoy este amor, que nosotros hemos conocido. Padre, gracias por permitirnos ser tus hijos. Gracias por la salvación, la vida eterna, gracias por Jesús. Gracias, gracias, gracias. En el nombre de nuestro amante Salvador te lo agradecemos todo, Amén.
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