Copyright 2016-2019 Lifeword
¿Y que si no lo hago?
El Amor Que Disciplina – Parte II
Wendy Carolina Escobar
(Centro De Vida)
Aired on Jul 08, 2025
Jul 08, 2025
Duración:
00:04:47 Minutes
Vistas:
1

Escritura

Hebreos 12:9-11

Por otra parte, tuvimos a nuestros padres terrenales que nos disciplinaban, y los venerábamos. ¿Por qué no obedeceremos mucho mejor al Padre de los espíritus, y viviremos? Y aquellos, ciertamente por pocos días nos disciplinaban como a ellos les parecía, pero este para lo que nos es provechoso, para que participemos de su santidad. Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados.

En la primera parte, vimos que la disciplina de Dios es una demostración de Su amor por nosotros y confirma que somos Sus hijos. Sin embargo, hebreos 12 no termina allí. El pasaje continúa mostrando el fruto que produce la corrección divina en nuestras vidas. Aunque la disciplina puede no ser agradable al momento, su propósito final es conducirnos a la santidad y darnos un fruto de justicia. Hebreos 12:9-11: Por otra parte, tuvimos a nuestros padres terrenales que nos disciplinaban, y los venerábamos. ¿Por qué no obedeceremos mucho mejor al Padre de los espíritus, y viviremos? Y aquellos, ciertamente por pocos días nos disciplinaban como a ellos les parecía, pero este para lo que nos es provechoso, para que participemos de su santidad. Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados. Estos versículos comparan la disciplina de nuestros padres terrenales con la de nuestro Padre celestial, que es perfecta y tiene un fin eterno. Reconoce que ninguna disciplina en el presente es “motivo de gozo”, sino de “tristeza” (v.11). La meta es que la corrección divina produzca “fruto apacible de justicia” en quienes han sido entrenados por ella (v.11). Dios no se complace en nuestro sufrimiento; su disciplina es una herramienta para hacernos más como Cristo. Nuestro Padre celestial, a diferencia de los padres terrenales, siempre sabe lo que realmente necesitamos. Su disciplina no es arbitraria ni desproporcionada; es exacta, justa y dirigida a nuestro crecimiento. El escritor de hebreos reconoce que duele ser corregido y que la reacción inicial puede ser de tristeza. Pero subraya que, a la larga, la disciplina produce un fruto valioso: un carácter piadoso, paz interior y justicia en nuestra manera de vivir. A medida que nos adaptamos a la disciplina de Dios, nos volvemos más sensibles a Su voz y caminamos con mayor integridad. Permíteme desafiarte a que tomes muy enserio lo siguiente: Primero; Acepta la disciplina con esperanza: Aunque duela, mantén la mirada en el resultado: un corazón transformado y una fe madura. Segundo; Busca la santidad: La disciplina tiene el fin de apartarnos del pecado y conformarnos a la imagen de Cristo. Permite que esta corrección te purifique de actitudes, hábitos o pensamientos que no agradan a Dios. Tercero; Confía en la sabiduría de Dios: Aunque no entiendas completamente las circunstancias, cree que Dios sabe lo que hace. Descansa en Su soberanía y en Su amor perfecto. Y, Por último; Medita en el fruto: Cuando sientas desánimo, recuerda los momentos en que la corrección, aunque dolorosa, ha dado frutos de justicia, paz y crecimiento espiritual. Esto te ayudará a perseverar. Oremos: Padre, reconozco que Tu disciplina no siempre me agrada en el momento, pero confío en que me amas y buscas mi bien. Ayúdame a someterme con humildad y a perseverar hasta ver el fruto de justicia que deseas formar en mí. En el nombre de Jesús, amén. Hemos concluido la Serie ¿Y qué si no lo hago? Para tener éxito en la vida cristiana la disciplina es un componente indispensable. Dios nos ama tanto que no está dispuesto a dejarnos estancados en el pecado o la inmadurez. Su corrección demuestra que somos parte de Su familia y que tiene un plan de crecimiento para cada uno de nosotros. Si decides resistirte, preguntarte “¿Y qué si no lo hago?” corres el riesgo de rechazar el amor y la sabiduría Dios. Pero si la abrazas, permitirás que el Espíritu Santo transforme tu vida y te lleve a reflejar el carácter de Jesús. ¡Que aprendamos a recibir la disciplina con fe, gratitud y esperanza!

Otros archivos en esta serie