(Centro De Vida)
Escritura
Y la multitud que era muy numerosa tendía sus mantos en el camino; y otros cortaban ramas de los árboles, y las tendían en el camino. Y la gente que iba delante y la que iba detrás aclamaba, diciendo: ¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!
La entrada triunfal de Jesús en Jerusalén marca el inicio de lo que comúnmente conocemos como la Semana Santa, un momento profético y profundamente significativo. Mateo 21:8-9 dice: “Y la multitud que era muy numerosa tendía sus mantos en el camino; y otros cortaban ramas de los árboles, y las tendían en el camino. Y la gente que iba delante y la que iba detrás aclamaba, diciendo: ¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!” A simple vista, esto parece una escena de celebración y alegría, pero en el corazón de Jesús había una mezcla de gozo por cumplir su propósito y de dolor por el rechazo que más tarde vendría. Este Rey no llega montado en un caballo de guerra, sino en un humilde burrito, cumpliendo así la profecía de Zacarías 9:9. Él sabía que muchos de los que gritaban “¡Hosanna!” pronto dirían “¡Crucifícalo!”. Sin embargo, entró con mansedumbre y firmeza, dispuesto a entregar su vida por amor a nosotros. Esta gran multitud recibe a Jesús con entusiasmo, extendiendo mantos y ramas en su camino, una señal de honor para un rey. Lo aclaman como el “Hijo de David”, un título mesiánico. Están celebrando la esperanza de liberación, creyendo que Jesús vendría a establecer un reino terrenal que los libraría del yugo romano. Es importante hacer notar que este acto cumple la profecía que decía que el Rey vendría montado en un asno. Sin embargo, muchos no entendían que el propósito de Jesús no era conquistar por medio de la fuerza, sino redimir por medio de su muerte en la cruz. El día de hoy nos encontramos ante una sociedad que quieren a un Dios acorde a sus necesidades. Dios quiere en primer lugar que su reino no es de este mundo. Jesús nos muestra que la grandeza en el Reino de Dios se encuentra en la humildad, el servicio y la obediencia. El pueblo esperaba un Mesías guerrero, pero Dios envió un Salvador dispuesto a morir por amor. Jesús no responde a nuestras expectativas humanas, sino a un propósito eterno. A veces, podemos caer en la trampa de alabar a Dios cuando todo va bien, pero darle la espalda cuando sus planes no encajan con los nuestros. Este pasaje nos confronta: ¿aclamamos a Jesús como Rey solo cuando nos conviene, o lo seguimos con fe y entrega, incluso cuando su camino incluye la cruz? Dios nos llama a imitar el carácter de Cristo. En un mundo donde la soberbia y la apariencia dominan, nosotros debemos caminar en humildad. Así como Jesús entró a Jerusalén con mansedumbre, tú y yo estamos llamados a vivir con sencillez y obediencia. Ha llegado el momento que examinemos nuestros corazones. ¿Sigues a Jesús por lo que esperas recibir o por lo que Él ya ha hecho por ti? Jesús es el Rey de reyes, pero eligió la vía de la humildad para conquistarnos con amor. No vino a ser servido, sino a servir. Si no tienes a Jesús como tu Salvador, yo te ánimo a que recibas al Rey Jesús no solo con palabras de alabanza, sino con un corazón dispuesto a vivir como Él vivió
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