(Centro De Vida)
Escritura
Someteos unos a otros en el temor de Dios. Efesios 5:21 Las casadas estén sujetas a sus propios maridos, como al Señor; 23 porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo, y él es su Salvador. 24 Así que, como la iglesia está sujeta a Cristo, así también las casadas lo estén a sus maridos en todo. Efesios 5:22-24
No sé si has notado cómo un principio en la Biblia es seguido por un gran número de ilustraciones para hacer énfasis sobre ese principio. Esto es lo que encontramos en Efesios, capítulo 5, versículo 21, al capítulo 6, versículo 9. Acuérdate de que estamos haciendo un estudio sobre cómo debemos vivir ahora que hemos recibido a Cristo. El principio que vamos a ver hoy es el del versículo 21 del capítulo 5 de Efesios; dice: “Someteos unos a otros en el temor de Dios”. Después de este principio encontramos una aplicación del principio en la relación que hay entre marido y esposa, pariente e hijo, y siervo y señor. Veremos primeramente la aplicación del principio en la relación matrimonial, la relación entre marido y esposa. Quiero que abras tu Biblia conmigo al libro de Efesios, capítulo 5 para que puedas leer conmigo los versículos 22 al 24. Dios dice: “Las casadas estén sujetas a sus propios maridos, como al Señor; porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo, y él es su Salvador. Así que, como la iglesia está sujeta a Cristo, así también las casadas lo estén a sus maridos en todo”. Según estos versículos, la esposa debe estar sujeta a su marido. Ya sé que nosotros vivimos en un tiempo en que la mujer hace gran énfasis sobre sus libertades y derechos, pero la mujer no debiera tener que estar exigiendo tales cosas. Pablo no está diciendo que la mujer es esclava del jefe de hogar y que él, por ser su marido, tiene el derecho de tratarla como él quiere. Los versículos nos hablan de una esposa que se somete a su marido con gusto pues el amor que él tiene para ella es un amor sin egoísmo y sin maldad. No estamos hablando de un caso donde la mujer tiene que hacer todo lo que él le dice sin tomar en cuenta el hecho de que puede ser dañino lo que él le está pidiendo. Entremos a fondo en nuestro estudio y miremos qué podemos aprender de nuestro texto. En primer lugar, pienso que es necesario observar que el ser sumisa la mujer a su marido es algo voluntario. Conforme a la gramática griega del versículo 22, las palabras, “las casadas estén sujetas a sus maridos”, es más una apelación o una petición que una orden. Someterse al marido no es algo que el marido tiene que esforzar sobre su esposa; Dios siempre habla directamente a la persona a quien quiere hablar. En este caso, Él habla a la esposa, le dice que ella debe someterse a su marido. No dice al marido que él debe hacer que ella se someta. En segundo lugar, sería bueno notar que el ser sumisa la esposa al marido es asunto espiritual. Debemos fijarnos en las palabras como al Señor. Esto no significa que ella se someta al marido en la misma forma que se somete al Señor, sino que ella se somete al marido porque ya está sometida o sujeta al Señor Jesús. Ella no cumple con esta petición porque el marido le dice que lo haga sino porque Jesús se lo pide y la mujer que está sujeta a Cristo le obedecerá. En tercer lugar, la mujer se sujeta a su marido con confianza. Ella sabe que su marido debe amarla como Cristo ama a su iglesia, y cuando un marido ama a su esposa de esta manera ella no tiene ningún problema en ser sumisa a él. De hecho, sería insensatez de parte de ella el no sujetarse a un marido que la tratara así. En cuarto lugar, la sumisión de la esposa a su marido es algo ejemplar. Ella se sujeta al marido, así como la iglesia se somete a Cristo. No es una carga para la iglesia someterse a Cristo; todo lo contrario: Ella es su cuerpo y Él es su cabeza. Y la esposa que tiene el espíritu de seguir en obediencia a Jesucristo se sujetará a su marido sin ningún problema. La enseñanza es más fácil de comprender cuando tenemos una comprensión de la posición de la mujer en tiempos neo-testamentarios. De hecho, la mujer judía no fue considerada más que la propiedad de su marido. La esposa del gentil era considerada su esclava. Los hombres griegos tenían secciones en sus casas en las cuales la esposa no era ni permitida a entrar. De hecho, a las esposas no les era permitido comer en la presencia de los hombres. Por los consiguiente, encontramos que esta enseñanza era un paso hacia el bienestar de la unión matrimonial y no algo para humillar y degradar a la mujer. Sería peligroso para la mujer someterse a un marido que no sintiera amor para ella y, sin embargo, Dios en estos versículos pone unos cuantos requisitos sobre el hombre; y pienso que este es el lugar adecuado para dejar un rato a la esposa y comenzar a estudiar un poco de lo que estos versículos hablan acerca del marido. Los versículos 25 al 33 hablan del amor que el marido debe tener para con su esposa. No tenemos tiempo para leer todo el texto; sin embargo, quiero que observemos unas cuantas cosas concernientes al marido. Conste que cuando leemos, “Maridos, amad a vuestras mujeres” (Efesios 5:25), no estamos hablando del afecto comúnmente expresado por los hombres; no estamos hablando de ternura, bondad, o una entrega emocional. Estamos hablando acerca de un amor divino, estamos hablando del amor de Dios, y esto involucra una actitud de la mente que se dedica al bienestar y alegría del ser amado. Si el hombre amara a su esposa como Dios nos ama, ella no tendría ningún problema en someterse a él, y ése es el mandato de Dios al marido: Amar a su esposa. Tenemos dos calificaciones para el amor que el marido tiene para su esposa. El marido debe amar a su esposa, así como Cristo ama a su iglesia y también debe amar a su esposa como a sí mismo. ¿Qué significa eso de que el marido debe amar a su esposa como Cristo ama a la iglesia? Esto es una pregunta sumamente importante y quiero decirte que significa que el marido debe amar a su esposa por el bien que él puede brindar a ella y no por el placer y ganancia que él puede sacar de ella. Significa que él estará dispuesto a sacrificarse, si es necesario, por el bienestar de su esposa. Es así como Cristo se entregó a sí mismo por la iglesia; Cristo ayuda a la iglesia a mejorar su condición. El fin de Jesús es santificar a su iglesia, a fin de presentársela a sí mismo una iglesia gloriosa que no tuviese mancha, ni arruga, ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha. El amor de Jesús no menguará para su iglesia; Jesús ama a su iglesia con un amor que perdurará para siempre. Es un verdadero reto para el marido tratar así a su esposa y qué lindo será para la esposa poder contar con este amor. Pero ahí no termina, pues nos falta el asunto de que el marido debe amar a su esposa como a sí mismo. En realidad, esto no lleva el pensamiento de que el marido debe amar a su esposa como él ama a su cuerpo propio, sino que debe amar a su esposa porque ella es parte de su cuerpo. Tenemos que acordarnos que los dos son una sola carne; esta unión fue establecida por Dios y es una unión sagrada, cosa que Dios considera de gran importancia. Debido a que la esposa es cuerpo de su marido, él no la maltratará, sino que hará todo lo posible para que ella esté bien. No la odiará, la amará con todas sus fuerzas. Para terminar, quiero que observemos nuevamente las dos obligaciones: La esposa debe someterse a su marido y el marido debe amar a su esposa. Si yo tuviera que decidir entre cuál de estas dos obligaciones es la que demanda más y la de más importancia tuviera que escoger la responsabilidad del marido. ¿Por qué? Porque cuando un hombre ama a su esposa como Dios nos ama a nosotros, será un placer para la esposa someterse. Lo bonito es que, al someterse la esposa al marido, él la amará aún más y esto causará una cadena de amor y tranquilidad en la unión matrimonial. Dios nos da estos dos principios para reinar la unión matrimonial porque nos ama y desea lo mejor para nosotros. Él quiere que el hogar sea un lugar de amor, paz y seguridad, y Él sabe que tiene que haber un orden para que esto pueda llevarse a término. Mi oración es que, si ésta no es la unión que hay en los matrimonios cristianos, que ambos la esposa y el marido puedan pensar en lo que hemos hablado y orar al Señor tomando una decisión de traer un cambio a su unión, pidiendo al Señor que les ayude a establecer una relación como la que encontramos en Efesios 5:22-33. Vamos a orar. Padre, gracias te damos por tu amor. Gracias por los principios que nos has dado para que pueda haber buen compañerismo entre el hombre y su esposa. Ayúdanos a poner estos principios en práctica para que podamos vivir las vidas que te complacen y que muestran al mundo la relación que hay entre Cristo y su iglesia. Ayúdanos porque te lo pedimos en el nombre de Jesús. Amén.
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