(Centro De Vida)
Escritura
Siervos, obedeced a vuestros amos terrenales con temor y temblor, con sencillez de vuestro corazón, como a Cristo; 6 no sirviendo al ojo, como los que quieren agradar a los hombres, sino como siervos de Cristo, de corazón haciendo la voluntad de Dios; 7 sirviendo de buena voluntad, como al Señor y no a los hombres, 8 sabiendo que el bien que cada uno hiciere, ese recibirá del Señor, sea siervo o sea libre. 9 Y vosotros, amos, haced con ellos lo mismo, dejando las amenazas, sabiendo que el Señor de ellos y vuestro está en los cielos, y que para él no hay acepción de personas. Efesios 6:5-9 Someteos unos a otros en el temor de Dios. Efesios 5:21
La palabra esclavitud es una palabra que no mucho nos agrada. Nadie quiere ser propiedad de otra persona, así como lo es un caballo o un perro. Siento que no hay persona que quisiera estar bajo esclavitud. En tiempo de Nuevo Testamento, la esclavitud era una cosa común. Si estuviéramos caminando por las calles de una ciudad en los tiempos de Cristo, casi la mitad de las personas con las que nos encontraríamos serían esclavos. En un tiempo hubo más de 60 millones de esclavos en el imperio romano; ellos cubrían todas las áreas de la vida, desde obreros comunes hasta doctores y maestros. Eran personas quienes tenían títulos, pero sin derechos. Muchos de ellos eran más educados e inteligentes que sus propios amos. Hubo muchos cristianos en las membresías de las iglesias cristianas primitivas; y no es sorprendente, por lo tanto, que Pablo se dirija a la relación entre amos y esclavos en los versículos 5 al 9 del capítulo 6 de Efesios. Quiero acordarte de que estamos estudiando acerca de cómo debemos vivir ahora que hemos recibido a Cristo como nuestro Salvador y hemos hecho varios estudios ya en el libro de Efesios y hoy queremos continuar. Tenemos que acordarnos también de que todo lo que estudiamos en el capítulo 6 es una continuación del mandato que encontramos en el capítulo 5, versículo 21 que nos dice: “Someteos unos a otros en el temor de Dios”. Ya hemos visto algunas cosas referentes a la relación que hay entre marido y esposa, padres e hijos, y ahora vamos a observar algunas cosas entre la relación del esclavo y su amo. Gracias a Dios nosotros no tenemos el problema de la esclavitud en nuestra sociedad. Entonces, lo que quiero que hagamos es relacionar los principios que encontramos aquí a la relación que hay entre patrón, capataz o jefe de negocios, con el obrero. Repasemos ahora los versículos 5 al 9 del capítulo 6 de Efesios para ver cómo podemos aplicar los principios que encontramos a nuestras vidas. Primero tomemos en cuenta al empleado. Leamos los versículos 5 al 8; dice: “Siervos, obedeced a vuestros amos terrenales con temor y temblor, con sencillez de vuestro corazón, como a Cristo; no sirviendo al ojo, como los que quieren agradar a los hombres, sino como siervos de Cristo, de corazón haciendo la voluntad de Dios; sirviendo de buena voluntad, como al Señor y no a los hombres, sabiendo que el bien que cada uno hiciere, ése recibirá del Señor, sea siervo o sea libre”. En estos versículos yo encuentro 4 principios que se pueden aplicar a la actitud y acciones del empleado. En primer lugar, el empleado debe trabajar con fidelidad. Al esclavo se le enseñó a servir con temblor y temor; el empleado de hoy no tiene tal temor, pero quiero decirte que él debiera obedecer y respetar y tener el deseo de complacer a su jefe. Cierto sentido de responsabilidad debe poderse ver en todo lo que el empleado hace. Cada trabajador u obrero debiera decir: “Yo soy responsable de producir lo mejor que puedo”. Debiera tener orgullo por su trabajo y nunca debiera ser negligente y dejar algo mal hecho; uno debe trabajar con fidelidad. En segundo lugar, uno debe ser consistente. Nuestro texto nos habla de aquéllos quienes sirven al ojo, o sea, que sólo trabajan cuando el jefe los está viendo. El hacer esto sería asunto de tratar de complacer únicamente al jefe y no de trabajar porque uno quiere producir lo mejor que puede; y esto es deshonesto. El trabajador honesto trabajará tan duro cuando el jefe no está que como cuando está presente. El buen obrero reconoce que él no está sirviendo únicamente a su jefe, sino que sirve también a Jesucristo en su lugar de empleo el obrero debe trabajar honestamente, recibiendo honestamente el dinero que merece y cualquier otra cosa es robo, y Dios lo condena. En tercer lugar, debemos reconocer que nuestro trabajo tiene un aspecto religioso. Nuestro texto nos dice que debemos servir de corazón, haciendo la voluntad de Dios. Como creyentes en Cristo e hijos de Dios, todo el mundo tiene su vista puesta en nosotros. Nosotros representamos a Dios en todo lo que hacemos; por lo consiguiente, sería provechoso que tomáramos nuestros empleos en serio. ¿Te puedes imaginar la calidad de producto que ofreceríamos al mundo si todos los cristianos trabajáramos como si estuviéramos trabajando para Dios? De repente, todos los jefes de negocios dirían: “Si quieres un buen trabajador, busca a un buen cristiano”. ¡Qué testimonio sería esto para Cristo!; y esto es lo que nos indica nuestro texto. No debiéramos trabajar como su estuviéramos trabajando por meros hombres sino como si estuviéramos trabajando para Dios. En nuestros trabajos nosotros debemos rendir un buen producto que será de bendición al público. En cuarto lugar, quiero que notemos que debemos saber que nuestro salario verdaderamente viene del Señor. Es cierto que recibiremos nuestro salario del jefe, pero, si estamos sirviendo a Dios, es Él quien nos recompensará. En realidad, no importa nuestra posición. Puede ser que seamos los que hacen la limpieza o puede ser que seamos presidentes de una compañía de gran valor. Si estamos sirviendo a Dios, si Él es nuestro jefe, entonces Él nos honrará, Él nos recompensará, y debemos meter en nuestra mente que estamos sirviendo a Dios en nuestros trabajos. Ahora quiero que hablemos acerca del jefe, el patrón o el supervisor. Leamos el versículo 9; dice: “Y vosotros, amos, haced con ellos lo mismo, dejando las amenazas, sabiendo que el Señor de ellos y vuestro está en los cielos, y que para él no hay acepción de personas”. Pienso que el jefe debe respetar a sus empleados. Este respeto es expresado en dos maneras. En primer lugar, el jefe debe seguir los mismos principios en su trato con ellos que el que espera que ellos sigan en su trato con él. En segundo lugar, el jefe debe tratarles con mucha amabilidad. El empleado le hace un favor al jefe al trabajar por él, al igual que el jefe le hace un favor a la persona por emplearle. Ninguno de los dos debe ser injusto en sus tratos el uno con el otro. Las condiciones de trabajo deben ser tan placenteras como puedan ser y las demandas de esfuerzo deben ser razonables. El pago que los empleados reciben debe ser justo y de acuerdo a sus capacidades y el esfuerzo que ejercen, y en todas estas maneras el jefe estará agradando a Dios. Pero todavía hay más. El jefe debe tener reverencia a Dios. No ha de olvidarse que él también tiene un jefe en los cielos, un amo, y ese amo no hace acepción de personas. A ese jefe en el cielo no hay quien le impresione con sus posiciones aquí en la tierra pues todos están sujetos a Él. El jefe de trabajo debe dirigir a sus trabajadores con un deseo sincero de hacer la voluntad de Dios; él debe someterse a la autoridad de Cristo. Ambos el jefe y el empleado deben reconocer que son responsables delante de Dios por la forma en que actúan. Supongamos que los jefes y trabajadores vivieran bajo los principios que acabo de mencionar: Ya no habría conflictos entre directivas y obreros, ya no habría huelgas, habría salarios justos y productos de los cuales estaríamos orgullosos. Quiero decirte, mi amigo, que las respuestas a los problemas en los negocios de hoy se encuentran en la persona de Jesucristo. Si todos estuviéramos bajo su señorío, las cosas cambiarían. Con este estudio terminamos con la parte en Efesios que habla del asunto de someternos los unos a otros. En nuestro siguiente estudio entraremos a otra etapa del libro de los Efesios y espero que estés aquí conmigo para seguir nuestro viaje bíblico. Vamos a orar. Padre, sería maravilloso si algún trabajador o algún jefe cambiara su vida hoy por medio de poner los principios que estudiamos a práctica en su vida. Señor, ayúdame a mí en comprender que debo hacer mi trabajo para ti. Señor, pido que tú nos des nuevas fuerzas y que nuestro trabajo sea algo que esperamos con entusiasmo y no algo que nos tiene deprimidos. Te lo pedimos en el nombre de Jesús. Amén.
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